Carencia de política minera | El Nuevo Siglo
Miércoles, 3 de Abril de 2013

En Colombia no hemos tenido una política minera de Estado y carecemos de una evaluación confiable de nuestra riqueza minera. Las leyes petroleras en ocasiones se calcan de otras del exterior, así como suelen influir  en su redacción y aprobación elementos foráneos. La noción de la existencia del crudo entre nosotros viene desde la Colonia, lo mismo que en Venezuela. En tanto, en México, Lázaro Cárdenas, nacionaliza el petróleo. Cuando aquí no hacía falta en cuanto el subsuelo era del Estado, como lo había sido de la corona en tiempos de la monarquía española, con excepción del interregno de los gobiernos rionegrinos donde se lleva hasta la exaltación el libre cambio. Hasta que,  bajo el gobierno nacionalista de Rafael Núñez, se busca restablecer fortalecer y modernizar el Estado así como la soberanía colombiana en el manejo de nuestra riqueza minera. Durante el gobierno del general Rafael Reyes, se estudia la posibilidad de explorar los yacimientos petroleros de Colombia, sin embargo su retiro del poder impide que sus proyectos en ese campo avancen. Sus sucesores  proclaman que no son maestros de obra, sino administradores, cuyo deber en democracia es velar por que se cumpla la Constitución. Entonces el empuje desarrollista se detiene y con ello se retrasa la explotación petrolera. En tanto, en Venezuela, cobra auge el petróleo aunque el barril se vendía muy por debajo de su valor real. Lo pagaban a un dólar.

Por entonces nos salvó el café, que generaba ingresos y requería importante mano de obra. En tanto la agricultura producía lo necesario para la subsistencia nativa. Los políticos de principios del siglo XX, como Reyes, un verdadero hombre de Estado, eran una rareza entre nosotros y siguen siéndolo. Por ello fue  que por décadas no nos pusimos de acuerdo sobre cómo llevar a cabo una política petrolera. Se necesitó que se hiciera la reversión de la concesión de Mares, en el gobierno de Marino Ospina Pérez, para que nos convenciéramos de la necesidad de explotar por nuestra cuenta la riqueza petrolera. Ospina intentó con su ministro de Minas, José Elías del Hierro, promover una empresa petrolera privada con los empresarios de Medellín, quienes rechazaron la oferta dados los riesgos de invertir en un campo que desconocían, la falta de ingenieros del ramo y la incertidumbre de tener que competir con las poderosas multinacionales. Después, el presidente Laureano Gómez, en un acto nacionalista sin precedentes en el continente, resolvió crear una compañía estatal petrolera: Ecopetrol. Así, el 9 de enero de 1951, expide el  Decreto No. 30 de 195,1 mediante el cual se creó la Empresa Colombiana de Petróleos.

En la actualidad los ingresos de Colombia por las exportaciones mineras  lindan con el 70%, sin contar la salida de minerales de manera ilegal. La explotación de petróleo produce más del millón de barriles.  En el 2012, la inversión en el sector superó los 12.000 millones de dólares y los pozos que están en producción elevan los montos de las utilidades de las empresas en marcha, que salen del país. Se exploraron 136 pozos. Los cuantiosos recursos de las regalías, por ahora represados, se van a distribuir en toda la Nación, lo que favorecerá el desarrollo si se consigue que las inversiones sean acertadas.

Hasta hoy en Colombia las rentas petroleras se han empleado, por lo general mal. Estamos avanzando a un Estado asistencialista. Se considera que el petróleo es como una vaca lechera, sin medir las consecuencias  de malbaratar las rentas que genera. Es increíble que en Yopal, que tiene un pequeño número de habitantes, no tenga la capital un acueducto pese a que ha tenido el mayor ingreso per cápita del país. Apenas en el 2012 se calcula que las regalías petroleras llegaron a los 6 billones de pesos. La triste experiencia de algunas zonas mineras del país tiende a repetirse a lo largo de los años, puesto que en  importantes  regiones mineras se da el caso de que quienes explotan el oro apenas subsisten con su dura actividad y cuando se agota la producción vuelven a la miseria.

Por cuenta del pésimo uso de los recursos del petróleo y la presión del populismo nativo estamos siguiendo los mismos pasos de Venezuela en materia de dilapidar el oro negro. Aquí no estamos sembrando el petróleo. Lo mismo que repetimos el error de no  sembrar los recursos que deja la minería en productividad agrícola o industrial. Todos a una quieren sacar una tajada de las regalías petroleras para llenar las alforjas sin atender a un gran proyecto de desarrollo nacional, ni siquiera teniendo en cuenta la posibilidad de alcanzar la paz con los grupos armados e incorporarlos al desarrollo de la periferia del país, atendiendo en ese caso modelos de desarrollo agrícola, productivo e industrial como el del Brasil. Y nadie se percata de lo que pasaría si cae el precio del barril de petróleo.