Castañas del Partido Popular | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Mayo de 2015

*Victoria, sí, y mensajes también…

*El bipartidismo no es ajeno a las coaliciones

Mucha  gente esperaba que el Partido Popular español saliera más lesionado de las elecciones municipales. Pero la verdad es que ha vuelto a confirmarse de mayorías nacionales. El triunfo no es, sin embargo, tan nítido como algunos esperaban, repitiendo la reciente y gran victoria de los conservadores ingleses. No obstante, es suficiente a cambio de la barrida que auguraban sectores de la oposición, en los medios capitalinos y los municipios, tanto del ala tradicional como de la populista.

En principio, el bipartidismo entre conservadores y socialistas, salvó la cara. De hecho las dos vertientes formales del sistema ibérico, que algunos acusan de partidocracia, siguen vigentes pese a sufrir un campanazo. Sería, por lo tanto, equivocado desestimar de plano las nuevas fuerzas populistas que, en razón de las medidas de austeridad y la asfixia de los escándalos de corrupción, vienen abriéndose espacio. De hecho, “Ciudadanos” ha logrado presentar una plataforma de recibo nacional mientras “Podemos”, organización casi circunscrita a la capital, estuvo a nada de conquistar las mayorías representativas en Madrid. Quiere decir, por supuesto, que cuando los partidos políticos se pierden en los vericuetos de los privilegios y las canonjías, generan, a partir de su irresponsabilidad y arrogancia, los gérmenes de su propia inestabilidad e incertidumbre. Por fortuna, claro está, no se dio el caso de Grecia o de las sombras populistas que recorren a otros países de Europa. Pero a no dudarlo el avance de los movimientos alternativos es una voz de alerta para la simiente que le ha permitido a España recuperar su sitio en Europa, aunque hoy aparezca descaecida. De hecho, siendo las elecciones municipales una especie de primera vuelta, en ese país, el partidor hacia las elecciones parlamentarias y presidenciales se muestra bastante movido y a la expectativa de los cambios.

En principio, con las mayorías confirmadas, el Partido Popular podría decir que sus medidas económicas y su trámite político han recibido un espaldarazo. No tendría, por descontado, que arrepentirse de haber triunfado. Y por lo tanto no tendría por qué modificar la plataforma política general, con su ortodoxia y su alianza europea. Sin embargo, hoy el tema no es exclusivamente político, sino igualmente referido a la percepción que se tiene sobre los líderes. Y en ese sentido no podría, en lo absoluto, decirse que la cúpula del Partido Popular ha recibido un voto de confianza en toda la línea. De hecho, lo acontecido en Madrid y Valencia puede ser la demostración, por el contrario, de que el Partido Popular requiere de una renovación paulatina y no escuchar la voz de los electores, que tomaron para otras vertientes, sería una equivocación crasa. De suyo, el tema de la corrupción se mantiene en el centro de la controversia, lo mismo para el Partido Popular que para el Partido Socialista, y no enviar mensajes perentorios al respecto pareciera más una solidaridad con ella que con los evidentes requerimientos de depuración.

De otra parte, si bien el bipartidismo sigue vigente, soportando debidamente el transcurso institucional, no es tampoco una catástrofe, muy propia del fatalismo español, que se pueda recurrir a las coaliciones como mecanismo de gobierno. Ya se verá si las alianzas, por ejemplo de “Podemos” con los socialistas, en Madrid, sean más bien una táctica inoportuna que debilite la estrategia general de cada movimiento. Sea lo que sea, no es pecado. Como tampoco que el Partido Popular haga lo propio con “Ciudadanos”. O inclusive que se unan populares con socialistas, en una especie de cohabitación francesa. Todo depende del qué y cómo se haga.

Para los conservadores españoles, varias deberían ser, al mismo tiempo, las lecciones derivadas de sus pares británicos. Una primera, la renovación del discurso y la sintonía mostrada en el Reino Unido con los sectores más desfavorecidos, a través de programas puntuales y la debida reorientación del presupuesto; una segunda, el aspecto más moderno en la forma de hacer política y el discurso correspondiente que, a su vez,  permita enfatizar la vocación de futuro en medio del pesimismo causado por la crisis económica; y una tercera, la manera de encarar los problemas a partir de la participación ciudadana, porque, siendo partido de gobierno, el Partido Popular tiene que sufragar la ambivalencia territorial que se siente en España, comenzando con Barcelona.

            En tanto, el Partido Popular puede reclamar una victoria. Lo que no puede es desconocer que, para volver a ganar, tiene que recomponerse en lo que aquí se ha mostrado de menester.