Caudillo civilista | El Nuevo Siglo
Sábado, 13 de Junio de 2015

Remembranza de Laureano Gómez

El gran orador y ejecutor

 

EL  temperamento de Laureano Gómez marca su procelosa carrera política. Es como una línea recta que se extinguió el 13 de junio de 1965. No conoce de disimulos zigzagueantes, prefiere llamar las cosas por su nombre, al estilo de la franqueza propia de sus ancestros santandereanos,  lo que llama  la atención en la cortesana Bogotá, de la que es nativo. En su aspecto predomina el equilibrio entre la figura corpórea fuerte, las anchas espaldas  y la cabeza que parece cincelada por un escultor del Renacimiento, en cuyo rostro se destaca la azulosa  mirada penetrante, que en los célebres debates en el Congreso, cautiva a sus seguidores, atrae a los indiferentes y consigue paralizar a sus adversarios. Su discurso se fundamenta en los esquemas  establecidos por Aristóteles; la cultura clásica, la poderosa voz, el ademán resuelto y el dominio dialéctico en la controversia lo agigantan en la tribuna y lo hacen demoledor. Se diferencia de la gran masa de oradores tropicales de su tiempo en cuanto no habla por hablar, ni por hacer retruécanos con la palabra, ni por vanidosa fanfarronería, sino para forjar planteamientos de fondo y fundamentales. No es de sorprender que en los debates del Congreso, cuando aún no había cumplido los 30 años, se cubriera de gloria al  llevarse por delante al presidente de la República Marco Fidel Suárez, quien era más  humanista que político.

La famosa conferencia de Laureano Gómez sobre “Los interrogantes del progreso en Colombia”, es uno de los documentos más descarnados y extraordinarios sobre el determinismo geográfico y el monumental desafío de vencer los obstáculos que presenta la naturaleza tropical para el desarrollo. Sobresale entre los ingenieros de la Universidad Javeriana y el país, como un gran planificador y ejecutor. El presidente Pedro Nel Ospina lo nombra Ministro de Obras Públicas y se convierte en la estrella del gobierno, ya que pretende romper las barreras del atraso, fomenta los ferrocarriles y las carreteras, a tal punto que en una noche une las distintas vías ferroviarias que llegan a Bogotá con la Estación de la Sabana.

Gómez es como una fuerza de la naturaleza, cuando asume una empresa empeña todo su talento y energía en la prosecución de su objetivo. Admira a Gandhi y por formación está imbuido del espíritu cristiano que predica Kempis en La imitación de Cristo. La caída del conservatismo en los años 30 que él había intuido por cuenta de la división partidista, determina que el hombre de gobierno y de acción por excelencia, se refugie temporalmente en la diplomacia en Alemania, de donde regresa para defender las tesis conservadoras. Asume la jefatura partidista y por falta de garantías ordena la abstención. Entiende el periodismo como un medio para defender sus ideales. Funda El Siglo y La Voz de Colombia. Teme que por cuenta del revanchismo el país caiga en el abismo que llevó a la guerra civil el republicanismo español. En un mundo político polarizado aquí y en Occidente, es blanco de los peores ataques de sus adversarios, pero se crece en la adversidad, consigue mantener en un puño al conservatismo y enervar hasta el paroxismo a los que detentan el poder. Agudiza la división de los contrarios al fomentar la candidatura de Jorge Eliécer Gaitán. Convoca a última hora a una convención conservadora y renuncia a ser candidato, para no propiciar la unión del adversario y lanza como aspirante del partido al distinguido empresario Mariano Ospina Pérez, quien llega al poder en una campaña relámpago y lo nombra canciller de la República. Convoca a la IX Conferencia Panamericana y en medio de la cumbre es asesinado el político liberal y se produce un levantamiento popular anárquico izquierdista que estremece la Nación. El Siglo es presa de las llamas. El gobierno pacta con la oposición y Laureano Gómez sale al exilio, de donde regresa para ser candidato triunfante a la Presidencia de la República.

El caudillo civilista en  la posesión presidencial le tiende la mano al liberalismo, que no acepta colaborar. En su gestión  moderniza la administración pública y crea Ecopetrol, la primera empresa petrolera del país y del continente. Por enfermedad se retira del mando y al enterarse que torturan a un destacado industrial  colombiano, reasume el gobierno y exige  juzgar a los mandos implicados, que precipitan el golpe de estado del 13 de junio de 1953. Desde el exilio pacta la convivencia política, consagra la paz y  con Alberto Lleras Camargo crea el Frente Nacional.