Celebrar, pelear y morir… | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Septiembre de 2015

*Diez mil riñas en fin de semana de amor y amistad

*Fechas especiales, dolor de cabeza para autoridades

Lamentablemente cada día que pasa parece evidenciarse que los colombianos seguimos sin aprender a celebrar en paz. El día del amor y la amistad es una prueba de ello ya que si bien, según las estadísticas de la Policía, se redujo en un siete por ciento el número de homicidios en todo el país, el de riñas callejeras e intrafamiliares una vez más fue uno de los de mayor incidencia durante el fin de semana pasado. En solo la capital del país, por ejemplo, se reportaron más de mil quinientos casos de riñas y según  cálculos preliminares a nivel nacional se habrían denunciado un número superior a las diez mil peleas. Se confirma así que la intolerancia continúa siendo el principal factor de generación de casos de violencia a nivel urbano, en gran parte por la ingestión de licor de los partícipes en esta clase de peleas.

Las cifras anotadas deben llamar la atención de las autoridades en torno de la poca efectividad de las campañas de cultura ciudadana que se han implementado a lo largo de los últimos años, utilizando toda clase de mensajes directos e indirectos para tratar de concienciar a los colombianos sobre la, no necesidad, sino obligación de celebrar en paz y dentro de los cánones del respeto individual y colectivo. Sin embargo, pese a todos esos esfuerzos, las riñas continúan siendo un dolor de cabeza para todas las autoridades, cada fin de semana y fechas especiales. Estadísticamente hoy fallecen más personas en Colombia por efecto de hechos relacionados con peleas callejeras o intrafamiliares, que por el mismo conflicto armado.

Dicen los sociólogos que estos fenómenos violentos se derivan de una cultura cada vez más proclive a resolver sus diferencias por la vía de la agresión, no obstante que en los últimos años cada vez son más las instancias estatales y no estatales que generan escenarios y procedimientos para que los pleitos a nivel familiar y vecinal se resuelvan por la vía de la conciliación, la justicia restaurativa y los procedimientos no punitivos de compensación del daño causado y exteriorización del arrepentimiento por parte del agresor. Tampoco parece que el agravamiento de las penas por casos de violencia intrafamiliar ha logrado disminuir en forma drástica esta clase de conductas alevosas entre esposos, padres, hijos y demás allegados. A diario se reportan decenas de casos, no pocos de ellos con saldo fatal, en los que, como suele decirse popularmente, unos van al cementerio, otros al hospital y no pocos a pagar largos años de cárcel.

Es por demás evidente que siempre que se trae a colación la alta incidencia de las riñas callejeras o intrafamiliares, el debate desemboque en que gran parte de la culpa recae en el alto grado de alicoramiento que presentan sus protagonistas. Pero habría que decir que si bien es cierto que muchas de las víctimas y victimarios en esta clase de pleitos habían ingerido bebidas alcohólicas, también hay un porcentaje importante en donde lo que se detecta es presencia de alucinógenos, y en otro volumen, tampoco desestimable, lo que se encuentra es que las personas involucradas no estaban bajo la influencia de ninguna sustancia pero aun así, en un momento de rabia o de intolerancia extrema, acuden a la violencia. Se constata de esta manera que el problema, en el fondo, no radica tanto en no saber manejar los tragos, sino en que se privilegia, por efecto reflejo o claramente intencional, la agresión como mecanismo de defensa o de ataque.

¿Qué hacer? Esa es la pregunta que suele hacerse cada vez que en fechas como el día de la madre, el del padre, el del amor y la amistad, las fiestas patrias y las celebraciones regionales o municipales, lo que comienza con alegría y distensión, desemboca en tragedia y el triste final de la presencia policial atajando borrachos, llevándolos al hospital, las morgues o a prisión. ¿Será, entonces, que no sabemos celebrar en paz? ¿O será que los violentos e intolerantes son una mínima porción de los millones que sí festejan tranquila y alegremente, pero ese lunar negro es el que más se termina notando? ¿Será que la solución está en aumentar las penas, o disminuir beneficios penitenciarios a quienes son condenados por riñas callejeras o intrafamiliares? ¿O la solución, finalmente, está en seguir insistiendo con campañas de concienciación ciudadana y mensajes, a cual más descarnados, sobre el grave costo que tiene esta clase de peleas por exceso de licor, droga y de evidente agresividad…