Claroscuro con Venezuela | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Noviembre de 2011

* Tan cercanos y distantes

* El potencial de la diplomacia 
 
Las relaciones de Colombia con Venezuela tienen luces y sombras, se enmarcan como ciertos cuadros de corte flamenco en un claroscuro; el observador al acercarse mucho al cuadro no ve el conjunto, si se separa demasiado podría confundir los detalles, perderse los matices esenciales y de alguna manera la objetividad. Así que se debe mirar el asunto a prudente distancia. Una cosa es lo que ven las partes interesadas, como los importadores y otra, los exportadores. Un matiz les interesa a colombianos que exportan y no han recibido el pago de las obligaciones de los comerciantes del vecino país, atrapados en el lío de los dólares que a cuentagotas entrega el Gobierno a los acreedores de Colombia. Una es la impresión que produce la deuda real de los productores de autopartes nuestros, que soportan aulagas por las deudas multimillonarias de los vecinos. Muy distinta la actitud de los exportadores colombianos de ganado, cuyos envíos superan en un momento dado la existencia misma de vacunos locales, lo que evidencia aberrantes casos de exportaciones ficticias. A la inversa, tenemos a empresas colombianas que se resienten por supuestas situaciones de dumping en el tema del aluminio. En las fronteras prevalece la hermandad entre las partes, como corresponde a pueblos que desde la geopolítica son uno, así artificialmente al importar el Estado Nación a la europea se hayan dividido por cuenta de Páez y Santander.
 
Los afectados por la diversidad comercial de ida y vuelta pueden sufrir de estrabismo, dados sus intereses y el efecto de la variable de los negocios en uno y otro país. Las relaciones con Venezuela no pueden verse desde el exclusivo punto de vista comercial, sino que se debe tener altura de miras, lo mismo que se necesita para observar un cuadro de estilo flamenco. Es el caso del gobierno nacional, si bien las relaciones diplomáticas no obedecen exclusivamente a los sentimientos, ni las antipatías reales o aparentes entre jefes de Estado, sino que dependen de la geopolítica, el flujo y el reflujo de los acontecimientos en 2.400 kilómetros de frontera común; también están ligadas al modelo político de cada país. Por más de un siglo las relaciones entre las dos naciones fueron razonablemente positivas, incluso con gobiernos militares o democráticos o civiles del mismo signo; por primera vez en la historia el Gobierno de Caracas avanza al modelo marxista, cuando en el mundo esa vía parece agotada y hasta Cuba restablece con el comandante Raúl Castro la propiedad privada. Mientras Venezuela expropia inversiones multimillonarias de multinacionales en su país, el Presidente de Colombia viaja al exterior en búsqueda afanosa de inversión extranjera. El Gobierno colombiano se propone construir millares de viviendas y en Venezuela se implementa el colectivismo con la obligación de los propietarios de vender a sus inquilinos las viviendas al precio que fije el Gobierno, que es expropiatorio y no contempla qué hacer si los inquilinos no pagan. Son realidades políticas que están ahí, divergencias de fondo en el sistema de gobierno que antes no se habían presentado de manera tan acusada como ahora.
 
Los que manejan las relaciones bilaterales, según el dictado de la Constitución, son los presidentes. Y en el caso de Juan Manuel Santos y Hugo Chávez, pese a continuos roces por la permeabilidad de la frontera de parte de los subversivos y bandas criminales, como por la presencia de jefes guerrilleros al otro lado de nuestros límites, existe voluntad de mantener una buena relación diplomática entre ambas naciones. Y un convenio del cual hizo referencia Santos, mediante el cual jefe guerrillero colombiano que sea localizado en Venezuela será devuelto a Colombia y entregado a las autoridades. En ese ámbito fructífero de buscar puntos de contacto se mueve la gestión diplomática del gobernante colombiano y su cancillera, María Ángela Holguín, experta en el tema. Lo que ha suscitado el apoyo de la opinión pública, lo mismo que el hecho positivo de la reactivación de la Comisión de Vecindad entre las dos naciones que debe atender las novedades más imperiosas de la relación y los conflictos bilaterales, lo mismo que informar a los gobiernos.
 
Resulta paradójico que Venezuela que ha nadado en dólares durante el gobierno del comandante Hugo Chávez, con el mejor precio del petróleo de todos los tiempos, tenga problemas para financiar proyectos de desarrollo. Su economía esta alicaída y Caracas ha tenido que solicitar un préstamo de US $ 4.000.000 millones a China para invertir en Pdvsa, con la finalidad de aumentar la producción de crudo. Así como tiene crédito casi ilimitado para la compra de armas a Rusia, mientras se ve a gatas para invertir en desarrollo y ha sacado toneladas de oro del exterior para prevenir eventuales embargos.