Claroscuro del acuerdo | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Mayo de 2013

SE  dice que Enrique Santos estuvo conviniendo con los dirigentes de las Farc las posibilidades de una paz negociada con el gobierno de su hermano Juan Manuel Santos. Poco se conoce de esa fase preliminar y lo que pensaban los subversivos, en tanto existe un documento del propio periodista en el cual explicó la naturaleza inicial de esas conversaciones. Escrito que alguno de los negociadores en Cuba consideró un tanto vanidoso. Reacción irrelevante puesto que lo que importa es que Enrique Santos y la contraparte cristalizaron unos puntos fundamentales, los cuales recibieron el apoyo del Presidente y de la cúpula de las Farc. Lo que dio lugar a los prolegómenos  en Oslo, que, en medio del escepticismo de unos y el optimismo moderado de los más, contribuyó a superar los escollos como el accionar terrorista del grupo subversivo y la dificultad para mostrar que tenían cierta voluntad de llegar a un acuerdo que facilitara avanzar hacia al fin del conflicto. La opinión pública colombiana se dividió de inmediato, pues muchos consideraban contraproducente negociar con los bárbaros a punto de ser derrotados militarmente. Y sigue aún dividida, puesto que son millones los que estiman que los golpes que el Gobierno actual le ha propinado a las Farc y al “Secretariado”, a través de la eliminación de varios de sus cabecillas, empujaban a la inevitable derrota militar de los guerrilleros. Opción que, a su vez, derivaría en más muertos, heridos y ataques terroristas.

Para evitar este último alto costo, la política  de negociar con el visto bueno presidencial se abrió paso con la finalidad  de acabar, de una vez por todas, con la sangrienta  confrontación. Así se disponga que los diálogos avanzaran sin un alto el fuego, puesto que por experiencia se considera que cuando se negocia bajo una tregua los subversivos aprovechan para extender su influjo por el territorio nacional y crear nuevos frentes de combate.

Las conversaciones en La Habana han sido un tanto zigzagueantes. La mayoría de los analistas y periodistas, distintos de los negociadores oficiales, han comentado que los agentes de las Farc y su entorno, con independencia de su discurso guerrerista, no tienen la misma mística de los tiempos de Tirofijo y el Mono Jojoy. Los ataques sorpresivos del Ejército y los bombardeos les impiden el sosiego y las largas temporadas de relativa calma que tenían antes de que el Estado recuperara el poder de fuego desde el aire, lo que ha cambiado el curso de la guerra. Sin que se consiga de manera paralela acabar con los cultivos ilícitos ni impedir que sigan exportándolos, así en ese campo de cortarles a los ilegales esa fuente de financiación se hayan logrado notables avances oficiales.

Lo cierto es que entre tanto, quizá como presión para la negociación, ha trascendido que el grupo subversivo cuenta con misiles tierra-aire que han sido utilizados contra la Fuerza Aérea, que guarda silencio al respecto.

La muerte del comandante Hugo Chávez, principal garante de las negociaciones y del proceso de paz, según expertos, ha sido clave en acelerar los tiempos  en La Habana, en tanto existen temores de un posible golpe militar en Venezuela, que, como consecuencia, haría insostenible que los jefes de las Farc y sus milicianos sigan teniendo como refugio ese país. La incertidumbre sobre las negociaciones y el trasfondo de lo que se discute en La Habana, han tenido efecto negativo en la opinión y en las encuestas, con algunos puntos a la baja del presidente Santos, puesto que se había afirmado por parte del Gobierno que se levantaría de la mesa de negociaciones en caso de que los violentos se empecinaran en sus viejas diatribas dilatorias.

Ahora, con el acuerdo general en materia de política agrícola, anunciado este fin de semana, se ha querido prender la antorcha en medio de un panorama que tendía a oscurecerse día a día.  Es verdad que la división de la opinión sigue y no es para menos, pero se ha llegado por lo pronto a una minuta generalista que pactan los negociadores y que será sometida, posteriormente, a un sistema de aprobación popular por establecer.

La jerga del comunicado conjunto es amplísima, de esas que acostumbran los partidos para buscar captar a los electores, que por tocar temas tan amplios la podrían firmar gentes de distintas tendencias políticas. Lo que significa que lo que se busca es mostrar resultados y la voluntad de los negociadores de llegar a un acuerdo. Cuando se conozca la interpretación de esos puntos y la posibilidad de desarrollarlos se podrá emitir un juicio más claro.

Lo interesante es que dadas las condiciones políticas actuales y el entorno local e internacional, a las Farc no les conviene romper las negociaciones ad portas de unas  elecciones. Lo que favorece al Gobierno y, seguramente, lo hará subir en las encuestas. 

La encrucijada está en el hecho de que no es conveniente que se politicen las negociaciones, puesto que por esa vía y la incertidumbre de avanzar con esos temas en tiempos electorales, podría ser usado el entuerto para agriar el debate democrático en las urnas. El peor escenario posible es que la paz penda de las elecciones, puesto que para alcanzarla se requiere un consenso nacional. La paz, la negociación y el arreglo político entre  el Gobierno y los alzados en armas, requieren de un gran respaldo popular y de mayores muestras de buena voluntad de los subversivos para con la Nación que incendiaron y con las víctimas, principalmente, las gentes que viven en la periferia del país y que desde hace medio siglo no han tenido ni un día de paz y han vivido y padecido el horror de la guerra. Así que, de nuevo, hacemos votos a favor de una paz con honor.