Clima petrolero | El Nuevo Siglo
Martes, 20 de Septiembre de 2011

* Preocupante situación en el Meta

* Un mar de hipótesis por aclarar

Las  protestas que se empiezan a volver más frecuentes en algunos campos de exploración y explotación petrolífera en los Llanos Orientales constituyen un campanazo de alerta. Es urgente que el Gobierno redoble los esfuerzos para esclarecer qué es lo que está pasando en esa zona.
Las versiones que circulan son muy contradictorias sobre la génesis de estas alteraciones del clima laboral y de orden público. Algunas agremiaciones sindicales advierten que las condiciones salariales y laborales de los trabajadores de esos campos son violatorias de la normatividad vigente. Las respectivas empresas replican que no hay tal, dicen que así lo han probado al Ministerio de Protección Social y recalcan que sus empleados tienen sueldos, prestaciones sociales y beneficios similares a los que devengan el resto de empleados de esta industria en todo el país que, como se sabe, tienden a ser muy altos. Otras hipótesis culpan de toda esta tensión, que incluso semanas atrás degeneró en asonadas, bloqueo de producción y hasta quema de vehículos en Puerto Gaitán (Meta), a las compañías contratistas, a las que señalan de vulnerar los derechos de los trabajadores. También se ha escuchado decir que todo el problema se origina por una presunta puja entre varias organizaciones sindicales del sector de los hidrocarburos y la minería que compiten por afiliar a quienes laboran en los nuevos yacimientos y polos de desarrollo de crudo. Tampoco han faltado las denuncias en torno de que las protestas estarían siendo infiltradas por grupos guerrilleros que quieren boicotear el clima de progreso que hasta hace pocos meses primaba en la región. Y como si fuera poco, se rumora que algunos candidatos a las elecciones regionales y locales podrían estar incitando las manifestaciones con fines puramente politiqueros, bajo la tesis de que a mayor presión a las empresas petroleras éstas se convertirán en una especie de ‘Estado paralelo’ que debe solucionar todas las falencias de las zonas adyacentes a los campos en materia educativa, vial, de vivienda, infraestructura, empleo…
Como se ve, la situación es muy compleja. Si bien el Gobierno viene liderando y ambientando las mesas de negociación entre las empresas y los representantes de los trabajadores que protestan, lo cierto es que el asunto va más allá del aspecto meramente laboral. Aquí se está gestando una problemática más profunda que si no se resuelve a tiempo se podría contagiar al resto de operaciones petroleras en otras regiones del país, afectando no sólo la meta de llevar la producción de crudo a un millón de barriles al día, sino creando prevención entre varias multinacionales que están muy interesadas en operar en Colombia o extender sus actividades, enganchadas por la oferta de bloques de exploración atractivos, seguridad jurídica y un clima laboral estable, muy distinto al que se vivió años atrás cuando los paros de trabajadores del sector de los hidrocarburos se extendían por semanas y las pérdidas eran multimillonarias.
Es necesario, por tanto, ser más contundentes en la reacción a este  foco de inestabilidad de la industria que se está generando en el Meta. El cruce de señalamientos respecto de si se respetan o no los derechos laborales es fácil de dilucidar con una permanente vigilancia por parte de los delegados de Protección Social. Debe  redoblarse el pie de fuerza militar y policial en la zona para evitar infiltraciones guerrilleras. La Gobernación, que recibe millonarios recursos por regalías, tiene que ponerse al frente de las exigencias de los pobladores que no tienen nada que ver con la actividad petrolera. Y las agremiaciones sindicales aclarar cuál es su papel en la zona, sobre todo porque la mayoría de los empleados de los campos dicen no estar afiliados a ninguna central obrera ni delegado en ellas vocería alguna. Asimismo, las autoridades y partidos deben aclarar si hay móviles electorales detrás de las protestas. No hay tiempo que perder, la demora sólo favorece el deterioro de una situación ya de por sí tensa y crítica.