* Se calienta cumbre de las Américas
* Obama, Chávez y nuevas realidades
A dos meses del arranque de la VI Cumbre de las Américas que se llevará a cabo en Cartagena el ambiente geopolítico alrededor de la cita de los 34 presidentes y jefes de gobierno comienza a calentarse. La semana pasada un informe de este diario daba cuenta de que el cónclave de los mandatarios del continente tiene muchas implicaciones, comenzando por la coyuntura reelectoral en que están imbuidos los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Venezuela, Hugo Chávez, que no sólo se ubican en dos orillas ideológicas distintas, aunque el primero siempre esquive la beligerancia verbal del segundo, sino que aprovecharán seguramente el escenario para tratar de ganar réditos políticos internos y externos.
El pulso entre Washington y el bloque del autodenominado “socialismo del siglo XXI”, que tiene a Caracas a la cabeza de un grupo integrado también por Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba, empezó a vislumbrarse este fin de semana, luego de que las naciones que hacen parte de la llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) plantearan la posibilidad de no asistir a la Cumbre en Cartagena si el régimen isleño no es invitado oficialmente. La propuesta fue puesta sobre la mesa por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, secundada por los mandatarios de las naciones ya mencionadas así como de los enclaves caribeños de Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas, al tiempo que el propio Chávez dijo que buscaría hablar con Colombia, como país anfitrión del cónclave continental, al respecto.
La semana pasada el informe periodístico daba cuenta de que la cita en La Heroica implicaba un gran reto diplomático para el gobierno Santos, cuya política internacional se ha basado desde que llegó al poder en fortalecer y redimensionar las cruciales relaciones con Washington, dado que Colombia es el principal aliado de la Casa Blanca en la región, y de forma paralela reconstruir la nula interacción política, diplomática y hasta comercial con Venezuela y Ecuador heredada de la anterior Administración. En año y medio se ha avanzado en ambos sentidos, toda vez que, por ejemplo, Estados Unidos por fin ratificó el dilatado Tratado de Libre Comercio, mientras que con Caracas y Quito se restablecieron paso a paso las relaciones a todo nivel, en el marco de una delicada y muy esforzada labor de la Casa de Nariño y la Cancillería. No ha sido una tarea fácil, incluso ha requerido tragarse algunos sapos y las polémicas internas han estado a la orden del día.
En ese orden de ideas, es claro que Colombia como anfitrión de la Cumbre de las Américas deberá hacer las veces de árbitro y componedor en lo posible de las tensiones entre las distintas naciones y tendencias ideológicas y políticas, lo que sin duda requerirá de una dosis de equilibrio y dinamismo diplomático al más alto nivel.
Si bien hasta el momento Bogotá ha logrado maniobrar en un escenario continental cada vez más polarizado, y prueba de ello han sido las actuaciones ponderadas de nuestro país en la OEA, la Unasur y la recién creada Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) -que excluye de manera consciente y directa a Estados Unidos y Canadá-, el reto en la Cumbre de las Américas es aún mayor por la coyuntura geopolítica de un continente en el que si bien se viene desacelerando la tendencia de gobiernos izquierdistas, populistas y marcadamente antinorteamericanos, los que quedan se han fortalecido, como lo prueba la reelección de Ortega, la permanencia de los Castro o la posibilidad de que Correa gane otro período el próximo año, en tanto la suerte de Chávez aún es incierta.
América tiene una realidad muy cambiante. En México el PRI asoma de nuevo, Brasil se confirma como potencia mundial, el kirchnerismo domina Argentina, Colombia surge como economía emergente y Latinoamérica podría dejar de ser el oasis en medio de la recesión financiera y productiva en todo el planeta. Asimismo, Europa, Rusia y China consolidan alianzas comerciales con el sur del continente, en tanto que crisis geopolíticas mundiales, como la tensión nuclear con Irán, también generan ruido en la región. Una candente antesala para la Cumbre de las Américas que se vislumbra como un foro que podría superar lo protocolario, las declaraciones gaseosas y las anécdotas de fotos de abrazos y consensos que no trascienden a nada.