Conservatismo es desarrollo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 1 de Mayo de 2013

Es frecuente que las gentes se pregunten sobre los postulados de los partidos y que no sepan a que atenerse, quizá por la herencia del Frente Nacional, cuando los dos partidos antagónicos conciliaron objetivos para repartirse el poder en aras de la convivencia. Desde entonces, la pugnacidad política se enfrió, el hecho de participar en el Congreso de la misma defensa del gobierno alternativo conservador y liberal, de estar en las mismas juntas directivas o pertenecer a los mismos comités bipartidistas que organizaba Alberto Lleras a cada elección presidencial para sacar avante a su candidato, que lo era de ambos partidos, modificó el viejo esquema pendular de la política  nacional.

 Alfonso López Michelsen, quien alzó la bandera del liberalismo revolucionario contra el Frente Nacional, cuando llegó al poder, gobernó con los conservadores, a los que les entregó los ministerios de la economía. El influjo del espíritu  frentenacionalista sigue hasta hoy con Juan Manuel Santos. Se da un interregno con Virgilio Barco, dominado por sus asesores, que lo inducen al gobierno de partido y forzaron la salida de los conservadores. La dinámica del apaciguamiento de los partidos que antes se lanzaban a duelo en cada elección presidencial obedece a que el comercio, la industria, las empresas de servicio han crecido y ofrecen alternativas para que se destaquen elementos preparados y ganen buenos salarios. Incluso, hasta para saltar a la política.

Claro que un ministerio, un instituto oficial, facilitan más que una persona se singularice y aparezca en los medios. Si una Universidad privada hace reformas, no se ocupa de difundirlas a la calle, si se trata de un instituto oficial manejado por un político con ambiciones lo primero que hace es darlas a conocer y mojar prensa. En las campañas presidenciales actuales se forman agrupaciones de distinta  procedencia política para favorecer determinada candidatura. Lo que no obedece a un movimiento doctrinario, sino a mecanismos electorales o de aspiraciones burocráticas. A cada elección presidencial el tema del conflicto armado cobra fuerza y se vota, alternativamente, por hacer la guerra contra los reductos de la subversión o conseguir la paz mediante  la negociación.

Por efectos de la guerra fría y de la coalición bipartidista, como de la aparición de la subversión en los campos, ambos partidos han sido anticomunistas o antirrevolucionarios. Y por cuenta de esa misma violencia desatada por los seguidores de Fidel Castro en nuestro país, aquí la izquierda no ha tenido las mismas posibilidades electorales del resto de Hispanoamérica, ni se dan coaliciones tipo frente popular o como la de los socialistas chilenos y los democristianos. La postura política de los partidos políticos colombianos signados por el clientelismo que se instauró por cuenta de la Senaduría nacional y las elecciones de alcaldes, que han degenerado en una operación de miniempresas electorales, alianzas non sanctas y negocios turbios con apoyos millonarios para ganar y comprar adeptos.

Pese a lo cual ahí están los postulados conservadores, más vigentes que nunca, de defensa de la familia, del orden, de la libertad, la cultura, la justicia, la dignidad humana, los derechos y deberes del hombre, de nuestras tradiciones más caras y modo de ver la vida, como de la propiedad, la libre empresa. Sin que eso sea todo: el compromiso conservador defiende la fortaleza e intervención del Estado, desde el momento que el Libertador constituyó el Ejército Gran Colombiano y que alcanzó la gloria  con el mariscal Antonio José de Sucre en Ayacucho. El conservatismo que seguía los principios nacionalistas de Rafael Núñez, acabó militar y políticamente con las guerras civiles del siglo XIX, lo que permitió la larga paz hasta los años treinta. Un Ejército poderoso y eficiente es vital para Colombia.

Fortalecer el Estado y consagrar el imperativo del orden y el desarrollo tecnológico con crecimiento es obsesión conservadora. Y la planeación y la técnica deben contribuir a que se cumplan esas  grandes metas. El conservatismo, junto con las fuerzas de orden afines, es partidario entusiasta de un canal interoceánico en el Atrato, de incorporar la Orinoquia a la productividad nacional, arborizando seis u ocho millones de hectáreas, que darían trabajo a los desmovilizados. Estamos por la construcción de una refinería de hidrocarburos en el Llano  y con urgencia de un oleoducto. Como de construir el aeropuerto de Bogotá en esa zona. En infraestructura vamos por el objetivo de cruzar de carreteras la periferia del país y construir nuevos puertos. Lo mismo que de comunicar por vía fluvial las regiones hasta las distintas fronteras. Estamos por explotar la riqueza mineral y proteger la naturaleza y la biodiversidad. Favorecer la agricultura, la investigación y la tecnología en todos los ramos, para convertirnos en despensa de terceros países. Exigimos que el país tenga un satélite propio con fines de estudiar mejor nuestra riqueza y favorecer el desarrollo y el agro, como la defensa nacional. Desarrollar la periferia del país es la gran meta para la paz. Y en política urbana tenemos mucho que decir y hacer.