* Las políticas discrepantes
* Se dibuja el escenario hacia el futuro
La extensa entrevista del expresidente Álvaro Uribe en W Radio tuvo tanto de largo como de ancho.
Es evidente, frente al presidente Juan Manuel Santos, que intenta hacer una diferenciación franca y abierta entre su Gobierno y el de él. Y lo hace precisamente luego de decir hace unas semanas que este carecía de sintonía y bases populares, ante lo cual el presidente Santos ha venido adelantando giras por el país en las que pretende aglutinar la mayor cantidad de voluntad y convocatoria posibles en torno de la Ley de Tierras y su desarrollo. Es decir, como lo ha dicho Santos, que este es el Gobierno de los campesinos y su propósito es así demostrarlo en los diferentes Departamentos de la Nación, en especial en las áreas más conflictivas desde el punto de vista agrario y de desplazamiento contumaz.
No deja de ser curioso, claro, que Uribe reclame el hecho de que en Necoclí no había más de 5.000 personas, mientras el Gobierno habla de 30 mil. Son datos, como él mismo lo reconoce, en los que se enredan los políticos cuando se trata de manifestaciones.
El hecho cierto es que la calma puede provenirle de sentirse más cómodo con lo que parecería una estrategia de corto, mediano y largo plazo. En efecto, al decir que Abraham Lincoln también tuvo el gabinete de los contrarios, toma distancia para discrepar de la agenda gubernamental.
Sorprende, claro, que un expresidente recién salido de su cargo, antes que hacer por la debida y pronta justicia bajo el debido proceso, acepte y auspicie mecanismos jurídicos internacionales cuando el deber de cualquier ciudadano, según lo establece la Constitución en su artículo 95, es colaborar con el funcionamiento de la administración de justicia.
En tanto, el expresidente, ya no por Twitter sino en la dilatada entrevista, deja entrever, punto por punto, el contraste con el actual Gobierno. Así, a la Ley de Víctimas le opone la restitución por vía administrativa, y a la Ley de Tierras le enfrenta la extinción de dominio. De la misma manera, aduce que fue la seguridad democrática la que impidió la compra extensiva de tierras por parte de los narcotraficantes, mientras que explica que al contrario son positivas compras legítimas como la de Argos. El hecho, cualquiera sea el tema, es que hay ahí una profunda discrepancia entre Santos y Uribe sobre el pensamiento que se tiene en asuntos agrarios y que se verán adicionados con la Ley de Desarrollo Rural.
Por igual, Uribe intenta demostrar que su Gobierno fue ante todo ahorrativo y cuidadoso con el gasto público, en tanto presenta al de Santos como despilfarrador y proclive a la creación de burocracia inocua. Se reafirma en su reforma administrativa y con ello deja entrever que la de Santos, con respecto a la creación de los Ministerios de Justicia, de Trabajo y de Salud, además de múltiples Agencias, va en la dirección incorrecta.
Igualmente sostiene que su modelo tributario, incluidas las exenciones, era favorable, mientras que desdice que el Ministerio de Hacienda no haya presentado la reforma tributaria que viene anunciando desde hace tiempo. Ratifica que lo indispensable para el país es la inversión extranjera y toma como suyo el hecho de haber pasado de dos mil a 19 mil millones de dólares en este rubro, a hoy.
Frente a lo anterior, el hecho evidente, aun reiterando los temas de seguridad, es que Uribe no se siente decididamente representado en Santos. Este, por su parte, ha sostenido una y mil veces que no peleará con él. El caso es que, al parecer, ya no se trata simplemente de pugnas. El asunto ha trascendido a la política neta y programática y es ahí donde parecen desenvolverse los hechos hacia el futuro.