De cómo se traga un sapo… | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Marzo de 2022

* Hacia la nulidad democrática

* La deriva de la Registraduría

 

 

De repente, cuando parecía existir una mayoría de partidos en favor del recuento general de votos del Senado, para recuperar la confianza en la democracia colombiana en los términos constitucionales prescritos, la situación dio un viraje intempestivo. Con ello, la propuesta del Registrador de volver a contabilizar la totalidad de los sufragios quedó en nada. Y el Consejo Nacional Electoral fue eximido de pronunciarse al respecto.

De ese modo, el portentoso caudal de al menos 400.000 sufragios que se adicionaron a la lista del Pacto Histórico, por un aparente desfase entre el preconteo y el escrutinio, ha quedado legitimado. En esa perspectiva, aquella alianza política ha logrado la máxima votación y el mayor número de curules en el Senado. Un hecho histórico. Ciertamente. Y no deja de ser posible que pueda obtener registros y escaños adicionales, navegando a placer en los abstrusos vericuetos respectivos.

Por supuesto, lo que más se notó en la reunión de la Comisión de Garantías Electorales, convocada de emergencia a los efectos, fue una férrea unión de las corrientes izquierdistas para que el recuento general no se diera. Lo que por su parte resultó sorpresivo, puesto que hasta hace pocos días hablaban de un estruendoso fraude cometido en las barbas de todo el mundo. Ahora la tesis fue exactamente la contraria: hay que tener plena fe en las instituciones y permitir el curso de las normas establecidas, pese a los errores descomunales. Es decir, para el caso, dejar tan sensible asunto, que como se sabe compromete al sistema democrático entero, en manos de los incisos, los parágrafos y los difusos métodos del menudeo electoral en las lóbregas oficinas correspondientes.

Pero lo que más impactó no fue esto. Al fin y al cabo, a la izquierda le convenía más “pájaro en mano que ciento volando”. O sea, que era mejor aceptar de una vez por todas las 19 curules logradas, en el 97 por ciento del escrutinio, no va y se diera el caso de que hubieran de retornar a los 16 escaños adjudicados en principio por los sistemas de la Registraduría. Mejor, pues, dejar así, en vez de acceder a un recuento general de los votos que podía eventualmente modificar el ejercicio… Pero, aun de esta manera, lo que más sorprendió fue la actitud de otros partidos que, tal vez en la misma dirección de no ser afectados por los nuevos registros, también se plegaron a los incisos, amparando sus resultados inciertos, en lugar del gigantesco compromiso que se tenía de restablecer la credibilidad democrática perdida.

Muchos fueron, en efecto, los discursos enunciados en esa dirección. Muchos, justamente, se rasgaron las vestiduras y hablaron de defender las instituciones. No obstante, cuando se llegó la hora de hacerlo, permitiendo el recuento general, escurrieron el bulto, tomaron las de Villadiego o concluyeron sin congruencia alguna. Fue un espectáculo que, disfrazado de consenso y supuestas garantías, dejó al descubierto el tinglado de los intereses partidistas, pero no los de la democracia. Un consenso, por lo demás, que no es cierto. Y conducta en que se dejan las cosas exactamente en el mismo punto muerto en que se hallaban.     

Los verdaderos demócratas se miden cuando la democracia está en riesgo o se necesita con apremio superar las deficiencias. No es, desde luego, llamando a desconocer el sistema democrático como se puede asumir su defensa. Pero tampoco es dable aceptar los exabruptos, tapándolos a punta de retórica y sin conclusiones fehacientes, como se puede mejorar su desempeño. 

Por su parte, ya se sabe que, con su propuesta de reconteo ampliamente desestimada, el Registrador pasa a ser un ente fantasmagórico que puede renunciar o no: da lo mismo. Bien lo había presentido, en su momento, de que la democracia quedaba herida en materia grave en caso de no llevarse a cabo ese procedimiento legitimador. Y así debió insistirlo. Pero, en vez de hacerlo, se escudó en el presunto “consenso”, además dizque para buscar una “salida”, como si las necesidades de la democracia y, ante todo, de los electores comunes pudieran feriarse en un dos por tres. Y así cambiar de posición, tragándose tamaño sapo sin pestañear, pero eso sí, dejando la estela espumosa y creciente de que no hay quien coordine la organización electoral en tiempos de campaña presidencial. De manera que en esas, mal andamos…