* Arrecia el fundamentalismo
* El drama sirio
Cuando se iniciaron y arreciaron las protestas que sacudieron los regímenes del Medio Oriente, la prensa occidental entró a hablar de la Primavera Árabe, sin que nadie atinara a explicar quien movía los hilos de la protesta contra desgastados gobiernos. ¿Acaso en Occidente se había descubierto tardíamente que algunos Estados de los que eran aliadas las potencias y les suministraban crudo desde hace varias décadas, eran dictaduras o simples satrapías? Eso lo sabían desde los tiempos de la I Guerra Mundial, cuando Inglaterra y Francia, preferentemente, se hicieron a parte del atomizado Imperio Otomano. En esa repartición la mejor tajada se la llevó Inglaterra que sabía cuales zonas tenían las mayores posibilidades de encontrar petróleo. Los ingleses poco caso le hicieron al legendario Lawrence, quien organizó la rebelión en el desierto y estaba por la creación de una gran Siria, lo mismo que la división de la región en países con una mayor afinidad y realismo político. Por lo que se crearon en antiguas zonas tribales países con grandes problemas de hostilidad religiosa y rivalidades étnicas que impulsan a la dispersión. Pueblos que desde siglos se han diferenciado por el acendrado caudillismo contrario a las democracias griegas u occidentales.
Así que la lectura que se hizo en Europa sobre una Primavera Árabe, que conduciría a nuevas democracias en el Medio Oriente, resulta un tanto equivoca. Se dijo que las dictaduras autoritarias y hereditarias serían sustituidas por la democracia. Lo mismo que se amenazó a algunas monarquías con el mismo remedio. Se trataba de aprovechar la ocasión para debilitar el islamismo y facilitar el acceso al poder de partidos políticos al estilo de la Unión Europea. Lo que contrastaba con la postura que prevaleció durante gran parte del siglo XX que sostenía que era mejor negociar con personalidades fuertes enquistadas por décadas en el poder, que con distintos partidos accidentales divididos que fácilmente tendían a caer en las garras de la izquierda o de revolucionarios. Hoy vemos que, por el contrario, en Irak, en Libia, en Egipto y en otras naciones reverdece el fundamentalismo. Mientras que en Marruecos se fortalece la democracia. Claro está que la supuesta estabilidad de los regímenes al estilo del de Mubarak, pese a sus buenas relaciones con Estados Unidos e incluso con Israel, nunca fue firme, así Occidente lo registre tras treinta años de dictadura y expoliación por cuenta del autócrata, hoy enjuiciado.
La situación en Siria ha estado signada por el gobierno de Hafez al-Assad, del que hereda el poder el actual gobernante Bashar al-Assad. Se trata de un socialismo exótico al estilo del que ha surgido en Corea del Norte o en Cuba con los hermanos Castro, algo que no cabría en la cabeza de Marx, ni de Lenin. Estos gobiernos que se dicen socialistas tienen en común que están manejados por una nomenklatura, que es la que se beneficia de las canonjías, ventajas y dividendos del poder. ¿Estas protestas y el conflicto armado que se vive en Siria significan una evolución por la democracia? Todo parece indicar que se avanza a una confrontación civil en la cual un renovado fundamentalismo pugna por el poder. El caso sirio no es el mismo de Ben Ali en Túnez, ni el de Egipto, ni el de Libia. Es evidente que Siria cuenta con un fuerte apoyo de Rusia, que tiene una base en su territorio, lo mismo está ligada a una estrecha relación con Irán, así como cuenta con la solidaridad de China, lo que le permite que en el Consejo de Seguridad de la ONU Rusia y China recurran al veto para impedir -de momento- las maniobras políticas de las potencias occidentales o una intervención militar al estilo de la que sufrieron Afganistán, Irak o más recientemente Libia.
Lo cierto es que el drama de Siria no produjo la caída del régimen, sino una suerte de guerra civil, con continuos bombardeos y masacres, como la muerte de periodistas nativos y extranjeros, que han conmovido a la opinión internacional, que clama por un alto el fuego. Un cese de hostilidades en la ciudad de Homs a lo que instan las potencias de Occidente y la misma Rusia. La ONU ha designado a su exsecretario Kofi Annan para que intente una misión de paz, que de no alcanzar su objetivo podría significar el preludio de la intervención de los cascos azules.