De nuevo el país en la picota | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Julio de 2021

* El horrendo crimen del presidente de Haití

* Colombia a la deriva en el mar de confusiones

 

Por supuesto hay una diferencia abismal entre si el grupo de exmilitares colombianos que actuó esta semana en Haití estaba contratado con el objeto de complementar legalmente la seguridad del presidente Jovenel Moise o si, por el contrario, estaba dirigido a matarlo. Porque en el primer caso es sabido que los exintegrantes del Ejército nacional gozan de amplio crédito en el mercado antiterrorista en el mundo y, en el segundo, se confirmaría, a la inversa, que también ocurre lo propio en el mercado terrorista.

Por tanto, es indispensable para Colombia que se devele con claridad y prontamente lo ocurrido por cuanto la confusión reinante no ha hecho más que añadir otra mácula a la imagen internacional del país.

Ya de antemano se había logrado, en cierta proporción, reversar lo que en principio ciertas redes sociales intentaron presentar hacia el exterior, durante el paro de hace unas semanas, como una celada antidemocrática de las fuerzas legítimas del Estado. Se trató, evidentemente, de una maniobra perversa urdida para neutralizar el principio de autoridad, fundamento de nuestra democracia. Y con ello dar vía libre a la anarquía, con base en el vandalismo desenfrenado y el impacto catastrófico de los bloqueos viales, que nada tenían que ver con las protestas y las reivindicaciones sindicales.

De hecho, la reacción gubernamental fue tardía, tanto externa como internamente, lo que permitió que los agentes desestabilizadores y exiguos de siempre prosperaran en sus propósitos rutinarios de sacar réditos siniestros de la violencia. Solo bastante después pudo explicarse al mundo y a nuestros aliados principales que las cosas no eran como se presentaban. Puesto que, por el contrario, había sido la inmensa mayoría de colombianos la que había sufrido un ataque sistemático de sus libertades y derechos humanos. Y que aquellos casos puntuales en los que se hubieran desbordado los límites sensibles de la fuerza proporcional, en las marchas, serían investigados y sancionados acorde con el desarrollo irrestricto de la ley. Incluso en el menor tiempo posible, como en efecto se ha hecho y debe hacerse.

Quedó así, al menos en parte, contrarrestada la vieja y fallida consigna de hacer ver al país bajo la lupa de un inexistente espejismo autoritario. Intentona que una y otra vez surge con el objetivo de reducir la democracia colombiana a la fórmula infame de quienes pretenden actuar, de forma torticera, de pontífices de la libertad cuando no han hecho más que triturarla. Y quieren convertir, además, el sistema democrático colombiano en el remedo déspota de otras latitudes latinoamericanas.

En otra perspectiva, de nuevo poniendo a Colombia en la mira mundial, la noticia de que un comando de 26 nacionales, con varios exoficiales y exsoldados del Ejército en el grupo, había atentado contra el presidente de Haití, torturándolo y asesinándolo en su residencia de Puerto Príncipe, no ha podido más que causar hondo estupor en el país. Sería muy grave, ciertamente, que se llegara a confirmar que militares con una de las mejores preparaciones del mundo en el combate contra el terrorismo se pasaran, a poco de su retiro de las fuerzas oficiales colombianas, al bando de los terroristas internacionales. Lo que de inmediato pondría en tela de juicio el arduo entrenamiento que se lleva a cabo en nuestro país para seguir arrinconando a la alianza narcoguerrillera. Ya que, en esa medida, muy poco se estaría haciendo si, de una parte, se logra el triunfo de la democracia internamente, pero de otro se terminan a la larga exportando contingentes, así sea a las espaldas de las autoridades nacionales, que impidan estruendosa y violentamente el progreso democrático en otras esferas del exterior.

De otro lado, para cualquier colombiano es por anticipado doloroso lo que suele suceder en Haití. Con mucha frecuencia se olvida que fue esa nación de Alejandro Petión una de las primeras de América en adquirir la libertad. Y que luego, con sus ayudas financieras, de barcos y de tropas al Libertador, se hizo en parte posible el proceso independentista colombiano. De modo que Haití debe gozar de un lugar especial en el corazón de Colombia.

En esta ocasión, entre tantas de sus tragedias frecuentes, ha sido asesinado el presidente que quería consolidar la turbulenta democracia haitiana a partir de un referendo que llevara a una nueva Constitución y cercara la corrupción tan extendida en la isla. Por lo demás muy representativa de la oposición chavista. Esperamos, acorde con las últimas evidencias, que semejante crimen no tenga el más mínimo asomo de intervención colombiana de cualquier índole. So pena de quedar de nuevo en la picota internacional, sin mayores explicaciones que poder dar al respecto.