De Sansón a Rousseff | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Octubre de 2015

El descalabro económico

La solución paraguaya

 

EN  el Brasil la situación política es tan dramática y caldeada que algunos analistas comparan la crisis política que afecta a la presidenta Dilma Roousseff, con el famoso ejemplo bíblico de Sansón, quien prefirió sacrificarse y presionar el derrumbe de las columnas del templo del dios Dragón, dado que muchos hebreos se habían desviado en el culto tradicional y estaban en el recinto, por lo que al sucumbir él caía junto con los filisteos. En el caso de la mandataria del vecino país, el momento político es divergente en cuanto ella está tan debilitada políticamente que al pretender seguir en el poder agudiza la crisis económico-política en Brasil, lo que podría precipitar el descalabro de la democracia, con efectos desastrosos para todos los partidos y, en particular, los “socialistas del siglo XXI”, agrupados en el Partido de los Trabajadores que en su día fundó el expresidente Lula Da Silva y consiguió llevar al poder por la vía electoral.

Otro de los paradigmas que se cumple en el vecino país es aquel que señala que los conservadores suelen recuperar la economía de las naciones, en tanto que las izquierdas, por lo general, derrochan y comprometen las finanzas estatales, como pasa en Venezuela y otros países de la región bajo el predominio del populismo.

Ahora bien, sería injusto atribuirle a la Presidenta toda la responsabilidad de la crisis que agita negativamente la economía de Brasil, ya que parte de la culpa es del gobierno anterior, pero en el cual ella tuvo grandes responsabilidades. Se recuerda, en particular, que  presidió la junta directiva de Petrobras, la poderosa empresa estatal en donde se montó un tinglado de corrupción de tal magnitud que tiene ad portas de ir a prisión hasta al mismo Lula Da Silva, quien ahora amaga con una candidatura presidencial que nació, por la misma causa, desprestigiada.

La turbulencia en Brasil, que pasó de figurar como una  potencia continental y mundial, gracias a las visionarias reformas y decisiones del presidente Cardoso, a ser hoy por hoy un país en retroceso y franca caída, es de tales dimensiones que preocupa a todos sus vecinos. Y no es para menos: una nación  con 200 millones de habitantes y notable capacidad de compra, al entrar en crisis su economía afecta el entorno, en especial el Mercosur. Y pensar que hace apenas un par de años se especulaba que Brasil sería el músculo financiero de la región, pero en la actualidad sus grandes banqueros y numerosos empresarios están con el agua al cuello.

Para Colombia es vital mantener una estrecha relación económica con Brasil y duele ver que su economía parece hundirse cada día. La crisis política allí es de tal proporción que la Presidenta considera que es posible que se esté fraguando un golpe de Estado al estilo de Paraguay. Como se recuerda, en este último país fue juzgado y destituido por ineptitud el presidente Lugo, un izquierdista pintoresco. No suena descabellado que el fenómeno se repita en Brasil, al considerar que la aprobación al gobierno es de apenas el nueve por ciento. En tanto, en las grandes urbes de Brasil se organizan a diario manifestaciones en su contra que exigen a gritos su renuncia. Lo que más llama la atención de esas gigantescas  marchas es la pasión que une a los opositores de todas las tendencias, algo nunca visto en los últimos años.

De otro lado, en alguna medida la crisis que agita al Brasil tiene que ver con las aulagas que afectan el crecimiento de China, potencia que está muy ligada a los grandes proyectos económicos en la nación suramericana. Si bien la caída de los precios del crudo es lo que más agobia  las finanzas públicas, también lo hacen los escándalos de corrupción que envuelven a gobierno, políticos y contratistas del PT. Del Brasil que tiempo atrás crecía constantemente y representaba el 50% del PIB de esta parte del mundo, poco queda. La caída libre de la imagen del gobierno no se ha podido amortiguar ni con el apoyo de líderes mundiales como Ángela Merkel y algunos organismos internacionales. The Economist resalta que el gobierno perdió la confianza. El descalabro es de tal magnitud que el Tribunal de Cuentas y el Congreso rechazaron, por dudoso y amañado, el informe económico del  Ejecutivo, lo que determina que su piso político siga  transformándose en arenas movedizas.