Democracia municipal | El Nuevo Siglo
Jueves, 31 de Octubre de 2013

*La revocatoria

*Homenaje a Álvaro Gómez

 

Uno de los cambios más trascendentales que se  ha dado en la vida política colombiana se le debe a Álvaro Gómez, quien tuvo la iniciativa de impulsar la elección popular de alcaldes, cuando  la democracia municipal periclitaba, hacía agua, entraba en la peor de las decadencias en nuestras grandes ciudades, por cuenta del populismo liberal y anapista de entonces, que en el caso liberal era combatido por elementos pulcros de ese partido. Por mucho tiempo existió el temor de que la elección popular de alcaldes produjera un avance incontenible de los sectores populistas y extremistas por controlar las ciudades y convertirlas en los cuarteles de la revolución. Álvaro Gómez, frente a ese análisis pesimista, observó que el exceso de concentración de poder en el Presidente de la República, que nombraba los gobernadores y éstos a los alcaldes, estaba horadando el sistema. Las instituciones municipales se habían convertido en cotos de caza de los feudos podridos e impulsaban la invasión de los terrenos urbanos estatales y privados, más conocidos como urbanizadores piratas. La población de nuestras urbes reaccionaba frente a la corrupción de los alcaldes protestando contra sus abusos, como los del Concejo, para lograr en raras ocasiones que el poder central cambiase al funcionario, sin poder destruir los tentáculos poderosos del régimen municipal.

Álvaro Gómez percibió que en otras metrópolis del mundo occidental que habían estado bajo el predominio de los radicales de izquierda, como en París y en urbes de otros países, surgían políticos dispuestos a gobernar con los mejores y elevar el nivel de vida de las ciudades, hacer obra positiva y propiciar el cambio en democracia, por lo que en numerosas oportunidades apelando a la madurez de la población conseguían derrotar a los demagogos y populistas de siempre. Él planteó que: “una mayor conciencia fue dando al traste con el oportunismo electoral”. Su campaña por la elección popular de alcaldes se hizo durante varios años en los cenáculos universitarios y la promovió en múltiples editoriales en El Siglo. Avanzar en el tema no fue fácil puesto que le tocó defender su reforma  en tiempos en los cuales las grandes ciudades estaban en manos de sus antagonistas que hacían mayoría en el Congreso. En tanto, cada vez que se lanzaba por la candidatura presidencial los conservadores se dividían y los contrarios se unían para atajarlo.

Álvaro Gómez entendió que lo conservador debía seguir defendiendo los intereses del campo, como reconocer que muchas de las familias conservadoras habían emigrado a las ciudades expulsadas de su tierra  por la violencia aciaga, de origen partidista local y, posteriormente, exportada por Cuba, que aprovecha los antiguos reductos subversivos que no se acogieron a la política de paz del Frente Nacional. Así que al cambio que se produce en las ciudades y el ascenso a una vida  de gran parte de la población rural que se transforma en urbana, como el mejor desempeño laboral y mayores ingresos, se constituyen en un gran avance silencioso de la sociedad. Lo que permite que los elementos de orden en las ciudades aumenten y las posibilidades de un conservatismo moderno al encontrar  nuevos aliados  en otras tendencias políticas. Y lo dijo muchas veces, cuando parecía imposible, que el conservatismo aspiraba a obtener la votación mayoritaria para poner Alcalde en Bogotá, afirmación categórica de la que se burlaban con sorna sus malquerientes. Y en un Congreso, con mayoría de otras corrientes políticas y del conservatismo logró que se aprobara su iniciativa, una de las más importantes del siglo XX, para limpiar los establos de los feudos podridos en las ciudades y restablecer la democracia local que habíamos heredado de la Colonia.

Y el sueño imposible de Álvaro para llevar un conservador al gobierno de Bogotá se da cuando  Andrés Pastrana resultó electo como alcalde de la ciudad. Con el tiempo los viejos sectores corruptos de la política se reanimaron y en alianza con personeros y concejales venales volvieron a las andadas, hasta conseguir con los contratistas de moda imponer alcaldes y revertir en algunas ciudades el avance que había impulsado con su iniciativa Álvaro  Gómez. La gran falla del sistema consistió en la trampa  de la revocatoria, que se tornó en imposible. Desde cuando se aprobó la elección popular de alcaldes no se ha conseguido que los que se convierten en sátrapas y dictadorzuelos sean revocados. Revocar a los malos alcaldes debe ser un propósito nacional y el mejor homenaje al gran hombre.