Desiderátum conservador | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Noviembre de 2013

*El despegue electoral

*Débil vocación de poder

La  dinámica política ha puesto en evidencia las falencias del Partido Conservador y el desiderátum que lo agobia, puesto que los tiempos para definirse lo acosan, mientras los congresistas deshojan las margaritas, mirando a la Casa de Nariño y con nostalgia del Ubérrimo, vocablo que significa abundancia. Los nostálgicos de Álvaro Uribe dicen que éste repartía queso en abundancia y Santos, mermelada, que no alcanza para toda la tostada. El presidente Juan Manuel Santos, junto con Germán Vargas Lleras, al inaugurar la nueva sede de Buen Gobierno, donde  el objetivo era  entrar en calentamiento electoral, sacuden el conformismo político. El expresidente Álvaro Uribe, sin oficializar aún  su partido, mientras se recogen firmas, de tres precandidatos  lanzó a Óscar Iván Zuluaga. Y sin estar oficializado el partido las autoridades electorales le niegan la posibilidad de fijar su rostro en el tarjetón, en una suerte de legislación adivinatoria.

En Estados Unidos  cuentan con  mecanismos eficientes  para escoger los candidatos presidenciales, en las primarias estatales y la gran convención, donde se difunde el proyecto de gobierno y se gana cuando lo acogen los más... Existen unos comités o “caucus” donde se postula a los mejores. En el Reino Unido se define un programa partidista y los precandidatos acuerdan apoyarlo. Los electores por circunscripciones electorales los oyen y según sean sus conveniencias y simpatías los votan. Así que en el Parlamento se escoge al más representativo y comprometido con la defensa de las tesis partidistas para que se desempeñe como Primer Ministro. En otros países las jerarquías partidistas escogen el candidato,  incluso, en ocasiones, por fuera de la militancia. Aquí se lanza el que tiene ganas o el capricho de  figurar en el sonajero presidencial, como para poner ese dato en su hoja de vida. Son raros los que de verdad tienen posibilidades. Hace meses   difundimos en El Nuevo Siglo una lista con casi una docena de personalidades conservadoras con eventual estatura presidenciable, en la que figuró el expresidente  Andrés Pastrana, quien   no está inhabilitado para buscar el voto popular de nuevo.

Por el disenso entre miembros de la Dirección Nacional del Partido Conservador y los congresistas, no ha sido posible que se pongan de acuerdo sobre un proyecto o programa realista para conquistar el poder, ni sobre reglas presidenciales claras. Los precandidatos se mueven por su iniciativa  y riesgo. Y en ese marasmo los tiempos para hacer una campaña con posibilidades de éxito se esfuman. Sin convención estatutaria el Partido Conservador corre el riesgo de perder la personería oficial. Unos precandidatos miran a Uribe y otros a Santos, lo mismo que los congresistas y la militancia. Puesto que no existe ninguna figura en el partido que tenga popularidad arrolladora para conmover a las masas, como no se da en otras fuerzas. Y el presidente Santos,  que de ser  candidato, cuenta con grandes  posibilidades  por el poder acumulado y la visibilidad de la gesta por la paz, debería subir más en las encuestas. Lo que ahora depende casi en exclusiva de lo que se cocina en La Habana.

Lo conservador tiene valiosa representatividad en el Gobierno; pero está por fuera del gran juego político  en Cuba, lo que debilita a los negociadores oficiales, sin el peso de un partido de orden y pacifista. En las regiones donde lo conservador ha sido más fuerte como en Antioquia, Valle del Cauca o Boyacá, falla la unidad o el liderazgo. Y en Atlántico, vieja fortaleza liberal, dos senadores conservadores compiten  por mantener su cuota de poder con el Gobierno. Así que por cuenta de las contradicciones internas y la falta de grandes objetivos, la fuerza parlamentaria  evade la confrontación;  como el cortesano Petronio se cortan las venas y desfallecen sin luchar. Esa atonía se da cuando  más necesita Colombia de un Partido Conservador fuerte, capaz de evitar que  la izquierda repita la hazaña electoral de los países vecinos de llegar al poder por encima del cadáver de los partidos conservadores que no supieron entender el momento histórico y luchar con ardor.