Desierto de la COP 21 | El Nuevo Siglo
Lunes, 14 de Diciembre de 2015

Entre optimismo y pesimismo

El cambio climático sigue ahí…

 

El acuerdo de cambio climático, conseguido en la COP 21de París, deja por supuesto el vaso más vacío que lleno. No puede, en lo absoluto, tomarse el fracaso, en 2009, de Copenhague como referente, puesto que sería un rasero excesivamente débil para enfocar el asunto.

De hecho, que 150 jefes de Estado, con los ministros de Medio Ambiente y delegaciones adicionales, no hayan logrado un convenio vinculante, sometido a la ley interna de cada nación, para convertir los compromisos en normas ineludibles, es de suyo una demostración de cuán lejos se está de un consenso universal en un tema impostergable que necesitaba y necesita de una expresión obligatoria. Los deseos y consejos establecidos en el pacto apenas si se acercan a la pretensión que se tenía de que los compromisos tuvieran efectos coercitivos como, por ejemplo, en otras circunstancias las Naciones Unidas o las potencias mundiales han logrado en tratados económicos, comerciales o el Estatuto Penal de Roma sobre las violaciones al Derecho Internacional Humanitario. Quienes quieren ver el vaso medio lleno aseguran, sin embargo, que los logros fueron más que suficientes, con poner una cuota quinquenal en las reducción de gases de efecto invernadero, productores del cambio climático, de modo que se pueda eventualmente monitorear, a voluntad de cada país, el desempeño. Y que haber logrado consenso en ello, con tantas naciones y opiniones discrepantes, es un éxito supuestamente histórico.

No puede, desde luego, semejante fragilidad conceptual reputarse de espléndida, con atronadores aplausos en la materia, cuando se sabe, por el contrario, que la incursión antropogénica en la modificación de las condiciones atmosféricas, a partir de la energía de los combustibles fósiles, llámese carbón, petróleo y gas, ha desquiciado las características de la vida humana y las expectativas del futuro de modo grave y casi irreversible.