* Nuevo plan de guerra gana terreno
* No aflojar un milímetro en la ofensiva
Un mes de contrastes. Así ha sido marzo para las Fuerzas Militares. Una semana atrás el país estaba adolorido e indignado por la forma cobarde y ruín en que un suboficial y diez soldados fueron asesinados en Arauca por las Farc. A la par de la condena a la subversión por este nuevo acto de sevicia y violencia, las miradas acusadoras se dirigieron también a la cúpula castrense luego de que se admitiera que el ataque a la patrulla del Ejército se facilitó por un “error táctico” de las tropas en una zona de alto riesgo. Sin duda la opinión pública se impactó al ver las dramáticas escenas de ataúdes cubiertos por el tricolor nacional y desde varios sectores se cuestionó a la Fuerza Pública y se le exigió mayor efectividad contra unos grupos armados ilegales que este año han aumentado su accionar terrorista. Voces del Ministerio de Defensa y el alto mando militar y policial aseguraron que si bien el golpe sufrido en Arauca era muy grave y doloroso, la moral combatiente de las tropas seguía alta, tal como lo evidenciaban las últimas estadísticas sobre reducción de la criminalidad y los delitos de alto impacto. De paso, se prometieron mejores resultados como producto del nuevo plan de guerra, denominado “Espada de honor”, que está en ejecución a escala nacional.
No hubo que esperar mucho. El miércoles pasado el país amaneció con la noticia de que un operativo conjunto del Ejército y la Fuerza Aérea permitió dar de baja a 33 guerrilleros del frente Décimo de las Farc -el mismo que había atacado a la patrulla días antes- y capturar a cinco más, entre ellos el segundo al mando de la facción subversiva, que incluso tenía pedido de extradición por Estados Unidos. Este golpe, sin duda uno de los más contundentes a esa organización terrorista en los últimos meses, fue mayor porque en operaciones paralelas también se abatió a otros tres subversivos y capturó a cuatro más, para un total de 45 ilegales “neutralizados” en dos días en Arauca.
Pero la ofensiva de las Fuerzas Militares no terminó allí y ayer se asestó otro duro golpe. En zona rural de Vista Hermosa una megaoperación permitió abatir a otros 36 subversivos y capturar a tres más del frente 27 de las Farc. Entre los fallecidos estaría el cabecilla de esa facción.
Si bien es claro que nadie se puede alegrar por la muerte de tal cantidad de personas, así hayan sido abatidas en una acción legítima e institucional de la Fuerza Pública, lo cierto es que el nuevo plan de guerra del Ejército, la Armanda, la Fuerza Aérea y la Policía empieza a dar contundentes resultados. No sólo porque en los dos operativos de la última semana se superó el récord de mayor número de ilegales dados de baja en una sola operación, sino porque se está combinando de una manera más integral la estrategia de perseguir y neutralizar “objetivos de alto impacto” -lo que permitió diezmar la cúpula de las Farc- con la táctica de ubicar y desmantelar estructuralmente los más peligrosos frentes. Se nota un mayor dinamismo en Inteligencia humana y técnica, y el consecuente trabajo conjunto en la zona de combate. Afortunadamente, como lo advirtiéramos días atrás en estas páginas, los altos mandos no se han dejado distraer por los rumores malintencionados sobre roces en las cúpula y, tal como lo pidieron tanto el Presidente de la República como el Ministro de la Defensa, se concentran en su tarea: reducir al enemigo lo más posible, ya sea para forzarlo a buscar una salida negociada al conflicto o, si la intransigencia de los ilegales no cambia, diezmarlos militarmente.
Es claro que en un conflicto armado tan irregular como el colombiano siempre hay riesgos de derrotas parciales, como la muerte de los 11 uniformados, pero lo importante es saber recuperarse y seguir a la ofensiva para conseguir éxitos como los operativos en Arauca y Meta. La clave es no bajar la guardia ni aflojar un milímetro, y mucho menos caer en los falsos terrenos del triunfalismo y el exceso de confianza. La culebra sigue, débil, pero viva…