El caso Baltasar Garzón | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Febrero de 2012

 

* Un juez en desgracia

* La izquierda lo apoya

 

El juez Baltasar Garzón es una de las figuras públicas más conocidas de España, su buena estampa y la cara enmarcada  por elegantes gafas, junto con el pulcro atuendo de marca, al tiempo que aparecía con un  cierto aire imperturbable frente a las cámaras, fuera de  los sonados casos que abordó durante su ruidosa carrera judicial, le dieron fama universal. El prestigio y apoyo popular al que aspiró durante una corta carrera política como diputado socialista o como delegado del Gobierno en el Plan Nacional sobre Drogas, con rango de secretario de Estado, le fueron esquivos y se desquitó en el ejercicio del trabajo judicial. Algunos especulan sobre esa cierta frustración que lo agobió al no poder avanzar en su ambiciosa pretensión de poder en la gesta política y verse obligado a refugiarse en la burocracia judicial, en parte por cuanto no se recuerda ninguna intervención suya que lo elevara por encima del rasero común cuando actuó como diputado. Como juez se especializó en manejar el suspenso y conseguir la atención de los medios y de la opinión pública con rara habilidad, en particular en la persecución a los agentes de la ETA y las bandas terroristas.

La audacia que le faltó como diputado le sobró como juez, en la medida que se hizo familiar para los periodistas españoles y se acostumbró a defender sus investigaciones en la prensa, difundir sus fallos en comunicados y disertar en público sobre los alcances de sus decisiones judiciales. Eso le dio entre las gentes del común cierta popularidad y no le ayudó con la magistratura, que prefiere la discreción, la mesura y evita la exposición frente a los medios de comunicación, en el sentido de que los jueces solamente deben expresarse por sus fallos. El salto a la fama internacional lo dio cuando decidió mediante una providencia suya solicitar la detención del general Augusto Pinochet en Londres, que fue acogida por la justicia del Reino Unido bajo el gobierno laborista. En España varios magistrados opinaron que se había extralimitado en sus funciones y que España no tenía jurisdicción internacional para juzgar al exdictador de Chile. La justicia británica le dio la casa por cárcel al dictador, que desde su país era apoyado por el Ejército y el partido político que orientaba. Mientras en Londres abucheaban las izquierdas a Pinochet, en Madrid los socialistas y gentes del común aplaudían al valiente juez Garzón. La intervención de Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, a favor de su aliado en la guerra no declarada con Argentina por las Malvinas, determinó que se revisara el caso y, finalmente, la justicia de los lores consideró que Garzón no tenía fuero para enjuiciar a Pinochet, ni hacerlo detener, lo que determinó su liberación y regreso a Chile. Otras causas mantuvieron su fama hasta que le dio por romper el pacto político de la democracia de no abrir las heridas de la Guerra Civil. Tuvo la pretensión de actuar por su cuenta y abrir causa judicial contra el franquismo, lo que suscitó diversas querellas en su contra y el aplauso de las barras contestatarias. En esa misma tónica de actuar por su cuenta ordenó escuchas en una cárcel para enterarse de las conversaciones de sus inculpados con los abogados que los asistían, lo que provocó la investigación en contra y la consiguiente condena, que lo inhabilita por once años y expulsa definitivamente de la carrera judicial.

A partir del martes quedará vacante el Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, del cual hasta ahora era titular Garzón. Sus líos no terminan ahí, puesto que tiene otros dos juicios pendientes. El juez al borde del precipicio ha dicho que apelará y que no se rinde, numerosas personas han manifestado su solidaridad con él, mas el grueso de los magistrados y profesores de Derecho entienden que el ejercicio de juez debe ser ejemplar y no permite violar la ley, sino que debe tener un comportamiento regido por las normas judiciales... El hecho mismo de ser abogado y ejercer el cargo impide alegar ignorancia de la ley.

Como el juez Baltasar Garzón estuvo en Colombia varias veces y asesoró a la OEA en investigaciones en el país, ligadas a la violación de los derechos humanos, su condena en España ha dejado atónitos a sus amigos. Es de esperar que en los otros juicios que se le siguen salga airoso, dado que, incluso los jueces, son inocentes mientras no se pruebe lo contrario.