¿El Congreso para qué? | El Nuevo Siglo
Miércoles, 27 de Agosto de 2014

Legislar en democracia

La responsabilidad del legislativo

 

A raíz de escándalos en que se ven envueltos los congresistas, por el elevado costo de las campañas, los líos por el tráfico de influencias, las componendas de todo tipo, las denuncias por el uso indebido de vehículos, el manejo irregular de las oficinas, las continuas intrigas y contradicciones, la incompetencia de unos y la mediocridad de otros, pese a que se cuenta con unos pocos legisladores con fama de capaces, cada cierto tiempo las gentes se preguntan ¿para qué sirve el Congreso? Es vox populi que la Comisión de Acusación de la Cámara es inoperante, no cumple su función y es un ejemplo aberrante de incompetencia e impunidad. Aun así es preciso reconocer que sin el Congreso, con su legitimidad y la representación de los voceros del pueblo, no subsistiría la democracia. Incidentes de abusos, intrigas, manipulaciones, escándalos de diversa índole se dan en todas las instituciones de ese tipo, incluso desde los tiempos de los primeros balbuceos de la democracia en Atenas. Juan Jacobo Rousseau consideraba que la voluntad popular que se expresa en las urnas es infalible, es sacra y por lo mismo no se equivoca.

Los hechos rectifican a Rousseau y demuestran lo contrario, no pocas veces se elige a los peores en competencia con los mejores o elementos bien intencionados, por múltiples razones Lo mismo que el número no siempre tiene razón, ni se puede reducir la democracia a la suma de voluntades. Mas no se ha encontrado un sistema, que con tantos millones de habitantes permita reconocer su voluntad, distinto al voto, dado que las encuestas y sondeos por lo general tienen una validez efímera. Es un hecho probado que el Senado Nacional ha sido un fiasco y contribuye de manera grave a degradar la democracia, pervertir el electorado, por cuanto al ser forzados los candidatos a librar una campaña nacional se multiplican a tal punto los gastos que casi nadie puede financiar de su bolsillo la campaña... El poder del dinero ha envilecido un tanto el sistema electoral. Aun así se destacan en los diversos partidos personalidades representativas de valía. Si bien, buena parte del trabajo en el Congreso se hace en la respectiva Comisión, los grandes debates son fundamentales. Al Congreso lo mueven la lucha entre el oficialismo y la oposición, así como las fuerzas minoritarias que apoyan a unos y otros. Nadie debe sorprenderse por cuanto la senadora Paloma Valencia debute con un debate contra el sistema electoral y el Gobierno, ni con la refutación que ensayó el senador Roy Barreras, ni por las interpelaciones del senador Álvaro Uribe, ni los intentos de otros representantes del pueblo por intervenir, ni la actividad en el recinto del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, en defensa del Gobierno, ni de otros senadores que estuvieron muy activos. Ese es apenas el comienzo de una legislatura que tienen una enorme responsabilidad en las actuales circunstancias, en tanto el presidente Juan Manuel Santos debe gobernar y atender las negociaciones en La Habana, como ir sentando las bases para el posconflicto en el cual se debe evitar en cuanto sea posible que se sucedan las jornadas sangrientas que en otros países como El Salvador aún no terminan.

Lo que viene en materia de consagrar el orden es una gran prueba para la democracia nacional que deben atender los legisladores con la mayor responsabilidad. No en todos los países, pero en varios de nuestra región en los últimos años, tras la paz, las fuerzas de izquierda se reacomodan y alcanzan el poder. La experiencia con el M-19 que logró un efímero triunfo electoral en la Asamblea Constituyente no es esa, pero varios de sus dirigentes y cuadros menores hoy tienen protagonismo en democracia. Lo que indica que la pujanza de la democracia colombiana contrasta con la debilidad de la misma en otros países que habían tenido dictaduras o instituciones democráticas raquíticas, en las que se organizan los exsubversivos amnistiados y llagan al poder por el voto, como lo predicó el comandante Hugo Chávez con el socialismo del siglo XXI. Por lo mismo, el Gobierno se ha propuesto para depurar y fortalecer la democracia, abolir el Senado Nacional y que las regiones de la periferia que hoy no cuentan con representantes al Senado, tengan proporcionalmente legisladores que defiendan sus intereses, más cuando en esas zonas se anida la violencia y se requiere oxigenar a como dé lugar el sistema democrático, para que sustituya el poder de los violentos.

Esperamos que con la misma pasión que mostraron los senadores en el pasado debate en mención se sucedan otros sobre asuntos decisivos en temas tan trascendentales como la Reforma Política y Judicial, así como en otros de urgencia. Lo que enaltece al Congreso y la democracia son los resultados.