El derecho a la paz | El Nuevo Siglo
Martes, 9 de Abril de 2013

Colombia  no participa activamente de la segunda Guerra Mundial, carecía de la potencia militar para jugar un papel relevante en ese evento grandioso y suicida que ensangrentó el mundo. El rol nuestro se jugó internamente en las simpatías y antipatías que despertaban los distintos bandos en  conflicto entre  derechas e izquierdas, según el esquema comunista o el fascista, nazi o falangista. Pesó menos el influjo democrático de Estados Unidos. En el Viejo Continente los  socialdemócratas y los conservadores habían casi desaparecido al irse a los extremos la lucha política, desde el momento que las democracias europeas desgarradas por la feroz disputa entre los extremos luchan ya no por ganar electoralmente -sin el apoyo de las masas- sino por sobrevivir.

La Guerra Civil en España se torna en escenario en el cual las potencias emergentes intervienen para apoyar al bando de sus preferencias, el suelo español se tiñe de sangre de extremo a extremo, las milicias rojas internacionales luchan por la República y  los nacionalistas se oponen al eventual dominio de Moscú. Hitler, Mussolini, Stalin y los socialistas franceses mueven sus fichas. El joven falangista  José Antonio Primo de Rivera, quien parecía capaz de devolver a los suyos el aliento por las grandes empresas, es ejecutado en Alicante, puesto que  le temen a su inteligencia e influjo sobre las masas, con apenas tres años de acción intrépida en la política.

La opinión pública colombiana se polariza con la Guerra Civil Española, los partidos del siglo XIX, dirigidos por los centenaristas, civilistas integérrimos (como se decía entonces) se desplazan a los extremos, la radio y los periódicos o a la inversa, se alimentan a diario del acontecer español. Ese sentimiento por la Madre Patria cunde entre las gentes, hasta modificar el parecer de varios dirigentes políticos. El país, que al salir de la guerra civil de los Mil Días y la mutilación de Panamá, había estado ausente durante casi todo el siglo de los grandes hechos mundiales, bajo el predominio conservador, con el triunfo del liberal Enrique Olaya en 1930, político admirador del entonces presidente Franklin D. Roosevelt, se interesa en los fenómenos políticos europeos. A contrapelo de las directivas conservadores surgen movimientos nacionalistas que simpatizan con la Acción Francesa y la derecha militante. La extrema izquierda se mantiene en la sombra y agita la Universidad. Alfonso López Pumarejo, llega al poder con tesis reformistas de la Revolución en Marcha, que recuerdan a los conservadores el discurso de los demagogos republicanos españoles del Frente Popular. Le sigue en el gobierno Eduardo Santos, quien se inclina por Estados Unidos, país que  se yergue como superpotencia al liberar a Europa, pero que comete el error de entregar a Stalin en  Yalta la mitad de ese Continente.  

Los políticos colombianos que predominan en el medio siglo XX, han nacido en su mayoría en el siglo XIX los conservadores Laureano Gómez 1889, Mariano Ospina Pérez 1891, Jorge Eliecer Gaitán 1898, Alfonso López Pumarejo 1886, Enrique Olaya Herrera 1880. Posteriores son  Gilberto Álzate 1910 y, entre otros, Alberto Lleras en 1906. Gaitán y Alzate fundan, con relativo éxito sus propios partidos, el uno socialista y el otro nacionalista. Alberto Lleras con Laureano Gómez, crean el Frente Nacional. Los demás políticos citados siguen en los partidos tradicionales. Todos llegan a la Presidencia por la vía electoral, menos Gaitán al que una bala homicida abate el 9 de abril de 1948 y Alzate que muere en una clínica por problemas intestinales. Mariano Ospina es un gerente, un exitoso hombre de empresa y de negocios, obsesionado con sacar al país del atraso; su obra  por el desarrollo es portentosa. Laureano Gómez, un talentoso caudillo que defiende la pura doctrina conservadora  y dirige la estrategia por la reconquista del poder, apoya momentáneamente a  Gaitán, para dividir el liberalismo y llevar al poder a Ospina.

Triunfante Ospina, Gaitán, como Jefe Único del Liberalismo,  colabora con el gobierno conservador. Hasta que rompe con el Palacio de la Carrera, para disputar  desde la oposición el poder, cuenta con el apoyo de las masas de Bogotá, en menor escala en la  provincia y los campos. Cuando se efectúa la Conferencia Panamericana en la capital que dará origen a la OEA y se firma el Pacto de Bogotá. Gaitán, en dura lucha en las calles  y en las urnas, vence a los jefes de ese partido; por su educación en Italia, en lo ideológico es fascista  de izquierda.

Se dice que la violencia colombiana del siglo XX surge el 9 de abril con el sacrificio de Gaitán. Es una falacia. Durante los gobiernos liberales el conservatismo sufre repetidas veces cruenta represión, principalmente en los campos. Ospina intenta la Unión Nacional, en un país que se había polarizado con la Guerra Civil de España. Con la guerra fría los partidos de orden se reafirman en la democracia. Algunos sectores conservadores caen en el revanchismo desde el poder, temerosos de otro 9 de abril.

La tesis más firme es que a Gaitán lo elimina el comunismo internacional, con Fidel Castro entre los agitadores que estuvieron en Bogotá el día del crimen. Lo curioso es que hoy el mismo Fidel, que favoreció la guerra de guerrillas en Hispanoamérica, sea  el árbitro en Cuba de las negociaciones del Gobierno colombiano y las Farc, que parecen avanzar a pasos agigantados.