El dique contra el populismo | El Nuevo Siglo
Jueves, 10 de Marzo de 2022

* Acuerdo sobre lo Fundamental

* Salvamento de la democracia

 

Es indudable que, como están hoy las cosas, el país necesita el Acuerdo Sobre lo Fundamental que con tanto acierto pregonaba el doctor Álvaro Gómez Hurtado. Idea, asimismo, que con base en el liderazgo actual de su sobrino Enrique hacia el solio presidencial y la vocería de José Miguel Santamaría, encabezando la lista única al Senado de la República por el Movimiento de Salvación Nacional, para las elecciones del próximo domingo, ha cobrado vigencia inusitada en estos momentos de aguda dispersión política y polarización inverecunda.

Suele decirse, en efecto, que la polarización es un fenómeno inherente a la democracia, por lo cual antes que evitarla debe fomentarse. Sin embargo, una cosa, ciertamente, es el disenso democrático como nutriente del sistema y muy otra el propósito de derruirlo a partir de dar al traste con el orden y las libertades. Ese es, justamente, el trasfondo de la polarización que hay en Colombia. Y que, por tanto, amenaza a la democracia tal y como existe en su prolongada trayectoria desde la independencia, con sus defectos y virtudes y sus necesidades de perfeccionamiento. Pero que, asimismo, contiene la esencia demoliberal característica del ámbito colombiano, a diferencia de otras instancias latinoamericanas y del mundo.

En todo caso, fuere cual sea el lugar, el designio del populismo consiste, no solo en reinstaurar el odio motriz de la lucha de clases, sino en filtrar su pócima disolvente entre las razas, los géneros, las familias, la historia, la cultura o la educación. En suma, en todo aspecto trascendental que le sirva de caldo de cultivo para incorporar, con base en el predominio de las emociones, el desencuentro, el revanchismo y la confrontación irredenta. De este modo, la pretensión es atomizar la noción del ciudadano, que es la base conceptual aglutinante de cualquier plataforma democrática. Y de allí, claro está, que el peor enemigo de la insignia populista sea la concertación, el consenso, los acuerdos, porque ello implica puntos de encuentro sociales en vez de fragmentación, desconfianza y pugnas constantes como formulación ideológica irrenunciable. Hegemónica. Y por ende con una evidente tendencia al autoritarismo.

Al lado de esa pulsión polarizadora en Colombia, que no es como se dijo la disensión connatural al sistema democrático, sino una estrategia de mayor alcance que busca dislocar a la ciudadanía, y en consecuencia crear la descomposición social paralela, existe en el país una dispersión política descomunal entre quienes pretenden mantener y desarrollar el Estado Social de Derecho.

En efecto, sumergida la nación durante la actual campaña electoral en una aparente división entre izquierda y derecha, al estilo de la atávica Asamblea Francesa, lo que en verdad existe, de un lado, es la irrupción de una propuesta populista disfrazada de cualquier ropaje que no busca el cambio sino la alteración. Y, de otra parte, un conjunto amorfo, pero más potente, que busca salvar las instituciones democráticas del peligro en que se encuentran y a partir de allí dar curso a las ingentes transformaciones económicas, políticas y sociales que se requieren dentro de la evolución de toda sociedad con vocación de futuro, como la colombiana.

Es ahí, precisamente, donde el Acuerdo Sobre lo Fundamental juega un papel decisivo. Porque hoy el fiel de la balanza política depende, en mucho, de que quienes están de acuerdo en mantener la democracia convengan en aglutinarse en torno de unos puntos básicos con el fin de evitar su desaparición frente al envión populista. Y es, en ese sentido, que se hace necesario un consenso sobre los aspectos prioritarios de la estructura del país, así se mantenga el disenso en otros asuntos que no comprometan la viabilidad nacional. Porque, efectivamente, no puede haber democracia si no existe el temple y propósito de defenderla, al mismo tiempo que también es indispensable la disensión que permita el discernimiento. De hecho, no se vaya a creer que acuerdo es renuncia.

Bajo esa perspectiva, quienes consideran que la libertad en democracia está expresada en las instituciones, y que ellas no solo tratan de la estructuración del Estado, sino del desarrollo ciudadano en un equilibrio entre los derechos y los deberes, tienen un instrumento insoslayable en el Acuerdo Sobre lo Fundamental. En principio, sigue siendo válida su plataforma original de reformar la justicia, recuperar la ley de modus vivendi infranqueable, promulgar la ética pública, profundizar el amparo del medio ambiente y reactivar la planeación económica para disciplinar los recursos públicos. Pero eso no obsta seguramente para que pueda complementarse con otros elementos. Y sobre todo que sirva de decálogo para los demócratas, sin distingo, y de dique de contención al populismo.

En ese orden de ideas, no es la hora, por supuesto, de la dispersión sino de la unidad de criterios. Y es en esa dirección que los voceros del Movimiento de Salvación Nacional bien han ondeado las banderas de Álvaro Gómez como estandarte vivo de la democracia desfalleciente.