El empate en Bogotá | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Octubre de 2015

*Una ciudad en gestación

*Poner las cosas en orden

La campaña política por la alcaldía de Bogotá ha llegado a su recta final más o menos en las mismas condiciones del principio. Con tres candidatos, Rafael Pardo, Enrique Peñalosa y Clara López, en un lote puntero y dentro de una condición de empate técnico en las encuestas con muestreo personalizado, que son las de mayor aproximación.

La justa electoral, que se prometía como el evento político del año, ha sido sin embargo eclipsada por los sucesos nacionales, en particular las tensas relaciones con Venezuela y el controvertido acuerdo con las Farc sobre justicia. En tanto, los candidatos han cumplido con los debates, las entrevistas y el escrutinio público, así como el despliegue en las redes sociales. No obstante, la campaña ha carecido del impacto que se suponía en una ciudad  con una crisis institucional proveniente de las vueltas y revueltas que ha protagonizado la Alcaldía actual como por tener al burgomaestre anterior, al igual que al Contralor, el Personero, algunos funcionarios y varios concejales de esa época, en juicio o prisión. De hecho, mirado en perspectiva, tal vez nunca como en los últimos tiempos la capital había sufrido un golpe de semejantes características, particularmente por la prolongación y carencia de cierre, lo que ha redundado en suspenso administrativo y desorientación.

Aun así la teoría del péndulo, frente a circunstancias tan dramáticas, no parece haberse dado en los niveles que podrían naturalmente haberse presumido. Un terreno tan fértil para la oposición, en el que las cifras predominantes de la sacudida o del castigo electoral hubiesen sido de recibo comprensible en las encuestas, se desvaneció como elemento crucial. La polarización del cambio y el continuismo, entre dos fuerzas claramente antagónicas y definidas dentro del escenario señalado, nunca llegó a concretarse. Hace un mes, más o menos, llegó a pensarse que finalmente la oposición a ultranza, como fórmula electoral, había sido fructífera, tal cual efímeramente alcanzaron a proyectar los sondeos. Pero en este momento, cuando se aproxima la hora de la verdad, el cauce electoral parece mantenerse dentro de términos que permiten a las opciones punteras declararse en plena competencia y de alternativa victoriosa. Incluso quienes vienen más atrás, como Francisco Santos y Ricardo Arias, han ganado espacio.

Así las cosas, Bogotá, que tiene los comportamientos electorales más curiosos e independientes del país, sigue a la espera de dar su veredicto, aun si llegó a presuponerse un “mandato claro” por anticipado. De hecho, pareciera que a pesar de cierta exasperación que se deja traslucir en recientes indagaciones, como en “Bogotá, Cómo Vamos”, se refiere ello, más bien, a que la ciudadanía persevera en la vocación de futuro y lo que pide son respuestas prontas y eficaces de la Administración.

En efecto, pese a la situación crítica, ahora Bogotá ronda los 100.000 millones de dólares de PIB, convirtiéndose en uno de los principales centros urbanos de América Latina. Como ciudad-región, la capital aporta el 30% al PIB colombiano, tiene el ingreso per cápita más alto del país, aloja el 70% de la inversión extranjera y es el corazón tributario. Escaló, por lo tanto, al cuarto puesto latinoamericano como metrópoli de negocios, a la vez que últimamente se convirtió en el epicentro turístico de la nación. Es, por su parte, la médula educativa y de empleo nacional y a la declaración, por la Unesco, de ciudad del libro añadió recientemente el título de ciudad de la música, en todas sus vertientes, siendo asimismo capital del teatro y punto esencial del transporte aéreo americano.

Son ellas, ciertamente, razones para estar optimistas. Las razones del pesimismo se refieren, claro está y principalmente, a la inseguridad y más atrás a los tiempos y calidad del transporte, como en la mayoría de urbes modernas. En tanto, reconocida igualmente la capital por su riqueza ecosistémica, se necesita un modelo ambiental en toda su complejidad y conexiones más que como acciones dispersas o exclusivamente referidas a las vulnerabilidades pero no a las sinergias.

Visto el escenario a pocas semanas de las elecciones, Bogotá ha dejado prosperar las diferentes tendencias y matices políticos. Siendo así, lo que se percibe es una urgente necesidad de cambiar el estilo; de sacar la política pública del espectro confrontacional e ideologizado; de volver a la permanencia de los servidores públicos; de vislumbrar la democracia urbana como plataforma de la concertación, la planeación y la transparencia; en fin, una urgente necesidad de poner las cosas en orden para una ciudad en gestación futurista. Y eso es lo que sigue en juego.