El encuesterismo | El Nuevo Siglo
Lunes, 19 de Octubre de 2015

De insumo a elemento distorsionador

Programas de candidatos fueron eclipsados

A  seis días de la cita en las urnas para la escogencia de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles hay varios elementos que han marcado la campaña proselitista que llega a su fin. Uno de ellos es, precisamente, el papel que han jugado a lo largo de los últimos meses las encuestas sobre preferencias electorales.

Ese rol protagónico se ha basado en tres circunstancias muy puntuales. La primera es que estos sondeos de opinión, que deberían ser un insumo más de tantos  que se utilizan en las campañas, terminaron tomándose prácticamente todo el escenario de la competencia entre los candidatos, de forma tal que la mayoría de las noticias y hechos de impacto derivados de la emulación entre los aspirantes ha provenido de la confusa montaña rusa de porcentajes sobre favoritismo, imagen positiva, nivel de conocimiento de los competidores y otros elementos subjetivos. Ello terminó por eclipsar lo verdaderamente importante en estos procesos democráticos como lo es la información a la ciudadanía sobre las propuestas y programas de cada candidato y la diferenciación de los mismos, de forma tal que el elector pueda tener claro a la hora de las urnas no sólo por quién sino por qué está votando. Aunque en algunas grandes ciudades y departamentos hubo un buen número de debates, foros y análisis sobre las plataformas programáticas de los aspirantes, así como una comparación detallada de las soluciones puntuales que cada uno de ellos tiene para enfrentar las problemáticas más sentidas en su respectiva jurisdicción, fue el vaivén de las cifras en las encuestas lo que terminó preponderando en la información que le llegó al ciudadano promedio, ya fuera por la prensa, las redes sociales, las noticias producidas por las propias campañas y hasta en los discursos y mítines proselitistas en donde los candidatos invirtieron mucho de su tiempo, no para exponer sus planes de gobierno, sino para poner de relieve que estaban en la parte alta de los sondeos o descalificar a estos últimos porque los mostraban con amplia desventaja frente a los punteros.

Una segunda circunstancia frente al efecto preocupante de las encuestas en esta campaña regional y local han sido, específicamente, los resultados ampliamente disímiles de sondeos que, pese a ser realizados prácticamente en las mismas fechas, a la hora de la tabulación y publicación de los datos resultantes mostraban a los candidatos con porcentajes y tendencias muy contradictorias, llegando al extremo de que quien punteaba en unos aparecía perdiendo en los otros, o presentaba avances o retrocesos en porcentajes muy significativos sin que los mismos pudieran justificarse o explicarse por hechos políticos objetivos, sino apenas por las interpretaciones subjetivas de los propios encuestadores. Todo ese maremagno de encuestas, a cual más confuso y accidentado, dio lugar a que todas terminaran cubiertas bajo un manto de sospecha sobre la fiabilidad y rigurosidad científica de sus procedimientos para establecer el pulso de la opinión, así como a afrontar múltiples protestas de candidatos y partidos sobre presuntos direccionamientos políticos de los resultados.

La tercera y última circunstancia del efecto nocivo y distorsionador de las encuestas en esta campaña se sustenta en el hecho mismo de que el Consejo Nacional Electoral decidió abrir investigación a varias firmas por distintas anomalías y se prendió de nuevo el debate en torno de si en Colombia esta clase de sondeos sobre preferencias electorales debe tener una sola metodología para la recolección de datos de campo, tabulación y cualificación de los mismos, así como otras reglas del juego que hagan más transparentes sus resultados, dado el alto impacto que éstos tienen sobre el electorado. Ya se habla, incluso, de un nuevo código de autorregulación de las firmas encuestadoras pero también de sendos proyectos de ley para imponer ajustes a su funcionamiento.

Como se ve, al igual que pasa en aquellos partidos de fútbol en donde el rol protagónico y determinante no recae sobre los veintidós jugadores en disputa, sino que el ritmo del juego y hasta el resultado se ven afectados por la actuación de terceros, ya sean el árbitro, el público, el estado de la cancha u otros elementos exógenos, en la campaña para gobernaciones y alcaldías las encuestas se volvieron personajes preponderantes lo cual, a todas luces, termina siendo un elemento que distorsiona la puja entre los candidatos, especialmente en Bogotá. La cuestión llegó a tal punto que la noche de este domingo 25 de octubre habrá muchos más pendientes, no de cuál candidato ganó, sino de qué encuestador resultó el más acertado.  Gajes de la política colombiana.