El flagelo del homicidio | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Febrero de 2022

* Conflicto armado, un factor disparador

* Reforzar estrategia integral de seguridad

 

 

Por supuesto que el incremento del homicidio, según los últimos datos entregados por la Policía Nacional en torno al comparativo entre los meses de enero de 2021 y 2022, debe llamar la atención. Esto porque, en efecto, el incremento del 3% viene dado, particularmente, por los combates que se libran en la frontera colombo-venezolana entre las guerrillas de nuestro país. Es decir, la lucha por el control territorial entre el Eln y las facciones remanentes de las Farc.

Por otra parte, también es evidente que mientras en el año 2020 se redujo el homicidio, muy seguramente por cuenta de las cuarentenas y de las circunstancias impuestas por la pandemia del coronavirus, en el 2021 este fenómeno volvió a cobrar fuerza.

Efectivamente, para el 2020 se registraron unos 600 homicidios menos que en 2019, pero el 2021 cerró con una cifra de 13.695 muertes violentas, incluso muy por encima de la cifra global de hace dos años.

En este año, en el que se lleva a cabo la campaña electoral parlamentaria y presidencial, es claro que la subversión ha iniciado una escalada para amenazar y repercutir en ese proceso. No solo se trata, pues, de los combates entre las distintas facciones para lograr el control territorial y asegurar los corredores estratégicos para dominar el contrabando, la minería criminal y la siembra y producción de alucinógenos, sino igualmente de incidir negativamente sobre la democracia colombiana.

Sin embargo, frente al tema del homicidio como elemento central de la evolución de la seguridad ciudadana, hay lugares del país en donde este se ha reducido frente a rubros anteriores. Para el comparativo de los meses de enero, por ejemplo, en Bogotá se mantuvo el promedio de 2,5 muertes violentas por día. No obstante, en Cali y Medellín se reportó una baja en el indicador.

Desde luego estamos lejos de las épocas en las que en Colombia se llegaron a producir más de 31 mil homicidios al año. Ya a partir del 2002 el descenso ha sido vertiginoso, hasta llegar ahora a menos de un 50% de lo que entonces se registraba. De suyo, la actual tasa de homicidios es mucho menor que la registrada hace 20 años. Ese indicador se sitúa hoy en 26,8 por cada cien mil habitantes, cuando dos décadas atrás estaba cerca de 77 en la misma rata poblacional.

Lo anterior, ciertamente, ha permitido sacar a Colombia de aquella lista que solía liderar como uno de los países más violentos del mundo. Hoy en día, a nivel continental, los países con mayor tasa de homicidios son Jamaica, Venezuela, Honduras, Trinidad y Tobago así como Bélice.

No obstante, Colombia sigue estando con guarismos altos en el listado y, por supuesto, es menester, como propósito de Estado, que el fenómeno se mantenga a la baja.

Para ello, ciertamente se requiere una estrategia integral de seguridad por cuanto, como se dijo, la incidencia manifiesta radica, para este mes de enero, en los combates que se han venido registrando entre las guerrillas colombianas, sin contabilizar además los decesos que se producen al otro lado de la frontera. Incluso, como sucedió a principios de este año, las autoridades han dicho que, en no poca medida, se producen asesinatos en el territorio del vecino país y luego los cuerpos son traídos al nuestro como una ‘señal de advertencia’ de los criminales, diseminándolos en determinados lugares.

De otro lado, el índice de homicidios por cada 100 mil habitantes es uno de los factores que se suele utilizar como insumo para medir el nivel de confianza que despierta el país para las actividades económicas en general. En ese sentido, por ejemplo, el turismo y las convenciones, como epicentro de los negocios, se afectan considerablemente si este rubro es altamente negativo.

Inclusive eso fue lo que ocurrió en las últimas semanas cuando circulares de algunos países, como la emitida por Estados Unidos, advirtieron a sus nacionales que no era aconsejable viajar a Colombia, puesto que podría venir una escalada de terror a raíz de la campaña electoral. Y eso fue lo que justamente ocurrió días después con el ataque del Eln y las disidencias a varias bases militares y policiales.

Frente a todo lo anterior, Colombia debe tener un plan fijo, de aplicación a corto, mediano y largo plazos, para seguir disminuyendo el flagelo del homicidio. Es claro, en la actualidad, que después del proceso de paz con las Farc se ha reactivado el nocivo impacto sobre el orden público y la tranquilidad ciudadana, a partir de las propias disidencias de las Farc y las alianzas con el Eln. Por lo tanto, hay que templar todos los resortes del Estado para que no vuelva a escalar el índice de homicidio a los niveles de aquellas épocas infaustas.