El proceso convivente | El Nuevo Siglo
Miércoles, 27 de Agosto de 2014

Dos años de negociaciones

Entre la incertidumbre y la esperanza

Se  cumplen hoy dos años del anuncio del presidente Juan Manuel Santos y los jefes de las Farc sobre el compromiso de ir a una paz negociada, en tanto se supo que por largo tiempo y con el mayor sigilo había estado en aproximación delegada  con los subversivos su hermano Enrique Santos Calderón, un convencido de la vía diplomática para resolver el conflicto armado desde la época del gobierno de Belisario Betancur, con una rica experiencia de reflexión sobre el tema. En La Habana, como resultado de la gestión presidencial a que se llegó entre febrero 23 y agosto 26 de 2012, se conoció que los gobiernos de Cuba y Noruega se ofrecían en el proceso  como garantes, en tanto Chile y Venezuela se convertían en facilitadores y acompañantes; bajo el precepto de avanzar en los diálogos el comandante Hugo Chávez y Juan Manuel Santos se comprometieron en esa política convivente en la visita que el primero hizo a la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, inspirados en los ideales de concordia del Libertador.

Ese 26 de agosto el Ejecutivo y las Farc, bajo la decisión mutua de poner fin a la guerra, firman el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. El Presidente de Colombia y los subversivos se comprometieron a seguir la ronda de conversaciones hasta el final, sin acordar el previo alto el fuego bilateral como querían las Farc, en el propósito de no levantarse de la mesa hasta lograr un pacto, lo que necesariamente dilata el proceso. Le sigue la trama de concertar los puntos decisivos que se negocian y que abarcan diversos temas entre los que se destaca la discusión sobre la política de desarrollo, en particular la parte agraria, que fue la primera que se acordó. Asunto prioritario bilateral se refiere a la eventual participación política de las Farc en democracia, lo mismo que a la dejación de las armas, como se consignó en el mencionado documento. Proceso que conduce al punto final de la terminación  del conflicto, después de haber pactado lo relativo a la cuestión de drogas y la reparación de las víctimas. Asuntos que encierran otros temas de suprema importancia y de compleja interpretación.

Hasta el momento lo más complicado de las negociaciones en La Habana ha sido el problema semántico, la divergencia de interpretación de las palabras que utilizan los negociadores, que para unos tienen un significado distinto del que se consigna en el habla común y en los diccionarios. Esas dificultades semánticas se han superado en unos casos y en otros dificultan el avance de las partes, dado que no es simple traducir del argot revolucionario al castellano común.

Al parecer, los subversivos mantienen un control precario de sus milicianos y trasciende que persiste la desconfianza en algunos bloques, que temen que el Estado les incumpla como les ha pasado a otros que dejaron las armas. A lo que los negociadores gubernamentales les insisten en poner de ejemplo el proceso de paz con el M-19. Ese aspecto de la credibilidad y confianza en las instituciones de la democracia colombiana se constituye en un punto esencial para trabar o agilizar la negociación. El presidente Santos hizo su campaña de reelección a la sombra del proceso de paz pero lo superó en votos en la primera vuelta Óscar Iván Zuluaga. Para la segunda vuelta el Presidente-candidato no defeccionó de su política de paz y con un nuevo jefe de propaganda agitó la bandera de seguir la negociación. Eso le ganó la confianza de diversos sectores que no habían votado por él. Por el contrario, Zuluaga, que estaba comprometido con la irrevocable decisión de Álvaro Uribe de consagrar la paz por la derrota militar de las Farc, cambió de manera súbita su discurso y dijo que entendía las negociaciones de paz en La Habana, lo que desconcertó a una masa de sus seguidores que lo habían apoyado en la primera vuelta y no lo hicieron en la segunda, lo que aumentó el margen de los resultados que le dieron el triunfo a Santos.

Así que la idea de ir a un acuerdo convivente de paz prevalece en el tapete, lo que les permite a los de las Farc confiar en la palabra empeñada del Gobierno con un plazo relativamente holgado para seguir negociando. Sin desconocer el afán oficial por alcanzar resultados, puesto que la opinión pública sigue en la incertidumbre y tiene numerosas dudas sobre el proceder de los subversivos. Corresponde al Ejecutivo ir decantando las bondades de su política de entendimiento, lo que se torna complejo por la intensificación de los ataques terroristas a la infraestructura petrolera, las Fuerzas Armadas y la población civil. Aun así, a contrapelo de la controversia, las dificultades políticas y semánticas de la negociación, lo cierto es que la gran mayoría de los colombianos está  por la paz.