El reinado de Evo | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Noviembre de 2015

 

Busca gobernar hasta el 2025

Santa Cruz, la clave del poder

En Bolivia muchos de los seguidores del presidente Evo Morales lo ven como un monarca, lo que no es raro en un país que hasta no hace mucho estuvo agobiado por cuenta de los golpes de Estado y las revueltas populares, y en el cual la democracia ha sido una especie exótica. Este controvertido dirigente indígena y de izquierda llegó al poder con la consigna de “los ponchos al poder”, lo que significaba, inicialmente, desconocer y discriminar a las otras clases sociales. De allí que sus inicios en el gobierno estuvieron marcados por una confusa etapa de inestabilidad, confrontaciones políticas, económicas y sociales. Lo más duro de esa polarización se dio en Santa Cruz, la región que concentra buena parte del potencial productivo y los polos de desarrollo bolivianos. Y también la zona en donde la oposición siempre ha librado singular defensa de sus postulados democráticos y la empresa privada.

En ese difícil escenario Morales comenzó a  moverse y para ello contó con el apoyo de la población indígena y el poderoso sector sindical minero, al tiempo que poco a poco se mostró como un experto en mecánica  electoral. Fue él quien incorporó a Bolivia al tinglado internacional liderado por el venezolano Hugo Chávez y su “socialismo del siglo XXI”. Y fue Chávez quien le facilitó armamento militar a Bolivia y lo asesoró en cuanto a desarrollar una política de defensa de los precios de las materias primas en tiempos de ‘vacas gordas’ así como en los procesos de nacionalización de la explotación de hidrocarburos y minerales o en la renegociación de los contratos, lo que mejoró sustancialmente las finanzas estatales. Es de destacar que dentro de cierto caos e impericia en el manejo de lo público, al parecer en Bolivia la corrupción no ha conseguido expandirse con la misma velocidad que en otros países donde impera el “socialismo del siglo XXI”. Eso lo reconocen varios jefes de la oposición.

Por supuesto, Morales sigue convocando a sus seguidores a profundizar su revolución socialista, aunque en la práctica permite que se le garantice a la empresa privada su concurso como motor del crecimiento económico. Parte del éxito electoral del Gobierno tiene que ver con el uso de presupuesto para financiar la educación y combatir la desigualdad y la pobreza en un país con grandes necesidades. El Presidente es hiperactivo y parece estar en todas partes, y así como no da cuartel a sus adversarios, a cada crisis concentra más poder en sus manos.

También es claro que el manejo de las relaciones internacionales le ha dado más popularidad, en especial la forma como maniobra en el diferendo limítrofe con Chile, tema que despertó el nacionalismo cerrado en el país del altiplano.

Ahora, aunque la gestión del gobernante boliviano ha dado algunos frutos, ello no justifica que haya decidido modificar a cada tanto la Constitución para eternizarse en el poder, al que llegó en 2006. Ya suma tres mandatos. El actual debe terminar en 2020 pero ahora está impulsando un referendo para abrir paso a una nueva candidatura suya en 2019 y, si gana, entonces iría hasta el 2025.

Como se esperaba, dadas las mayorías gobiernistas en la Asamblea Legislativa Plurinacional, esa instancia sancionó esta semana la ley de convocatoria a referendo para la modificación de la Carta.

Lo que más llama la atención de los analistas políticos es que en Santa Cruz, antiguo bastión de la oposición, hay opiniones encontradas en torno de tan delicado asunto y no pocos consideran que no estaría mal que las urnas sean las que decidan sobre la continuidad o no del mandatario. Los críticos, por el contrario, consideran que hay un atentado contra la Constitución y las reglas del juego de la democracia, a manos de un gobernante que no quiere dejar el poder ni proyecta un sucesor en sus propias toldas. Sin embargo, el nacionalismo a ultranza abanderado por el Presidente parece producir frutos de nuevo en el escenario político, en tanto que la oposición se mantiene dividida y sin un líder fuerte que le haga contrapeso al Primer Mandatario.

Lo cierto es que Morales parece adaptarse al cambio y no quiere repetir los errores, por ahora, del club del ‘socialismo del siglo XXI’. Falta saber si esa moderación proviene de una madurez gubernamental o es una táctica electoral para que el pueblo apruebe la modificación de la Constitución y un nuevo mandato suyo. No se descarta, incluso, que el Presidente les dé una cuota de poder a varios de sus antiguos opositores para ampliar su coalición. Todo ello para abrirse paso a seguir en el poder hasta 2025.