El zafarrancho gubernamental | El Nuevo Siglo
El consejo de ministros en directo./Presidencia
Jueves, 6 de Febrero de 2025
Redacción Política

 

 

Para todo el país quedó claro que el tinglado en que terminó convertido el consejo de ministros televisado de anteayer, al mejor estilo de los concursos culinarios de nuevo cuño pop o los musicales de “cante, aunque no cante”, además interrumpiendo de repente y por varias horas la programación rutinaria, se convirtió en un espectáculo bochornoso. La diferencia consiste en que, en vez de estos divertimientos corrientes, se trata de las grandes decisiones de Estado y por tanto del rumbo del país. Que todo el mundo supone que es un tema serio, no para tramitar a la bulla de los cocos, porque compromete la suerte de más de 50 millones de colombianos.

En primer lugar, está en tela de juicio que las reuniones oficiales del gabinete puedan ser motivo de una audiencia televisada. Por el contrario, la ley respectiva obliga a la reserva. Y no por capricho. Corresponde a los ministros reunirse a instancias presidenciales, dentro de términos precisos, con el fin, de una parte, de recibir las órdenes puntuales del jefe de Estado, para el buen desempeño de sus despachos, y al mismo tiempo prestarle asesoría en los temas que, según los requerimientos, son prioritarios y considere pertinentes de consulta. Siendo así, y no pocas veces con la discusión, evaluación, trámite y control de asuntos de alta sensibilidad, los agentes gubernamentales designados suelen adelantar conceptos firmes, pero ponderados y lejos de las cámaras, pues básicamente se trata de un escenario reflexivo cuyo propósito es el de permitirle al primer mandatario ampliar su órbita conceptual y sacar sus propias conclusiones.

Se suponía, para el caso, que la agenda a tratar era nada menos que el avance de la Conmoción Interior y la pronta recuperación del orden público en el Catatumbo. Lo cual ya de por sí indicaba que una emisión televisada de una cuestión semejante era, a todas luces, contraevidente frente a las exigencias estratégicas y de confidencialidad obvia en una de las materias militares esenciales que hoy definen la seguridad nacional (tanto al interior del país como en el plano de la vecindad con la tiranía venezolana). Televisar el debate ministerial y los dictámenes marciales correspondientes era tanto como avisar a los causantes de la muerte, terror, desplazamiento, hambre y anarquía, las resoluciones tomadas en la cúpula del Ejecutivo. Lo que, por descontado, les permitiría a los subversivos, como los demás perturbadores de toda laya en la zona, anticipar y ajustar su reacción. De hecho, feriando por parte del mismo Estado la estrategia y táctica para imponer la soberanía, todavía en peor medida que el polémico y reciente trino presidencial con las imágenes de los campamentos del ELN. Y que tanto ha ensoberbecido a los expertos castrenses y excomandantes de la Fuerza Pública, incluso hasta alegar traición a la patria.

Pero, con apetitosas cámaras de difusión nacional y micrófono abierto, la “bomba” fue otra. En esa dirección, el consejo de ministros se convirtió en un zafarrancho al estilo de un desbordado concejo municipal periférico. Efectivamente, la “bomba” para los presentes no tuvo nada que ver, claro está, con el Catatumbo, sino con la tensa presencia de los nuevos nombrados en el gabinete: la Canciller y el jefe del despacho presidencial, en su orden, Laura Sarabia y Armando Benedetti, a lado y lado, escudando al presidente Gustavo Petro. Tal vez pensó que, cobijándolos de cerca y otorgándoles su sombra, sería suficiente, pese a las advertencias de hace unos días dadas por sus otros subordinados. Paulatinamente, mientras el primer mandatario llevaba a cabo su alocución inaugural (excusa para la emisión televisada y que por tanto supone el derecho de réplica), la tensión se hizo insoportable. Al terminar, otorgó la palabra. Y entre sollozos y nerviosismo estalló la larga andanada de las figuras más cercanas de su equipo, una vez la vicepresidenta inició parando al primer mandatario en seco, por fomentar con estos nombramientos la altanería y la corrupción, dijo, y de ahí en adelante sus principales alfiles se despacharon, cada quién con sus propios reproches, algunos en materias aún más graves y puntuales, y que en su conjunto dejaron en claro la atronadora desolación y desarticulación, por no decir, el abismo insalvable y la fractura sufre el Gobierno.                               

          

Si con este consejo de ministros al aire la pretensión presidencial fue recuperar la iniciativa administrativa y política, después del otro episodio lamentable en que hace poco y con sus indigestos y prolongados trinos casi lleva al punto de no retorno las relaciones con Estados Unidos, quebrando la economía, y ahora por esta vía inédita de televisar el consejo de ministros intentó mostrarse ante el país al mando, el resultado fue exactamente el contrario.       

A fin de cuentas, quedó clara la presión insufrible de todos lados que padece el Gobierno en sus entrañas. Como lo fue desde un principio, con tantas aristas crípticas… solo que ahora el país pudo confirmarlo en vivo y en directo.