España al borde del abismo | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Septiembre de 2015

La política suicida del simio

Unidad espiritual hispánica

 

MIENTRAS  en Europa los estadistas más destacados se pronuncian en contra de los afanes segregacionistas de Artur Mas, en Hispanoamérica nuestros políticos se mantienen un tanto ausentes y casi no opinan sobre el escabroso asunto. No es raro que nuestras gentes se  muestren indiferentes a temas como ese. En una encuesta en México, con ocasión del día de la independencia de ese país, se les preguntó a las personas del Estado llano sí sabían de quién se habían independizado, buena parte dijo que de los Estados  Unidos; muchas manifestaron ignorar que  alguna vez habían hecho parte del Imperio Español en América. Lo cierto es que Hispanoamérica, tiene en la Península Ibérica el vínculo geográfico político y humano, que nos liga  a Europa y la cultura occidental. Lo que pasa en España es importante para nosotros y debe serlo para ellos, puesto que estamos unidos por  la sangre, el espíritu y la historia, sin importar cuántos lo ignoren. Desde esta parte del mundo la crisis española y de Cataluña, que lleva al país al borde del abismo, es un asunto que atañe también a nuestro destino.

Cuando se produjo el descalabro del Imperio Español en nuestra región, la impresión que tuvieron los actores de 1810 y en años sucesivos hasta la Batalla de Boyacá, era que los protagonistas del momento eran los que determinaban los hechos, fuesen realistas españoles o americanos, partidarios de la República criollos o españoles, cuando en realidad el ocaso del Imperio Español llevaba dos siglos, por lo que los actores del momento envueltos en las intrigas políticas y los hechos de fuerza de Napoleón, que dejaron acéfala la monarquía en América, son consecuencia y no causa de los hechos. A finales del siglo XVIII, Francisco de Miranda, prisionero en París, es interrogado por los agentes de Fouché, sobre el porvenir del imperio Español en América, allí expresa que no tiene futuro por cuanto  España no conoce la industrialización y el Imperio se lo van a disputar países como Inglaterra y los Estados Unidos, que necesitan abrir los atractivos mercados del Nuevo Mundo, para vender su producción. Al no prosperar el régimen autárquico del Imperio Español, su existencia peligraba, abrumado por el atraso y el contrabando. La invasión de las tropas de Napoleón a España precipitó los acontecimientos, acelerando la crisis que de todas formas era inevitable, que de improviso se habría podido resolver de manera pacífica como en Brasil de no mediar la  incursión “pacificadora” del general Morillo.

La actual coyuntura de España es distinta. Resulta que Artur Mas ha entrado en un proceso similar al del simio que desde la altura de la rama de un árbol frondoso, juega con un serrucho y termina aserrando la rama en la que está sentado y se precipita al suelo en caída mortal. Padece una suerte de vértigo con cierta dosis de paranoia que lo lleva a cometer toda suerte de errores y empujar a Cataluña al caos, sin medir las consecuencias de sus actos. Mas hace rato olvidó la noción de lo bueno y lo malo, que en política lo sería para España. Ha perdido de vista el político populista que su ideario lleva a su país a mortal declive. España, que hoy ocupa primer lugar en la UE, se convertiría en una nación  de tercera. La España que ha sido tan solidaria con nosotros con el gobierno de Rajoy y algunos de sus antecesores, quedaría sumida en la debilidad crónica. Tanto  Cataluña, como España, descenderían a  la degradación, España dentro de la UE, Cataluña por fuera.

Es fundamental que nuestros estadistas americanos expresen su solidaridad con la unión de España, puesto que de consuno somos fuertes y tenemos un peso específico en el mundo, divididos perdemos nuestro principal aliado en Europa. Una España degradada, que tendría poco influjo  en las instituciones internacionales no le conviene a ningún país de Hispanoamérica. Es necesario contribuir a abrirles los ojos a los catalanes y el resto de españoles, para que se pellizquen y salgan a luchar por la unidad y sobrevivencia nacional. La unión de España no es cuestión de cálculos fiscales, ni de pretensiones de demagogos populistas, España y la hispanidad cuentan como una de las más poderosas fuerzas espirituales en el mundo. Por siglos España e Hispanoamérica derrocharon sus capitales y energías en la hostilidad o indiferencia, al contrario   de los anglosajones que al otro día de la independencia de las 13 colonias, estaban actuando en política internacional de común acuerdo.