La democracia es con votos | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Septiembre de 2023

* Otro llamado a la calle

* Redoblar los esfuerzos en elecciones

 

Como es fácil observarlo desde ahora los resultados de las elecciones regionales a llevarse a cabo en un mes no parecen favorecer, de antemano, al gobierno ni al Pacto Histórico. Por lo cual es muy posible que el escenario político, en materia de alcaldías y gobernaciones, sea completamente diferente al de los últimos cuatro años. Y que muy otro sea, asimismo, el devenir nacional a partir de liderazgos proclives a la institucionalidad y a no dejarse desviar de las cláusulas esenciales del Estado de Derecho, como sucedió hace un par de años cuando se fraguaron los actos vandálicos de todos conocidos y se instaló la anarquía en connivencia con el desorden y las tropelías en ciertas ciudades del país.

Fue ciertamente un momento de desconcierto en que, bajo la mampara de un paro sindical y las protestas contra una reforma tributaria inoportuna y exenta de sindéresis política, los sectores anárquicos del país se coordinaron y aprovecharon para poner en jaque a la administración nacional y generar un teatro convulsivo, coadyuvado por el bloqueo de las principales vías del país y la meditada colocación de barricadas y múltiples posturas contra la libertad y los derechos fundamentales de los ciudadanos.

En esa ocasión la nota prevalente consistió, ciertamente, en el corto circuito entre las autoridades nacionales y las locales. Ante lo cual hoy es evidente que la elección ciudadana, en esta oportunidad, está claramente definida por la preferencia de aquellos sectores que ven en la anarquía, el populismo, la corrupción y la notoria deficiencia en el manejo de la cosa pública la lacra que se ha pretendido instalar dizque como formulación política redentora de los problemas que aquejan a todos los colombianos.

Será pues en pocas semanas que se pueda constatar el plebiscito democrático que ya se otea contra este tipo de políticas retardatarias, adoratrices del estatismo, cercadas de escándalos al más alto nivel, temerosas de la concertación y desdeñosas del orden y la ley. No en vano la difícil situación de la nación colombiana exige serenidad, consensos, capacidad política, coordinación, responsabilidad con la agenda y una verdadera dedicación patriótica para resolver los ingentes problemas y encontrar soluciones con tino y disciplina. Lo demás, es decir, la abulia, las evasivas, la terquedad, la indisciplina, la agitación no son más, entre otras, que señales de exasperación y de poca sintonía con un pueblo que exige una política pública eficaz en vez de retórica, balconazos y constantes llamados a la calle en vista de la impopularidad, tanto del gobierno nacional, como de aquellos alcaldes del mismo rango ideológico que han terminado por el piso.

Basta ver, por ejemplo, que el presidente Gustavo Petro cuenta, según los últimos sondeos, con una voluminosa desaprobación del 62 por ciento. Y que el 30 por ciento de exigua aprobación promedio lo consigue solo por algún índice más favorable en el suroccidente del país, porque en el resto de secciones nacionales los rubros de rechazo son abrumadores y se mantienen en franco declive. Aun si se quiere, en el mismo suroccidente, en ciudades cruciales como Cali y Pasto, las preminencias electorales ni siquiera favorecen a candidatos de ese cuño.

Frente a ello, y por enésima vez, el gobierno vuelve a llamar a las calles a poco del máximo evento democrático que son las urnas. Desde luego, cuenta con las canonjías y el influjo gubernamental para sentirse menos solitario. Dicen que la nueva convocatoria es para respaldar sus reformas en el Congreso que, por lo demás, han tenido una de las peores articulaciones en la historia democrática del país. Por eso, desabastecidas de pedagogía y orientación, y muchas de ellas simplemente regresivas y verdaderos torpedos a los avances sociales del país en los treinta años recientes, permanecen en un limbo, pendientes de la última jugada del clientelismo enfermizo y ante todo huérfanas de toda concertación inteligente. Porque las reformas, claro está, son necesarias y bienvenidas. Que es bien diferente a la imposición a rajatabla de la minoría y la tendencia autoritaria de la administración en curso.        

Con marchas como las de hoy, que buscan presionar la independencia y autonomía del Congreso, también algunos piensan que podría mejorarse la alicaída exposición de los adictos gubernamentales en las urnas. Por supuesto, la calle es parte de la democracia, con sus reglamentos correspondientes, pero nunca será sustituta de lo que al fin y al cabo es la esencia del sistema: los votos. Afortunadamente, en Colombia prima la institucionalidad democrática. Y ante más desconocimiento o prevención de ello más serán los votos para reafirmarla como la más antigua y ejemplar en América Latina. Será por ello que millones y millones de colombianos saben que no hay necesidad de marchar: basta con votar.