La hora del Congreso | El Nuevo Siglo
Lunes, 18 de Agosto de 2014

Genealogía del entendimiento

Deberes del poder legislativo

 

Si se repasan las ediciones de los distintos diarios colombianos desde los días lejanos de la fundación de la República muy seguramente los investigadores habrán de encontrar varias veces el mismo título: “la hora del Congreso”, “la oportunidad del Congreso”, “el papel del Congreso” con sus antiguos senadores y representantes y los novatos que han sido elegidos; la democracia en crisis o por razón del posconflicto, así como por la naturaleza de un segundo mandato presidencial y el momento político. Así que ese puede ser uno de los títulos más manidos de escoger para un Editorial y al mismo tiempo de los  más actuales y vigentes. Por la sencilla razón de que los colombianos esperan que el Congreso, al que  hoy se llega con cuantiosas erogaciones por cuenta de los partidos o los candidatos, demuestre que es capaz de expedir las leyes más convenientes para contribuir a resolver los problemas sociales, que por no atender en tiempos anteriores derivaron en una verdadera orgia de violencia que aún no termina.

Cuando culminó lo que se conoce como hegemonía conservadora, con cierta inexactitud histórica, durante el gobierno de Miguel Abadía Méndez en 1930, por causa de la división conservadora, pocos estaban conscientes de que su último gabinete era mitad conservador y mitad liberal, con figuras prestantes de ambos partidos.  ¿En dónde quedaba la hegemonía? Lo mismo puede decirse del gobierno del general Rafael Reyes, que llamó a colaborar a los más aguerridos generales liberales. Si miramos en los orígenes de la denominada hegemonía conservadora o nacionalista  de Rafael Núñez, encontramos que él mismo era de origen liberal independiente y conformó un Consejo Nacional de Delegatarios compuesto con la mayoría de los más prestantes representantes de la inteligencia de los partidos políticos de la época, a los que les envió un mensaje de alta política con sus ideas de cambio y los dejó en libertad de hacer una Constitución que pusiera la casa en orden, contraria a la utópica de 1863. Lo que prueba que se deseaba gobernar con las distintas fuerzas que aceptaran el nuevo orden y la exclusión provino por cuenta de quienes salían derrotados en las elecciones y aspiraban a intentar la guerra para  llegar por la fuerza de las armas al poder. En el Frente  Nacional, las diferencias se dan más por la calidad del gobernante,  la composición del Congreso, como por los debates en su seno y por su capacidad de contribuir  a la gobernabilidad o a desestabilizar el sistema. Y la violencia se desata  exógena desde la Cuba revolucionaria.

¿Cuáles  son las características protuberantes del Congreso de 2014? La composición del mismo por diferente número de partidos políticos, con algunos  que no han cumplido ni la mayoría de edad y no tienen muy claros sus principios ideológicos, si los tienen. Lo que se resalta son los antagonismos personalistas de políticos viejos o nuevos que encarnan posturas irreconciliables. Es de esperar que en un tiempo se supere esa hostilidad  por ahora visceral y se entienda que el Congreso no es un cuadrilátero de boxeo, sino la máxima academia legislativa del país que existe para llegar a acuerdos políticos que permitan aprobar leyes y facilitar la gobernabilidad. Por desgracia, las noticias de prensa que más se destacan del Congreso se refieren a los choques e insultos entre sus miembros, en tanto poco se habla de los grandes proyectos en curso, que son decisivos para fortalecer las instituciones e impulsar el desarrollo.

Por cuanto  así lo estipula la Constitución de 1991, le corresponde al Congreso en pleno y en nombre del pueblo votar la elección del Contralor General de la República, cargo para el cual han sido escogidos tres colombianos que  a juicio de las altas cortes reúnen  las condiciones de ley para desempeñar tan delicadas funciones. Esa es una tarea que compete al Congreso, seleccionar de la terna al más idóneo. Pese a lo cual desde los distintos medios de comunicación los escritores públicos toman partido, enrareciendo el clima de la elección con sus ataques y consejas, lo que torna un tanto melancólico el debate. Trasciende que el presidente Juan Manuel Santos ve con buenos ojos a uno de los candidatos y el expresidente César Gaviria apoya a otro. Entre tanto, el procurador Alejandro Ordóñez, sorprende como el silbido de  un latigazo en el aire  con su misiva de veto a los legisladores.  Lo cierto es que ese conflicto  tiene en ascuas a la opinión pública y es la hora en la cual el Congreso puede y debe demostrar a la nación la  voluntad de cumplir su misión con absoluta soberanía y juicioso criterio para elegir al mejor de la terna.