La implosión populista | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Noviembre de 2013

*El tobogán de la crisis

*Protestas en Venezuela

 

Observadores internacionales y economistas locales están preocupados por la implosión que sufre la economía venezolana desde mucho antes del misterioso y trágico deceso del comandante Hugo Chávez en algún lugar secreto de Cuba. A pesar de la famosa frase del príncipe de Talleyrand con la indicación de que lo único que no pueden hacer los gobiernos afincados en la fuerza es sentarse sobre las bayonetas, el Comandante venezolano entendía que armarse contribuía a atraer las simpatías de las potencias que le vendieran las armas, en este caso Rusia y China. Y el armamentismo venezolano no surge con Chávez viene de mucho atrás, de pronto desde los tiempos del Imperio español en los cuales se erigió como Capitanía General a Venezuela, que era un rango importantísimo del Imperio por ser entonces una región muy rica y codiciada por otras potencias. Para tener una idea de la trascendencia que le daba a ese cargo en la jerarquía oficial  el régimen español es de anotar, por ejemplo, que el capitán general de Venezuela recibía un salario superior que el de algunos virreyes. Y no olvidemos que el Libertador Simón Bolívar decía que Venezuela era un cuartel. Pese a esos antecedentes castrenses es de recordar que ese país no ha tenido guerras con sus vecinos y que sus tropas mantienen a plenitud el predominio de la soberanía nacional.

Es evidente que el gobernante venezolano Nicolás Maduro no tiene el mismo influjo sobre las Fuerzas Armadas que distinguió a su predecesor, a pesar del golpe de Estado que sufrió y de haber sido capturado y reducido al cautiverio temporal por la Armada, durante el breve ejercicio presidencial de facto de Pedro Carmona, que de presidente de Confecámaras pasó a regir por unas horas angustiosas y decisivas su país. Con posterioridad a esos eventos políticos y el rechazo de las multitudes, el Comandante Chávez depuró a las Fuerzas Armadas y aumentó en ellas el influjo de los oficiales cubanos, sin que se presentara ningún otro levantamiento.  No es esa la misma situación del presidente Maduro, un antiguo sindicalista que se formó en las milicias de Chávez y en los centros de propaganda política cubanos; por tanto debe hacer grandes esfuerzos para ganar el apoyo de los militares, en donde al parecer tiene notable influencia el presidente de los diputados, Diosdado Cabello. Como en Venezuela están armadas las milicias chavistas el gobernante se ocupa en fortalecerlas y ganárselas para contraponerlas a otras fuerzas, no solo de la oposición. Y en ese juego de poderes anunció hace poco la creación del Viceministerio de la felicidad, cuya teoría principal no es precisamente hacerles cosquillas a los descontentos para distraerlos, sino por medio de estímulos y regalos mantener la lealtad de los elementos más influyentes del chavismo y procurar seducir a dirigentes o militantes de otras fuerzas políticas. En ese sentido tiene explicación que Maduro por decreto declare un “día de amor al Comandante” para oficiar como supremo sacerdote él mismo y representar ante las masas a su antiguo jefe.

Así como los militares no pueden sentarse sobre las bayonetas los gobiernos populistas no pueden mantener su influjo sobre las masas con los estómagos vacíos. El drama venezolano se agrava en cuanto las penurias y el desabastecimiento alimenticio multiplican peligrosamente el malestar social. Es en este punto, el de la economía, donde el régimen es más débil y donde se podría producir una implosión del sistema, dado que las instituciones gubernamentales están horadadas y el edificio de no ser reparado a tiempo podría caer sobre el régimen como el templo de Salomón sobre los filisteos. Las medidas económicas que está tomando el Gobierno para amortiguar el malestar económico, según los mejor enterados expertos financieros, contribuyen a facilitarle que salga del bache o amortiguar los efectos perniciosos de la inflación que desde hace unos meses supera el 50% oficialmente y que para economistas de la oposición es mucho mayor . En días pasados el gobernante Maduro invitó a los inversionistas extranjeros a  que trasladaran sus capitales a Venezuela donde el Estado les garantizaría la seguridad jurídica, y al día siguiente anunció varias expropiaciones. Con tan exótica lógica nadie se arriesga a invertir un solo dólar en Venezuela sin que los países comprometidos en negocios con el gobierno venezolano como China, a la que le deben más de 250.000 millones de dólares, estén dispuestos a girar ni un centavo más por lo que el Gobierno ha tomado algunas medidas en un desesperado intento de reflotar la economía y acaso acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI) en solicitud de préstamos urgentes. Lo que no parece tan viable puesto que en sus  disposiciones no enfrenta el problema macroeconómico de fondo ni la inflación, ni los excesos del gasto público. Y como colmo se ve forzado a acudir a la más gigantesca compra de artículos de primera necesidad en el exterior, que para las finanzas significa algo así como practicarle una sangría a un moribundo.