La incógnita Trump | El Nuevo Siglo
/ AFP
Viernes, 17 de Enero de 2025

La gran pregunta con la posesión de Donald Trump, este lunes, como 45 presidente de los Estados Unidos, consiste en si va a hacerles honor a sus promesas de campaña y cómo las llevará, finalmente, de la teoría a la práctica. Sobre lo primero, no queda duda alguna. Pocas veces, como sucedió en las elecciones de noviembre pasado, el pueblo norteamericano se volcó de modo concluyente para darle un mandato tan claro a un jefe de Estado. En particular, contra la inmensa mayoría de los pronósticos de las encuestas, los poderosos medios de comunicación demócratas y un sinnúmero de académicos que estuvieron muy lejos de acertar. Además, en mitad de una perniciosa y agotadora campaña presidencial copada por la insidia. Todavía más, con el odio y el divisionismo social de cantera polarizante y atentados contra su vida de colofón.

En efecto, no sobra recordar que Trump, encabezando el partido Republicano, por demás en un teatro político así determinado, es decir, para impedir su ascenso a como diera lugar (y desde diferentes flancos), ganó de lejos, tanto en los registros del voto popular como frente a los delegados estatales en el Colegio Electoral. A su vez, también pudo reclamar victoria en todos los llamados estados “bisagra”, varios de ellos casi siempre renuentes a decantarse por la propuesta republicana. Y logró, al mismo tiempo, que su colectividad obtuviera mayorías en Senado y Cámara de Representantes e igualmente ratificara la preminencia en las gobernaciones. De hecho, aun perdiendo en bastiones demócratas como California y Nueva York, los avances electorales de la cauda conservadora en estos territorios han sido una nutrida vertiente de análisis político y sobre su incidencia hacia el futuro.  

Esto para señalar que, evidentemente, Trump goza de un mandato claro, o sea, producto de una nítida expresión de la democracia estadounidense. Sin atenuantes. Es el primer concepto a tener en cuenta, ya que por más obvio que parezca, no deja de ser esta una realidad insoslayable para los opositores que aún no hallan, meses después de las elecciones, cómo interpretar los resultados y todavía lucen sorprendidos y fuera de base con el dictamen del pueblo.

Detenta Trump, pues, un caudaloso patrimonio político sobre el que, interna y externamente, existe una enorme expectativa. No en vano su propuesta general indica, palabras más, palabras menos, un viraje sustancial en las nociones del liderazgo de Estados Unidos. Para ello, ha venido promulgando un Estado más pequeño, pero más eficiente; estímulos a la iniciativa privada, al trabajo y a la tecnología para una “edad de oro” de la economía; y el reordenamiento mundial tras la debacle geopolítica dejada por el gobierno saliente. Claro es, por su parte, que la campaña presidencial giró en torno a la inmigración, como parte de la seguridad interna, y a la inflación.

Ya, por lo pronto, ha sido específico en que él está contra la inmigración, no en general, sino la ilegal. Y esa es la cuña que más aprieta a ciertos países de América Latina, en especial México. Con tantos millones de inmigrantes ilegales, que a veces pasan a usar el derecho de asilo, las preguntas son: ¿Acudirá Trump a las deportaciones masivas e inmediatas a sus naciones de origen? ¿Expondrá este lunes lo que sería una política integral, con gradualidades y dependiendo de los casos? ¿Acaso podría sorprender con una regularización para aquellos que lleven más de un lustro o una década, pero del mismo modo podría eso ser interpretado como una amnistía que podría revertirse al mediano plazo? Por el contrario, ¿ipso facto incrementará sustancialmente las flotas áreas para los deportados? ¿Insistirá en la política de dividir a padres e hijos?...

Asimismo, los ojos del mundo están lógicamente puestos en las decisiones de Trump sobre la arena internacional. Ya anunció, antes de la posesión, que viene adelantando conversaciones con Putin y Xi Jinping. El solo hecho de que ya estén dialogando señala un giro de ciento ochenta grados, tanto frente a la guerra de Rusia con Ucrania como sobre las tratativas comerciales con China. Falta, desde luego, mucho camino por recorrer. Pero cualquier avance que se sepa al respecto es fundamental para el mundo, como ocurre con el anuncio de la tregua de Israel con Hamás. Un planeta en llamas, cercado por el autoritarismo y el terrorismo, no es buena noticia para nadie.

Fuere lo que sea, propósito esencial de Trump deberá ser unir a todos los norteamericanos. Hacerle caso a la agenda divisionista será tanto como jugar en favor de los enemigos.