La soberanía aérea | El Nuevo Siglo
Sábado, 9 de Noviembre de 2013

*Las movidas de Ortega

*¿Un incidente fríamente calculado?

 

 

Para  algunos comentaristas el incidente de nuestra Fuerza Aérea con dos naves  rusas, no tiene mayor importancia, ni vale la pena detenerse a analizar si podría tratarse de un evento casual o debidamente calculado, para conocer la capacidad de respuesta de Colombia... Algunos comentaristas colombianos de los hechos internacionales presumen que  los incidentes son casuales, como sostienen con cierta candidez que las cortes internacionales juzgan siempre a derecho y que los organismos internacionales por su misma naturaleza, son imparciales, sin entender el papel que juegan las potencias y las intrigas en todos esos asuntos que tienen un trasfondo político. El asunto por sí mismo tiene una gran importancia desde el punto de vista de la geopolítica. Hasta hace algunas décadas se especulaba que en caso de un conflicto entre las potencias por cuenta de la guerra fría, no corríamos ningún riesgo. Eso sería un problema entre los poderosos y que los misiles cruzarían el espacio sin tocarnos, ni seriamos objetivo de guerra.

 La parte de la guerra fría que nos tocó en suerte vivir es la de la que se denomina guerra irregular, que precisamente, es muy distinta a la guerra a la que le dedica sus hondas reflexiones Carl von Clausewitz, quien la trata como extensión de la política. Por lo que no se explican la razón por la cual sus leyes no se aplican entre nosotros en el conflicto interno, dado que según el alemán al tener acotado al enemigo  éste debería rendirse o sucumbir. Por lo que varias veces han anunciado su extinción y son los primeros sorprendidos cuando reaparece como una bestia mitológica de varias cabezas y tentáculos. Fuera de que la subversión en Colombia cuenta con posibilidades de financiación inmensas, al punto que cuanto se conocieron las grabaciones que aparecieron en el campamento donde  se refugiaba Raúl Reyes, en el Ecuador se supo que fondos de las Farc habían sido aportados a la primera campaña del gobernante del vecino país. Eventos de esa naturaleza muestran el poder de soborno que tiene esa agrupación subversiva. Y es conocido que Nicaragua es uno de los países cuyo gobierno de corte “revolucionario” los apoya y en el pasado les sirvió de portaviones para el contrabando y el negocio de armas.

Nicaragua, es preciso reconocerlo, tiene una diplomacia muy activa y eficiente. Ellos, al mismo tiempo que llegaron al poder por las armas, no tuvieron que nacionalizar una cantidad importante de empresas extranjeras como Cuba en su lucha contra lo que denominan el imperialismo, en cuanto el gran propietario era el dictador Anastasio Somoza y su familia. Así que cuando las cosas se pusieron un tanto tensas con los Estados Unidos, llegaron a un hábil acuerdo con Washington, por medio del cual el presidente Ronald Reagan se comprometió a no desestabilizarlos, bloquearlos  o atacarlos, como hizo con otros gobiernos de izquierda que amenazaban su seguridad en la región, con tal que no exportaran su revolución. Así que el despotismo se consolida en Nicaragua, donde el gobernante que había sido denunciado por su sobrina que lo acusa de violarla reiteradamente, no es de extrañar que haga lo mismo con la Constitución y se reelija una y otra vez.

Y no debe sorprender la audacia del gobierno de Nicaragua, que fuera de llevar sus pretensiones expansionistas e injustas contra Colombia a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, sin que los dos países signatarios del Tratado Esguerra-Bárcenas resuelvan de común acuerdo modificarlo, pues el fallo de La Haya no puede conculcar el Tratado, dado que se centra en señalar una nueva línea imaginaria, que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, no está en condiciones de aplicar por cuanto lesiona los derechos humanos de los isleños colombianos del archipiélago de San Andrés.

Sin que por eso el gobierno de Ortega desista de sus propósitos expansionistas y desestabilizadores; en su juego ilícito y audaz  negocia con una empresa china la construcción de un canal Interoceánico con las costas y el mar que históricamente fueron nuestros hasta el Tratado Esguerra-Bárcenas y que cedimos o regalamos a cambio de nada. Por lo que al desconocer las partes ese acuerdo bilateral, deberían esas zonas terrestres y marítimas volver a Colombia. Y, también, dentro de ese juego político, le compra armas a Rusia, que abastece de tiempo atrás a Venezuela. No es de sorprender que de improviso el mismísimo Putin, declarado el personaje más poderoso del mundo por la revista Forbes, esté tras el incidente de los bombarderos rusos con la aviación colombiana. Sería una manera de responder a los movimientos de los Estados Unidos en sus zonas de influencia o de medir la reacción  de los Estados Unidos, ligados por el Plan Colombia en la lucha contra la subversión.