Las bases del futuro | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Octubre de 2015

Vigor de la democracia genuina

El modelo de Bogotá como ciudad-región

Salvo  en Barranquilla, las elecciones de hoy se presentan, no solo en la capital y las principales ciudades del país como un voto-finish que nunca se había registrado. Esto demuestra la fuerza que ha tomado la contienda regional y municipal, oxigenando la base de la democracia y mostrándola en todo su vigor genuino.

Ciertamente se siguen presentando elementos nocivos en algunas candidaturas que han debido ser castigadas por la autoridad electoral y la trashumancia permanece como una perturbación a tener en cuenta. Hay sectores, de la misma manera, que continúan asociados a fenómenos como el paramilitarismo y la corrupción, pero poco a poco avanza el recambio. El fraude y la compra de votos se expresa, igualmente, en toda su dimensión endémica y patológica y, desde luego, se requieren reformas que permitan avanzar en el voto a conciencia antes que el voto amarrado y clientelista.

En todo caso, haberle otorgado personería y mayoría de edad democrática, a los municipios y las gobernaciones, como lo hizo Álvaro Gómez Hurtado, tanto en su proyecto de elección popular de alcaldes y luego la misma idea para las gobernaciones en la Asamblea Nacional Constituyente, ha sido un éxito. Y es así, precisamente, porque de las comunidades han emergido nuevos liderazgos y alternativas diferentes al óxido corrosivo de la política mal planteada, dándoles curso a las corruptelas, las vanidades y el poder a ultranza.

Hoy, a no dudarlo, como se puede observar en las alternativas de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali existen criterios claros de modernidad y personajes idóneos para manejar la política pública. Fue precisamente lo que quiso Gómez Hurtado al romper las vértebras del esquema tradicional en el que el Presidente elegía a los gobernadores y éstos a los alcaldes, en un círculo vicioso y cerrado que impedía la oxigenación de la política. De ello hace unos 25 años, cuando por primera vez se puso en marcha el experimento que, asimismo, si bien merece todo el reconocimiento también requiere de ajustes. Uno de ellos, por ejemplo, el manejo de las regalías regionales y municipales así como la manera de acceder a esos recursos, provenientes de los excedentes de capital de circunstancias como las bonanzas petroleras. Hoy, como se sabe, a lo menos cuatro billones de pesos permanecen congelados y sin trámite, muchas veces por carencia de proyectos y capacidades para manejar la administración. Esto quiere decir, de alguna manera, que se necesita una mayor cantidad de pedagogía, particularmente en los municipios, para que puedan servirse de esos recursos en favor de la comunidad.

También es fundamental, de otra parte, romper el circuito de la corrupción que generalmente se fomenta, municipalmente hablando, entre las personerías, las contralorías y las corporaciones públicas, generando un contubernio entre los órganos de control y los electivos. Habría que independizar los mecanismos de designación de contralores y personeros y dejar que  adelanten su labor de modo independiente y riguroso.

De otro lado, las elecciones que hoy se llevan a cabo son las primeras con unas Farc en tregua unilateral y próximas al cese el fuego definitivo. Esta prueba de normalidad, que desde hace muchos años debería dejar de ser noticia, es a lo que un país con el empuje de Colombia puede aspirar. Pero en ningún modo, como algunos pretendieron, las elecciones de hoy se convirtieron en un plebiscito entre la guerra y la paz y la gente, por supuesto, se dedicó a los problemas comunitarios y la resolución que cada aspirante puso sobre el tapete. Así debe ser, porque de lo que se trata, precisamente, es de que Colombia sin la intervención del anacronismo armado por fuerzas irregulares, pueda presentarse en toda la magnitud democrática de la que es capaz, entendido que ciertamente es la más antigua democracia latinoamericana.

Entre tanto, existe evidentemente una división entre el país urbano y el país rural. En el primero se presenta una nación con ánimo de modernidad y vocación de futuro, mientras el segundo permanece aislado bajo las mismas prácticas políticas de antaño. De modo que el cambio de costumbres políticas debe concentrarse en las reformas que puedan adelantarse en el Congreso, a tratar de vincular las dos grandes zonas. 

No obstante, hay que poner de relieve claramente que, sin duda alguna, hoy es difícil hablar de urbes por sí solas, sino que cada día cobra más fuerza el proyecto de ciudad-región. El caso de Bogotá necesita, por supuesto, unas relaciones institucionales de mucha mayor envergadura con los 17 municipios cundinamarqueses que la rodean, pero mucho más allá es obvio que de la misma forma tiene un influjo claro  en otros departamentos como Tolima, Meta y Boyacá. Medellín igualmente es una ciudad-región, tal como lo son Cúcuta, Bucaramanga, Pereira y Barranquilla, solo para tocar algunos casos.

De este modo, la elección popular de alcaldes y gobernadores va mucho más allá en lo que significa el futuro de Colombia, como un país de ciudades-regiones. Y en ello hoy el voto es fundamental en procura de ir buscando esa integración, sobre la base de gente honesta, idónea, ejecutiva y disciplinada.

Que se estén, precisamente, registrando voto-finish en los diversos lugares del territorio nacional, de mayor población, da la medida de un país pujante en busca de diversas alternativas y de encontrar nuevos horizontes.

En el caso de Bogotá se trata, no de regresar a modelos de ciudad anteriores, sino de buscar el futuro con ideas refrescantes y una política de concertación, no solamente al interior de la ciudad, sino igualmente hacia los departamentos vecinos. De hecho, con la nueva red vial y la infraestructura que se viene abriendo camino en los últimos años, Bogotá se confirma como el centro de servicios y productivo del país, aun  con nuevos viaductos que lo acercarán tanto al mar como a departamentos como Antioquia, a través de las autopistas de la prosperidad. De este modo se necesita un alcalde que piense en grande y vaya generando la institucionalidad y la política pública propia para esa ciudad que más temprano que tarde se comienza a concretar. El voto de hoy, pues, tiene dos posibilidades: una, mirar al pasado y otra,  poner las verdaderas bases del futuro.