Las relaciones uranistas | El Nuevo Siglo
Viernes, 26 de Abril de 2013

*Un debate civilizado

*Matrimonio y procreación

 

Como  en el Congreso de la República se fabrican las leyes, en consecuencia allí se discuten los temas más variados, así como en los medios de comunicación, a su vez, se comentan en la medida que se presentan propuestas novedosas o anacrónicas, positivas o disolventes. Propuestas que no siempre salen en los medios, por lo que no se convierten en asuntos de opinión pública, puesto que está entra a opinar cuando  se entera de las mismas  por los medios y se tornan en temas que trata el común de las gentes, lo que lleva a que se tome partido. El asunto de las relaciones uranistas y el matrimonio cobró actualidad en los últimos tiempos por la voluntad colectiva de un grupo de éstos que insiste en casarse. El senador Armando Benedetti se destaca en la defensa del matrimonio entre parejas del mismo sexo, con el argumento de que ese debe ser un logro para garantizar “su  derecho al matrimonio igualitario”.

Y Benedetti, en defensa de la ley que presentó para favorecer el matrimonio de  género, entre otras cosas, expresó  que: ”a quien carajos le importa, qué haga otra pareja en la noche, dónde se casen, cómo se casen y qué hacen en la cama”. Se le reconoce al ponente de esa ley que la ha defendido con vehemencia a capa y espada, desde una tribuna como el Congreso de la República, que es un reflejo de la composición política y social de la Nación, que como se expresó en otras oportunidades y ahora, no comulga con esa propuesta que cobija a uranistas y lesbianas. Así respete la condición de quienes presentaron ese proyecto y se haya hecho, como afirma Benedetti, un debate de altura. El tema es tan viejo como la humanidad, no tiene nada de novedoso sino de recurrente. Esas prácticas son  parte de la costumbre y de la tradición, en un sentido u otro, no solamente desde los griegos, entre los aborígenes y demás  razas se presentan.

La Iglesia Católica, que es la de la mayoría de los colombianos, enaltece el matrimonio para crear y promover el amor y la vida. En tanto la mujer cumple la más tierna y conmovedora de las funciones humanas, la de la maternidad. Así como defiende el sagrado derecho a la vida y está en contra de eliminar a los seres que van a nacer, puesto que lo considera un crimen. Por lo mismo no está con el matrimonio de género. Y tampoco se opone a sus relaciones. Incluso, en casos como el del senador Roberto Gerlein, quien causó revuelo cuando dijo que: ni aplaude ni comparte, ni desea el sexo escatológico. En cuanto le parece que “el sexo escatológico es un sexo inane, incapaz de generar vida, un sexo que se practica casi que con fines recreativos”. Lo que desató una andanada verbal contra el senador, en parte por no utilizar eufemismos para disfrazar su opinión, pese a que con otras palabras se puede decir lo mismo. Se olvida que en Europa se le otorga  el Premio Nobel a André Gide, por la defensa que hizo de los homosexuales en tiempos en los cuales estaba de moda en algunos círculos políticos execrarlos. Con el mismo derecho se puede defender la tradición de la familia y la procreación dentro de la visión cristiana.

En Colombia ya existe la unión entre parejas de un mismo sexo desde el punto de vista de la sociedad conyugal, con diversas garantías y los mismos derechos que el resto de la sociedad, es decir, de las parejas heterosexuales. La Corte Constitucional sin tanto ruido ha venido siguiendo los pasos de otros países europeos que han avanzado en la materia y tenido en cuenta menos nuestras tradiciones. Y las cosas se han desarrollado aquí con relativa calma, la reacción en la civilizada y tolerante París contra el proyecto de los socialistas del matrimonio entre parejas del mismo sexo, rebotó a las gentes y se presentaron incidentes y agresiones en las calles contra los activistas homosexuales. Es de reconocer que en Colombia estos temas vidriosos se pueden tratar civilizada  y razonablemente.

Lo que no pueden las parejas de género desde el punto de vista biológico es tener hijos. Así en su vida diaria o en la intimidad tengan el rol de los dos sexos, de hombre y mujer. Lo curioso, y que poco se ha tenido en cuenta en este debate, es que, precisamente, en una encuesta reciente aparece Colombia como uno de los países de Hispanoamérica en donde más se rejuntan las parejas heterosexuales, pocos se casan y el matrimonio está en crisis. Lo que contradice la propuesta de Benedetti, que encierra una paradoja, puesto que su clientela busca la consagración del rito matrimonial que se estableció para procrear, por lo que, por sustracción de materia, no tiene objeto si no pueden concebir hijos.