* Bonhomía de un periódico
* Impronta de una manera de ser
No es fácil para ninguna empresa, tampoco para ningún medio de comunicación, llegar a 100 años de edad. Es el caso del periódico El Colombiano, que en estos días celebra ese aniversario. Y lo hace bajo dos signos fundamentales: uno ser baluarte de la antioqueñidad y dos mantener un talante conservador.
Nació El Colombiano en 1912, cuando apenas la Provincia antioqueña despuntaba en todo su vigor. Ciertamente, se habían dado elementos previos, como la incursión de los hermanos Córdova durante la independencia o el tino hacendista y político de Alejandro Osorio Uribe, siempre cercano al Libertador. Aranzazu, que había sido independiente de los bolivarianos, supo manejarse acertadamente en el Congreso Admirable. Y el héroe por excelencia Atanasio Girardot, heredero de franceses y antioqueños, ya había ofrendado su sangre en Bárbula.
Luego de la independencia, Antioquia vivió un período turbulento. Fue una lástima, sin duda, que José María Córdova, que prometía ser el granadino de mayor ascendiente y aglutinación nacional, siempre en mancorna con Sucre, se hubiera desviado y perdido en el divisionismo que propiciaban algunos jefes caucanos. Ciertamente, ante un Cauca independiente, Córdova creyó en los cantos de sirena de una Antioquia autónoma, lo cual hizo que Colombia perdiera a una de sus promesas, que a los 30 años ya estaba en el Olimpo por sus acciones en Boyacá, Pichincha y Ayacucho, y a tan corta edad ya había sido Ministro. La desproporcionada reacción de O’Leary y del atrabiliario Rupert Hand, que defenestraron a Córdova en el combate del Santuario, pese a estar prácticamente rendido, acabó con su vida. Al año de su asesinato, caía por igual Sucre en Berruecos. Sepultados los dos emblemas del nuevo país, el colapso grancolombiano fue cosa de meses.
Sólo hasta 1910, Antioquia volvió a ponerse a la cabeza dirigente del país. El territorio, de amplia raigambre vascongada, llegó al solio en la figura del conservador Carlos E. Restrepo, bajo el hálito del republicanismo que lideraba con Enrique Olaya Herrera y Eduardo Santos, entre otros liberales que se habían coligado con múltiples conservadores para salir de la dictadura de Reyes. En ese escenario nació El Colombiano, bajo el auspicio de Francisco de Paula Pérez, y desde entonces hasta hoy se convirtió en la expresión más fehaciente del sentir antioqueño, que ante todo es una manera de ser. Despuntada también la industria antioqueña, El Colombiano no sólo fue bastión periodístico sino empresarial, cuando a punta de esfuerzo y tesón los números comenzaron a ser ampliamente favorables.
Tres presidentes antioqueños y conservadores, Restrepo, Marco Fidel Suárez y Pedro Nel Ospina, dejaron su huella a comienzos del siglo XX. Al mismo tiempo El Colombiano participó de las luchas partidistas y nunca ha dejado de hacerlo, pero sobre la base del republicanismo que ha sido parte esencial de su impronta. No hay duda de que, no sólo en los editoriales, sino en general en todas las notas y titulares, El Colombiano deja entrever la parte sustancial de su carácter: la bonhomía. Bonhomía, en términos filosóficos, es aquel enfoque que trata de ver el lado bueno de las cosas. Y así pasa día a día con El Colombiano, que sin duda, como ningún otro medio, ha logrado imprimir un sello positivo en el devenir de la Nación. Tiene la gran virtud y capacidad de convocar a la sociedad hacia propósitos regionales, algunas veces nacionales, de manera que no sólo se destaca por su carácter informativo, sino particularmente por su vocación de servicio, aun en las épocas más aciagas y duras, como la del narco-terrorismo.
Al cumplir 100 años, El Colombiano pasa a formato tabloide, como muchos lo esperábamos. Siempre a tono con los avances tecnológicos y la modernidad, sin abandonar valores y principios, llega a este onomástico en medio del buen viento y buena mar que ha acompañado una gestión periodística y administrativa que conjuga lo más granado de las generaciones antioqueñas. Y todo ello con base en un pilar: ¡espíritu!