ODS, la agenda mundial | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Septiembre de 2015

La evolución lógica de los Objetivos del Milenio

Desarrollo sostenible: calidad de vida y ambiente

 

LA  nueva hoja de ruta mundial adoptada por la ONU la semana pasada al ser formulados los Objetivos de Desarrollo Sostenible -ODS-, pone de presente que las agendas globales se han convertido hoy por hoy en la estrategia más eficaz para abordar problemáticas transnacionales cuya solución es difícil viabilizar a punta de acuerdos parciales que, en la mayoría de los casos, terminan sujetos a coyunturas políticas, sociales, económicas e institucionales de países o regiones, dificultando así el cumplimiento de esos reglamentos prioritarios para que el llamado “Nuevo Orden Mundial”, sea más equilibrado y, sobre todo permita disminuir las brechas de desarrollo e inequidad en el planeta. El grado de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio -ODM-, cuya vigencia vence en este 2015, pone de presente que esa formulación de metas globales tiene efectos positivos, no solo porque los países del globo interiorizaron la necesidad  de avanzar en esos estándares mínimos en materia social, sino porque el seguimiento permanente en estos quince años a los logros y retrocesos de cada país en esos ocho bloques de objetivos, permitió movilizar recursos humanos, técnicos y financieros para ayudar a las naciones en la superación de las necesidades más urgentes.

Teniendo ese marco circunstancial, que la Asamblea General de la ONU haya adoptado la semana pasada lo que denominó la agenda 2030 de desarrollo sostenible, plantea un renovado desafío para todos los Estados miembros del máximo ente multilateral, con retos de amplio espectro como lo es el compromiso de poner fin a la pobreza y el hambre durante los próximos quince años. A diferencia de los ODM, que se focalizaron en superar los índices de desigualdad social, la nueva agenda mundial no solo es más global, sino que le da mayor peso a la necesidad de que cada país, sin importar el nivel socioeconómico que tenga, adopte en sus estrategias nacionales políticas mucho más integrales en materia de desarrollo y, sobre todo, cuidado medioambiental y combate a los efectos del cambio climático. Se trata de una modificación cualitativa bastante importante ya que los ODM exigían un mayor esfuerzo de los países con índices más altos de pobreza, exclusión social y Necesidades Básicas Insatisfechas -NBI-, en tanto que las naciones con mejor calidad de vida ya tenían cumplidas esas metas desde hace buen tiempo o sus esfuerzos para alcanzar esos estándares mínimos fueron relativamente cortos.

Ahora con los ODS es claro que la exigencia no solo es más equilibrada, sino que requiere un fuerte concurso de los países más desarrollados y potencias económicas que, para el caso del cambio climático terminan siendo las de mayor responsabilidad en la emisión de los gases de efecto invernadero, culpables del calentamiento global y el desquicio creciente del entorno natural en todo el planeta.

De esta forma los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible, con sus ciento sesenta y nueve metas de carácter integrado e indivisible en las esferas económica, social y ambiental, se convierten en una especie de plan de desarrollo mundial en el que cada país si bien tiene una mayor autonomía para priorizar el esfuerzo y acción estatal en aquellos campos de más urgencia local, debe, en todo caso, tratar de acompasar el cumplimiento de la totalidad de la agenda para que no solo avance en la superación de la pobreza, sino en la generación de una estructura integral de calidad de vida que garantice su permanencia en el tiempo y, sobre todo, que no deprede el ambiente.

Así las cosas, de erradicar el hambre se evoluciona hacia el concepto de seguridad alimentaria, como también se pasa de la cobertura cuantitativa para acabar el analfabetismo a una meta más integral de educación con calidad. De igual forma la formulación de metas para promover la paz, facilitar el acceso a la justicia, una equidad de género más real, la disponibilidad de los servicios de agua y saneamiento básico, contar con energía fiable y moderna, promover el empleo pleno, productivo y decente, la industrialización inclusiva, la reforma urbanística amigable con el entorno natural, el cuidado de los océanos y fuentes hídricas y el resto de los ODS se confirman -como se dijo-,en la hoja de ruta que debe señalar el camino para la supervivencia del ser humano en condiciones dignas en las próximas décadas. No es, pues, una agenda más, sino la agenda mundial.