Peligra libre expresión | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Mayo de 2013

Mientras en Occidente y otras partes del globo  se avanza en el respeto de la libertad de prensa, en Hispanoamérica los gobiernos populistas se empeñan en asfixiar la libre expresión. Es evidente que la noble profesión del periodismo independiente y de denuncia, en países en los cuales periclita la justicia y desfallece el equilibrio de poderes, lo que favorece la corrupción y la venalidad de los funcionarios públicos, la prensa se convierte en el templo de la libertad. La opinión pública está íntimamente ligada a la capacidad de la prensa libre y los medios de comunicación de denunciar la cadena de corrupción de los gobiernos, los particulares y los partidos políticos convertidos en empresas de negocios turbios. Sin la prensa que investiga y denuncia el carrusel de la corrupción, no habría posibilidad de sacar del túnel clandestino de los negocios sucios la verdad, más cuando es proverbial la lentitud de la justicia y crece la capacidad de los gobiernos de obstaculizar la acción de los investigadores y desviar la atención del pueblo.

Eso es lo que ocurre en países donde imperan modalidades populistas o el anacronismo del socialismo del siglo XXI, en cuyo caso se avanza a tendencias de partido único y se condena toda opinión que sea distinta a la del gobierno de turno. Las montañas de dinero mal habido sirven para arropar a los corruptos y reelegir malos gobernantes. Esto tiene que ver con el anacronismo social-populista  del siglo XXI, que  se fundamenta en la utopía castrista que fracasó en la isla y que sobrevive agónica por el crudo que les enviaba el comandante Chávez, lo mismo que ahora Nicolás Maduro. En donde ahondan en imitar el modelo cubano la empresa privada entra en crisis, cae la inversión nativa y extranjera, se degrada el conjunto de la vida social. Es cuando el social-populismo, para sostener el sistema de partido único se apunta a los negocios turbios entre sus secuaces y los aventureros que comercian la contratación pública y luchan por apoderase de los recursos estatales, so pretexto de contribuir a la campaña presidencial reeleccionista o amañada.

Para atornillarse en el poder el populismo necesita una prensa dócil, que no se le ocurra denunciar los esfuerzos por acallar a la oposición, ni los negociados, ni el enriquecimiento de los jerarcas estatales y sus agentes. Por lo mismo, se valen de los fondos del Estado y de leyes abusivas aprobadas por congresos de bolsillo, para apoderarse de los medios de comunicación independientes o de la oposición. Se busca fomentar con todos los recursos  de la propaganda las consignas partidistas y excluir a la oposición. Se aprueban leyes que les permiten a los  gobiernos crear monopolios informativos oficiales como existen hoy  en Ecuador, Venezuela y se intenta acoplar en Argentina y Uruguay. En Brasil y en el Perú los choques entre los medios de comunicación y los gobiernos han sido famosos. En Ecuador varios medios de comunicación independientes han pasado a manos oficiales. Son comunes las demandas  orquestadas por el Jefe de Estado contra propietarios de medios y periodistas; varios de ellos se han tenido que exiliar. La característica común de esos medios de comunicación que pasan al manejo de los gobiernos, para cubrir de incienso al gobernante de turno,  es la mediocridad y la más grotesca y burda de las propagandas. Esos medios de comunicación de los que se apoderan los gobiernos populistas caen en  la zalema más ridícula y compiten en aburrir a los lectores. Su finalidad no es otra que la de estimular la lucha de clases disimulada o abierta, como dividir a la población entre buenos y malos. El sistema es conocido y similar al de las viejas dictaduras y regímenes  totalitarios: los buenos son los adictos del gobierno y el partido único, los malos los que intentan defender los intereses  básicos de la sociedad, la empresa privada y el individuo. El partido único busca alinear a todos en torno del sátrapa que se atornilla al poder, sin importar sus calidades o que arruine al país. La autocrítica no es la virtud de quienes aspiran a la dictadura arropada en el social-populismo.

Es de anotar que en Colombia el Gobierno respeta a los medios de comunicación y defiende la libertad de expresión, lo mismo que no intenta crear monopolios informativos. Si bien algunos entes del Estado no entienden los peligros que acechan a la prensa libre y a los periodistas que disienten o son blanco de los ultras de la subversión. Por efecto de las valerosas  denuncias de los periodistas contra los malos manejos o por  la defensa insobornable  de los valores eternos.