Política internacional de Chávez | El Nuevo Siglo
Miércoles, 24 de Abril de 2013

Diversos  acontecimientos de la política nacional e internacional han puesto de presente las fallas estructurales y operativas de la OEA, incluso cierta inoperancia para conjurar tensiones entre nuestras naciones. Sobre  José Miguel Insulza, el actual secretario de la OEA, han llovido críticas por su irritante pasividad frente a los abusos y violaciones de la Constitución en algunos países, así como por su debilidad para plegarse a los que  violan los principios esenciales de la Organización. Lo que llevó a un sector de países miembros de la misma, capitaneados en su momento por el comandante Hugo Chávez, a proponer la creación del ALBA, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, entidad cuyo fin es colaborar para que estos pueblos dentro de la concepción del socialismo del siglo XXI, superen la pobreza extrema y la exclusión social. Se trata de trasladar los objetivos de política interna al ámbito internacional y actuar de consenso en bloque en defensa de los intereses de la organización. La mayor parte de los fondos operativos de la misma ha salido de las arcas petroleras del Gobierno de Venezuela. Los antecedentes de ese ente tuvieron que ver con los roces del comandante Chávez  en el seno de la OEA con Estados Unidos y Canadá, en cuanto sus diplomáticos exigían que los países miembros de ese organismo debían respetar el sistema democrático.  Por lo que no cabrían allí quienes practican  fórmulas populistas autoritarias con fundamento en dictaduras de partido y desconocimiento de la voluntad nacional, ni los gobiernos que respaldan la abusiva injerencia en terceros países.  La política exterior del comandante Chávez discrepó de ese principio, en cuanto tenía interés en expandir el socialismo del siglo XXI o apoyar a los partidos de izquierda en su intento por llegar al poder.

La política ideológica expansiva del comandante Chávez en la región lo lleva a chocar varias veces con Estados Unidos, atareado en los asuntos del Medio Oriente y otras regiones, lo mismo que a intervenir  verbal y abiertamente, incluso con cuantiosas sumas de dinero en los asuntos  electorales y de política interna de los países hispanoamericanos,  desde México hasta la Patagonia.  Ese aspecto de su política exterior, que también contempló alianzas con gobiernos caudillistas de otras regiones del mundo, consolida o suscita antagonismos a  su postura internacional. Lo mismo que el acercamiento con Rusia en lo militar y los avances diplomáticos con China, país con el que contrae deudas por más de 245 mil millones de dólares, que respalda con la producción petrolera a futuro. Chávez expresó su solidaridad verbal con el caudillo libio Muamar Gadafi, antes y después de su trágica muerte, en la que cayó abatido y con las botas puestas. Lo mismo que avanza en la solidaridad con Irán, que lo empuja en un momento dado a romper las relaciones diplomáticas con Israel.

El comandante Chávez, mediante una estrategia audaz de ganar aliados en Hispanoamérica y apoyar los partidos afines al socialismo del siglo XXI, interviene  activamente en la política interna de México, en apoyo de Andrés Manuel López Obrador, al cual ayuda  para desconocer el Gobierno del PAN y mantener durante varios meses la protesta en las calles. Con el Perú las tensiones fueron constantes con Alan García por su intervención directa en la política local. En países como Argentina y Ecuador, favoreció los proyectos electorales oficiales. Lo mismo que en Bolivia, no solamente apoya a Evo Morales, para que capture el poder. Ya en el gobierno le envía armas para defender la “revolución” y le presta asesoría a la industria de hidrocarburos.

La intervención del chavismo en Centroamérica es permanente y contribuye a fortalecer y perpetuar el régimen de Ortega. Interviene directamente en los asuntos políticos de Honduras, país que sobrevuela en medio de una gran tensión internacional para intentar el regreso al poder de Manuel Zelaya, pese a que según la Constitución había roto con la legalidad. La firmeza del gobierno de transición, a cargo de Roberto Micheletti, impidió que el Gobierno se descalabrara y que el país pasara muy  posiblemente a la órbita cubano-venezolana. Una de sus últimas y famosas confrontaciones se da con el Gobierno del Paraguay, por la destitución de Fernando Lugo, país que de momento es aislado regionalmente sin ceder ni un milímetro de su soberanía.

Capítulo aparte merece la relación del comandante con los Estados Unidos, con la Unión Europea, así como con España. Naciones con las que mantuvo discrepancias. Todo lo cual le da una figuración internacional. Su política para con Colombia pasa por la amistad estrecha con las Farc, los homenajes de duelo al jefe de las Farc Tirofijo, la protección a sus agentes y los duros choques con el presidente Álvaro Uribe, para pasar al compromiso pacifista con el presidente Juan Manuel Santos, como garante  de las negociaciones de paz. Lo que antes no había sido posible en cuanto Caracas negaba las conexiones con los subversivos. Y hoy por su intervención Colombia negocia en La Habana con las Farc.