Pos-boom petrolero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 21 de Octubre de 2015

*La nueva realidad colombiana

*Pronóstico sombrío en mercado del crudo

“ESTE  es el presupuesto del pos-boom petrolero”. Con esas palabras el ministro de Hacienda viene defendiendo lo que ha denominado “Plan de austeridad inteligente” que se aplicó para definir el Presupuesto General de la Nación para 2016, aprobado días atrás por el Congreso y que está a punto de ser sancionado por el Presidente de la República. Sin duda alguna para un país que estuvo acostumbrado en la última década a depender en forma sustancial de los ingresos derivados de la renta petrolera, la sentencia ministerial marca una nueva era en la que, como les sucede a muchas naciones del globo, ya no se está pensando en que la caída de los precios del crudo a escala internacional es un fenómeno coyuntural, o si acaso temporal, sino que la economía mundial debe resignarse a que la depresión en el mercado de los hidrocarburos va para largo y, por lo mismo, las finanzas nacionales ya no deben centrarse única y exclusivamente en planes para capotear la tormenta, sino en la definición de nuevos marcos fiscales en donde el petróleo no será la columna vertebral de los sistemas productivos y las arcas oficiales.

Si bien es cierto que algunos analistas sostienen, con moderado optimismo, que el mercado del petróleo pronto empezará una especie de efecto rebote, otros estudiosos advierten que, por el contrario, la cotización del barril de crudo, que ayer cerró alrededor de los cuarenta y cinco dólares en Nueva York, aún no ha tocado piso y que, al no existir hechos sobrevinientes en la geopolítica de los hidrocarburos, el precio podría ponerse antes de terminar este año por debajo de los cuarenta dólares. Sustentan estos últimos sus pronósticos en que los grandes productores árabes siguen empeñados en modular hacia la baja el mercado bajo la tesis de que ellos tienen todavía un margen de acción y rentabilidad que no poseen los países que basan sus reservas en crudo extraído aguas adentro y mediante el fraccionamiento hidráulico. Es obvio que esta estrategia va dirigida específicamente contra el nivel de producción de Estados Unidos, y una prueba de ello es que los precios del barril han estado expectantes los últimos días ante el nivel de reservas de hidrocarburos que hoy deben anunciar las autoridades norteamericanas, y que se presume pondrá en evidencia una baja en la producción.

La propia Cepal en su último informe no solo recalcó que el valor de las exportaciones latinoamericanas caerá en un promedio de catorce por ciento este año, sino que esa disminución impactará de forma más drástica a los países exportadores de petróleo y materias primas teniendo a Venezuela a la cabeza de este preocupante top con un descenso del cuarenta y uno por ciento, seguida de Bolivia con treinta por ciento, dejando a Colombia en tercer lugar con veintinueve por ciento, y Brasil, hoy en recesión, con una reducción del quince por ciento. De igual manera es evidente que los precios del crudo tampoco van a reaccionar mientras que la economía china no dé señales de una recuperación sólida. A ello se suman las alertas tempranas por el retroceso del PIB en Rusia y la gran dificultad para que la OPEP, que maneja alrededor de un tercio de la producción mundial, pueda encontrar un consenso para disminuir a corto plazo los cupos de producción y presionar por esa vía un aumento en la cotización. Es más, la incertidumbre en el negocio petrolero es tal que mientras ese bloque considera que la demanda de hidrocarburos puede aumentar el próximo año, los pronósticos de la Agencia Internacional de Energía van en la dirección contraria.

Visto todo lo anterior es obvio que el apretón de las finanzas públicas en Colombia responde a una lectura objetiva y realista de la depresión petrolera y que, incluso, si los precios no se acercan en el corto plazo a los cincuenta dólares, los recortes en materia de gastos de inversión y funcionamiento, así como la utilización de los cupos de endeudamiento, tendrá que ser mayor. La pregunta que surge, entonces, es  qué tan preparada, estructuralmente, está la economía colombiana para esta etapa de pos-boom petrolero y, sobre todo, cómo reinventar un sistema productivo y tributario que vivió del crudo en la última década, descuidando no pocos sectores como el rural y el de la industria. Ese es el debate que deba abocar ahora el país, con vocación de largo plazo y sin enredarse en la nostalgia de los tiempos de vacas gordas del crudo.