* El ‘paro armado’ en Urabá
* La amenaza de las ‘bacrim’
Muy grave lo ocurrido ayer en varios municipios de Urabá y de la zona bananera del Magdalena, Córdoba y Sucre e incluso en una capital departamental como Santa Marta. La banda criminal “Los Urabeños” repartió panfletos intimidatorios y profirió amenazas a comerciantes, transportadores y muchos sectores poblacionales presionando una especie de ‘paro armado’, en represalia por el abatimiento días atrás de su máximo cabecilla en el marco de un operativo policial en una finca a la orilla del mar en Acandí, Chocó.
Si bien en algunos municipios del Urabá antioqueño la parálisis fue total, en otras poblaciones más al norte hubo disminución del comercio o tanto éste como el transporte interveredal abrieron sus puertas tardíamente. En la capital del Magdalena muchos conductores de buses del servicio público no prestaron servicios y en algunos sectores propietarios de tiendas, supermercados y otros negocios locales no abrieron sus puertas.
Aunque la Policía y las Fuerzas Militares en toda la zona le pidieron a la ciudadanía no dejarse intimidar y garantizaron protección a todas las actividades, lo cierto es que muchas personas prefirieron no trabajar por temor a represalias de las facciones locales de esta banda criminal, cuyo cabecilla se tenía previsto fuera sepultado precisamente ayer en Necoclí, Antioquia.
Hacía mucho tiempo que el país no tenía noticia de esta clase de ‘paros armados’ ordenados por grupos ilegales. Ya habían quedado en el olvido los años en que la guerrilla utilizaba su poder criminal y el margen de operación territorial en algunos departamentos del sur y oriente del país para amenazar con quema de vehículos, secuestros y asesinatos a quienes se atrevieran a circular por vías regionales. El fortalecimiento y eficacia de las Fuerzas Militares debilitaron sustancialmente a la subversión en esas regiones críticas y si bien es cierto que las Farc y el Eln han tratado de presionar nuevos ‘paros armados’ en tiempos recientes, ya no tienen la capacidad militar ni ‘dominio’ territorial para intimidar a la población, que además cuenta ahora con una numerosa presencia de efectivos del Ejército, la Policía, la Armada, la Fuerza Aérea y otros organismos de seguridad. Los grupos paramilitares no tenían en su ilícito modus operandi la inclinación por promover ‘paros armados’, aunque en muchos municipios del país sus habitantes relatan cómo utilizaban la violencia para prohibir el tránsito vehicular y peatonal después de determinadas horas de la noche…
Como se dijo, esas acciones de los grupos ilegales habían quedado en el pasado, de allí la preocupación que surge por lo ocurrido ayer en Urabá. Aunque las mismas autoridades han advertido en los últimos años que las llamadas “bandas criminales emergentes al servicio del narcotráfico” (‘bacrim’) se han venido fortaleciendo en distintas zonas del país, no sólo ‘reclutando’ grupúsculos paramilitares nunca desarmados o reincidentes, o haciendo alianzas con la guerrilla para operaciones de narcotráfico, la posibilidad de que pudieran presionar un ‘paro armado’ como el ocurrido ayer no estaba en las previsiones y menos aún que las amenazas llegaran a impactar el transporte público de una capital departamental de la importancia de Santa Marta.
Nadie niega que el plan de choque que la Fuerza Pública viene desarrollando contra las ‘bacrim’ haya sido muy efectivo en materia de capturas y judicialización de cabecillas, lugartenientes y personal de base. Tampoco que son muchos los bienes muebles e inmuebles que les han decomisado y los enclaves territoriales que han recuperado de su presión delictiva. Sin embargo, lo visto ayer en Urabá es un campanazo de alerta: es necesario redoblar esfuerzos contra estas bandas criminales. Es evidente que el rápido recambio en las cúpulas de las ‘bacrim’ hace muy difícil su desmantelamiento total, más aún si cada vez son más palpables sus alianzas criminales con los ‘combos’, redes de microtráfico, prostitución, prestamistas tipo ‘gota a gota’, contrabandistas, extorsionistas y secuestradores en determinadas zonas del país…
Varios analistas han advertido que las ‘bacrim’ son el mayor desafío a la institucionalidad, orden público y convivencia ciudadana que existe hoy en Colombia. Hay quienes creen que ese vaticinio es alarmista y exagerado, pero casos como el vivido ayer abren fuertes dudas al respecto.