Pulso por presencialidad educativa | El Nuevo Siglo
Viernes, 7 de Enero de 2022

* Curva epidemiológica, el único rasero

* No politizar ni sindicalizar la discusión

 

 

El regreso de los alumnos de escuelas, colegios y universidades a clases presenciales a mediados de enero estaba determinado desde finales del año pasado. De hecho, tras más de doce meses en educación virtual y a distancia, debido a la irrupción de la pandemia de covid-19 en marzo de 2020, en el segundo trimestre de 2021 se empezó a avanzar en el retorno gradual de estudiantes a sus aulas.

Ya en el segundo semestre, la mayoría de las instituciones educativas públicas y privadas reinstalaron la presencialidad. Ello fue posible no solo porque cedió la intensidad del pico más drástico del coronavirus (julio-agosto), sino porque se avanzó rápidamente en la vacunación del personal docente y administrativo. Ya para entonces el Gobierno había invertido 1,2 billones de pesos en la adecuación de las normas de bioseguridad en los salones y demás espacios cerrados y abiertos de las sedes educativas. Estaciones de lavado de manos, uso correcto del tapabocas, ventilación de los espacios y normas para el distanciamiento social se implementaron de forma profusa en el país.

Sin embargo, desde noviembre pasado empezaron a prenderse las alarmas a nivel global por cuenta del descubrimiento de otra variante del covid-19, denominada ómicron, que se caracteriza por una tasa exponencial de contagio, así como por su capacidad de infectar a personas ya vacunadas e incluso con prevalencia inédita en menores de edad. Esta variante ya es la dominante en el mundo y aunque tiene un menor índice de letalidad, disparó la curva epidemiológica global en cuestión de apenas diez semanas. Por lo mismo, en no pocas naciones ya se reimplantaron algunas restricciones a la movilidad social y el dinamismo productivo, al tiempo que se ahondó el debate sobre la creciente franja de no vacunados.

En Colombia estamos entrando en el cuarto pico pandémico y ómicron asoma como la variante dominante, aunque faltan los estudios de seroprevalencia para establecer su verdadero impacto en la curva epidemiológica. Si bien el Gobierno insiste en la urgencia de respetar los protocolos de bioseguridad, cuya aplicación se relajó peligrosamente durante las festividades decembrinas y de cambio de año, no considera necesario restablecer de forma parcial o focalizada restricciones. Por el contrario, dejó en cabeza de alcaldes y gobernadores las decisiones al respecto.

En medio de la creciente alarma nacional por esta nueva ola pandémica se prendió el debate en torno a si debe retomarse este mes la presencialidad educativa. Una discusión que se ahondó al contraponerse la directriz del Ministerio del ramo para que más de ocho millones de estudiantes regresen a sus aulas en los próximos días y la petición del principal sindicato de profesores para que se aplace este retorno hasta que baje la intensidad de la curva de infecciones.

El Ejecutivo y muchos sectores recalcan que están dadas las condiciones para regresar a clases presenciales ya que no solo se ajustaron los protocolos de bioseguridad, sino que avanza de forma sustancial la vacunación de menores de edad y la dosis de refuerzo para docentes y personal administrativo. Señalan que la educación in situ es necesaria no solo porque aumenta el rendimiento académico del alumno, sino que facilita sus capacidades de socialización y desarrollo sicológico.

Está visto que todos los estudios a nivel global señalan que el impacto de la pandemia sobre la infancia y adolescencia ha sido muy lesivo. Por ejemplo, un informe de la Unesco señaló que las pérdidas de aprendizaje por el cierre de escuelas debido a la crisis sanitaria podrían debilitar las capacidades cognitivas de la generación actual de estudiantes, que incluso corre el riesgo de perder unos 17 billones de dólares del total de ingresos que percibirán durante toda la vida. No es una cifra menor: implica el 14% del PIB global. A ello se suma que el Banco Mundial advirtió días atrás que cerca de comenzar el tercer año de la pandemia, las aulas siguen total o parcialmente cerradas para no menos de 647 millones de estudiantes en el planeta. Incluso en los países que reabrieron las clases presenciales, muchos alumnos siguen quedando rezagados. A nivel nacional, ya está claro que el rendimiento de los estudiantes colombianos en las pruebas estandarizadas que miden su nivel de aprendizaje ha retrocedido desde que comenzó la crisis sanitaria…

Más allá del debate, lo importante es señalar que el regreso a la presencialidad educativa dependerá de la evolución de la curva epidemiológica y de nada más. Será esta la que dicte el paso a seguir. Tratar de darle un tamiz político o electoral a un asunto tan delicado es altamente irresponsable, como también lo es buscar amparar bajo la misma discusión asuntos típicos de reivindicación laboral a los profesores, lo que requiere otro escenario.