* La estrategia colombiana
* Una política hacia el Caribe
Por fortuna Colombia llega a la litis fronteriza con Nicaragua, con las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina salvaguardadas. Fue una buena estrategia de los agentes nacionales. Seguramente Nicaragua sintió el golpe, pues su pretensión básica era sobre ese entorno paradisíaco.
El hecho, hoy, es que la Corte Internacional de Justicia ha sostenido que el Meridiano 82, añadido en el intercambio de protocolos luego del Tratado Esguerra-Bárcenas en 1928, no constituye límite. Al hacerlo así, el Tratado lo que ha dejado en vigor es la necesidad de definir qué número de islas, además de las ya reseñadas, constituyen el Archipiélago colombiano.
Como se sabe, Colombia tenía, antes de 1928, soberanía sobre las costas de Nicaragua. En tal sentido, podía ejercer dominio sobre la región de los indígenas Miskitos. Generosamente, sin embargo, los colombianos le otorgaron soberanía a Nicaragua sobre esa zona y las islas que iban desde la costa hasta el Meridiano 82.
Ahora, con la redefinición o la reinterpretación del Tratado Esguerra-Bárcenas, Colombia podría solicitar la reincorporación de esas costas a su soberanía. Es obvio que ello sería un acto inamistoso con Nicaragua. Lo que sí es factible es aspirar a que dentro de la redefinición de archipiélago se incluyan aquellas islas e islotes más hacia el continente desde San Andrés y Roncador.
Todo ello seguramente será motivo de presentación por parte de nuestros agentes en la Corte de La Haya. El hecho claro y categórico es que del Meridiano 82 hacia el mar Caribe, Colombia tiene todas las credenciales de ejercicio de su potestad continuada y explotación debida de la zona. Sin duda es difícil para Nicaragua aducir una interpretación en contrario, aunque así posiblemente lo hagan, pese al Uti Possidetis Juris.
Definido el grueso del tema sobre la soberanía de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, es evidente también que Colombia pueda pedir la delimitación por la línea media, desde allí hasta la costa continental. Resultaría lógico que así lo hagan los agentes colombianos, por lo demás expertos en la materia.
Sea cual sea el resultado, Colombia sigue siendo una potencia fundamental en el Caribe. Interesa, por tanto, el desarrollo de políticas consecuentes. Si bien es un axioma la gigantesca cantidad de inversiones que se han hecho en las islas e islotes, principalmente en San Andrés, todavía falta mucho por hacer.
Desde luego, uno de los elementos más complejos es el de la corrupción, lo que ha obstaculizado el buen gobierno que todos los colombianos pretenden para lo que consideramos una joya.
La Administración anterior tuvo una Consejería presidencial para San Andrés, que debería ampliarse para generar una política general hacia el Caribe. Está bien, ciertamente, ampliar los lazos con las diferentes partes del mundo, como lo viene haciendo la Cancillería, pero es igualmente fundamental el énfasis en la zona descrita.
La gente suele olvidar que Colombia, como pocos países, tiene una porción territorial similar en mares que en continente. Si bien paulatinamente se han venido cerrando las porosidades fruto de los vericuetos del narcotráfico, igual debe propenderse por un plan de desarrollo anexo que permita focalizar el Caribe como propósito comercial, cultural y social.
No se trata, desde luego, de hacer entidades institucionales orgánicas. De lo que se trata es de hacer inversiones plenas y buscar la justa medida como en la actualidad está haciendo el Incoder en las islas del Rosario.
En algunas semanas, como se dijo, los agentes colombianos presentarán sus disquisiciones en La Haya. Para ellos, ¡buen viento y buena mar!