Vacíos, incumplimientos y debilidad institucional partidista. Esos son los tres flancos más débiles del Régimen de Bancadas en Colombia, ordenado por la Ley 974 de 2005.
Tras lo ocurrido la semana pasada con la accidentada elección de un magistrado de la Corte Constitucional en la plenaria del Senado, así como en muchas votaciones parlamentarias de proyectos y reformas de origen gubernamental, es evidente que el citado mecanismo de disciplina partidista no se está respetando. Aunque directorios y jefaturas de las colectividades dan instrucciones a sus senadores y representantes a la Cámara en torno a si deben apoyar o no determinadas iniciativas, a la hora de la verdad cada congresista termina aplicando su propio criterio, ya sea por convicciones políticas personales o por intereses políticos creados, incluso influenciados por ofrecimientos burocráticos o presupuestales de los gobiernos de turno.
Acorde con un informe de nuestra edición dominical, en el que varios expertos analizaron el alcance y aplicación del Régimen de Bancadas, hay varios aspectos que explican ese incumplimiento. De un lado, que son las propias colectividades, en no pocos casos, las que deciden dar libertad a sus parlamentarios para que voten como quieran, muchas veces para evitar que se profundicen las divisiones en sus toldas. También hay una debilidad manifiesta en las estructuras internas de los partidos, lo que lleva a que los actos de indisciplina no tengan mayor sanción efectiva por parte de los comités de ética, veedurías y de los propios directorios o jefaturas únicas o colegiadas. Es más, hay castigos que se terminan revocando en segunda instancia, estrictamente por razones de conveniencia política.
Para los expertos también es claro que al no existir el mecanismo de listas cerradas de candidatos a cuerpos colegiados de elección popular, cada aspirante hace campaña, compromisos y promesas por su lado, en lugar de aplicarse a una base programática e ideológica sólida y unificada, cuyo cumplimiento pueda ser luego exigido tanto por las directivas partidistas, a través del Régimen de Bancadas, como por el propio electorado, tal cual es propio en una democracia representativa.
Finalmente, resulta difícil de entender la excusa de que en los actos de elección en el Senado o la Cámara es muy difícil aplicar este mecanismo de disciplina partidista, ya que el voto es secreto. En realidad, si cada bancada anuncia por anticipado su voto en bloque, esto sería más fácil de controlar. Sin embargo, ello no se hace de forma obligatoria ni permanente.