Reingeniería educativa | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Febrero de 2022

* Pandemia, brechas y pruebas Saber 11

* Colombia debe corregir sus políticas  

 

 

El impacto de la pandemia en la educación ha sido demoledor. Los informes de la Unesco, Banco Mundial y múltiples instituciones coinciden en que esta crisis sanitaria, social y económica provocó graves alteraciones en los sistemas de instrucción y aprendizaje todo el mundo, afectando con mayor intensidad a los alumnos de sectores y estratos más vulnerables.   

Colombia no es la excepción, como lo evidencia el informe del Icfes sobre los resultados agregados de las pruebas Saber 11 aplicadas el año pasado. Se trata de una evaluación estandarizada que mide las competencias de los estudiantes que terminan su educación básica y media, con miras a establecer no solo el nivel académico en áreas clave como ciencias naturales, matemáticas, sociales, lectura crítica, inglés y competencias ciudadanas, sino la calidad de la instrucción en cada colegio, ya sea público o privado.

Una visión clara y objetiva al respecto resulta determinante para establecer no solo qué tan bien, regular o mal preparados están los estudiantes, sino que es un insumo crucial para perfilar los ajustes a la política educativa con miras al ingreso a la universidad y el mercado laboral de los jóvenes. Por ello se analiza, adicionalmente, el tipo de institución en donde salió graduado (tanto de calendario A como B), el nivel socioeconómico del alumno y las herramientas académicas y tecnológicas de los más de 500 mil estudiantes que presentaron el examen.

Los resultados dejan varias conclusiones, algunas previsibles lo que no disminuye su gravedad. En primer lugar: el promedio del puntaje global en calendario A es de 250 puntos (sobre un máximo de 500), mostrando una disminución de dos puntos entre 2020 y 2021, retroceso que las autoridades consideran "moderado". Sin embargo, continúa la tendencia negativa que viene desde 2014, aunque con disminuciones menos fuertes en los últimos dos años a pesar de la pandemia. De otra parte, si bien en el calendario B se logró un incremento de cinco puntos en igual lapso, pasando de 310 a 315 en el promedio, también la tendencia continúa siendo negativa desde el 2015.

Por igual, resulta claro que persiste la brecha entre la educación rural y urbana, por múltiples circunstancias que van más allá de la conectividad digital. Prueba de ello es que los establecimientos en zonas campesinas obtuvieron resultados por debajo del promedio nacional y los de ciudades y cascos urbanos por encima.

Ya se había advertido que cuando el covid-19 obligó a migrar abruptamente a la educación virtual y a distancia, los alumnos de zonas rurales y aquellos que no contaban con conexión a internet o un computador en su casa, quedaban en desventaja. El Icfes encontró que aunque el 84% de los estudiantes tiene acceso a la red en sus hogares, estos obtuvieron 34 puntos más en los exámenes que aquellos que no cuentan con ese servicio. Pero hay otro dato complicado: sólo cuatro de cada diez alumnos contaban con computador en casa

En cuanto a la calidad de los estudiantes en cada área, las pruebas relacionadas con lectura crítica y ciencias naturales tuvieron resultados estables e incluso hubo un incremento en inglés, pero se retrocedió en los puntajes de matemáticas, sociales y competencias ciudadanas. Este es un asunto complejo, no solo por las falencias con que una gran cantidad de jóvenes llegará a la educación superior o a un mercado laboral cada vez más exigente, sino porque precisamente esta franja poblacional sufre uno de los mayores índices de desempleo.

Otro campanazo grave pero previsible: los establecimientos que pertenecen al sector oficial obtuvieron un promedio del puntaje ocho puntos por debajo del promedio nacional, y los no oficiales más de 30 puntos por encima. Si bien esta ha sido una constante histórica, es claro que los paros sucesivos de Fecode, su reiterada oposición al regreso a la presencialidad educativa, así como las trabas a los procesos de exámenes de calidad y competencias de los profesores oficiales, siguen agrandando la brecha entre alumnos de colegios públicos y privados.

Como se ve, hay un retroceso en la calidad educativa, no solo en Colombia sino en todo el planeta. El coletazo pandémico ha sido más grave de lo previsto. Urgen correctivos de fondo a corto, mediano y largo plazos para que el país recupere la hoja de ruta, no tanto en la cobertura (en donde los índices son muy potables) sino en cuanto a la calidad de la instrucción académica. Los niveles de deserción se han revertido en gran parte y el regreso a las aulas este año se concretó de forma rápida, afortunadamente sin disparar la curva epidemiológica. Pero ello no basta para recuperar el terreno perdido. Hay una falencia de fondo que se agravó con el impacto del covid-19 y se requieren medidas estructurales para enfrentarla. Gobierno, Congreso, magisterio, academia y otros sectores tienen la palabra.