Retos del Contralor | El Nuevo Siglo
Jueves, 21 de Agosto de 2014

Se modernizó la institución

La misión a cumplir

La  lucha por la Contraloría General de la República revivió viejos antagonismos y nuevas rencillas. Es evidente que se trata de un organismo técnico que, al mismo tiempo, por su naturaleza tiene que ver con el ámbito de lo político en cuanto cumple una función de control del manejo de los dineros públicos. En un país con un régimen democrático centro-federal en el cual se elige al Presidente de la República, los gobernadores y alcaldes, con centenares de institutos y entidades mixtas, en donde se debe hacer seguimiento a los recursos de las regalías, la tarea de la Contraloría es inmensa y compleja. Hubo un tiempo en el cual los caciques de la corrupción se apoderaron de la entidad, signados por la codicia empujaban a los contralores a favorecer con plena impunidad a funcionarios indignos del Estado con los que se repartían los dineros mal habidos. Ya no se trataba de vigilar y castigar, sino de la complicidad e impunidad para los que defraudaban el Estado.

El contubernio entre las máximas autoridades de la Contraloría, algunos de los representantes del pueblo en el Congreso y los delincuentes de cuello blanco, degradó en grado superlativo la institución y varios contralores, empleados y defraudadores, fueron a dar con sus huesos a prisión. Es de reconocer que no todos los funcionarios del órgano de control cayeron en la trampa de mancillar la institución y cumplieron su deber de sancionar a los delincuentes de cuello blanco que habían vendido su conciencia a cambio del estiércol del diablo.

La contralora Sandra Morelli asumió sus funciones inspirada en la tradición de los grandes y respetables funcionarios públicos que como contralores de la República dieron ejemplo de carácter, probidad y capacidad administrativa. Lo mismo que atendió las deficiencias técnicas de la institución, promoviendo una reforma tecnológica interna que permite monitorear al momento los movimientos de los dineros públicos y la contratación en las entidades a su cargo. Con oprimir un botón saben los funcionarios cómo se mueven los recursos oficiales, tal información debe ser manejada por elementos idóneos e incorruptibles, para que no caiga en manos inescrupulosas y se susciten graves delitos. La señora Morelli demostró la más firme voluntad de modernizar la Contraloría General y salvaguardar los dineros públicos, lo que le valió al cumplir su mandato el reconocimiento nacional y ser condecorada con la máxima Orden del Congreso de la República.

La elección del nuevo Contralor se convirtió en una suerte de duelo sin reglas para herir o eliminar al contrario. Gran parte de los ataques se concentraron en eliminar a Edgardo Maya, por ser un político  reconocido y de gran experiencia  en la administración pública, la magistratura y haber sido Procurador por dos períodos. Se cuestionó a las Cortes por la terna y se apeló a contradictores de toda laya y trucos de  tinterillo para eliminar candidatos. Se pretendió desconocer la función del Congreso, que es la de elegir al mejor de la terna. El interés del expresidente César Gaviria por su candidato derivó en un pulso con el Jefe de Estado, dado que Juan Manuel Santos había manifestado que el más idóneo era Maya. Los partidos políticos por votación definieron sus apoyos. Al final se abrió paso la candidatura del liberal Edgardo Maya, en cuanto se estima que tiene la inteligencia, experiencia, capacidad y las condiciones de carácter para ejercer con independencia tan delicadas funciones.

La Unidad Nacional mostró su poder en el Congreso. El Centro Democrático en minoría votó por otro aspirante y no faltaron unos cuantos legisladores que sufragaron en blanco. Las discusiones, las consejas y los chismes, junto con la propaganda negra empañaron un tanto el análisis público de las calidades de los aspirantes, al punto que varios cronistas y locutores más cabezas calientes que imparciales   los descalificaron. Hasta se dijo que el Congreso no debería intervenir en su elección, con olvido de que la razón de existir del Congreso y quizá su función principal es la de hacer las leyes, ejercer el control político, como aprobar  y velar por la buena ejecución del presupuesto nacional.

Pervertir la escogencia de los candidatos escogidos de la terna de las altas Cortes, como establece la Constitución, es desconocer las reglas de juego de la democracia y una banalidad. Al contralor general Edgardo  Maya, le compete entrar a ejercer tan honroso y exigente  cargo cuando  el Gobierno está por  invertir grandes recursos en obras públicas y en otros campos. Los ojos de la opinión pública lo observan, velar por el buen uso  de esos dineros públicos es su misión y deberá cumplirla con absoluta independencia y eficacia. Su principal tarea será fortalecer la confianza en la institución y mantener informada a la sociedad del desempeño de la entidad.