Sánchez y su laberinto | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Julio de 2019

* El gobierno parlamentario

* La derecha se atrinchera

 

En la España fragmentada por cuenta del mandato socialista de Pedro Sánchez, en cuanto a la política del día a día, todo es posible. Sin embargo, lo más difícil de lograr es que se salga de ese laberinto de la pequeña política y se piense en grande.

El parlamentarismo ibérico se hizo para gobernar un país bipartidista, que pudiese aglutinar a las minorías. En Inglaterra, por ejemplo, la fuerza del Parlamento estriba en gran medida en que las dos fuerzas principales tradicionales  parlamentan -valga la redundancia- y buscan llegar a acuerdos, así en ocasiones no lo logren. No en vano es la primera democracia de Occidente con un régimen de tipo monárquico. Pero tanto en Italia como en España la tendencia a que surjan a cada tanto partidos y se reconfiguren minorías, lo mismo que aparezcan alianzas exóticas, complica la posibilidad de salir del laberinto en el cual hoy sucumbe la alta política ibérica.

En su momento el conservador Mariano Rajoy supo, por un tiempo, gobernar desde el laberinto. Y lo hizo con suma habilidad, sorteando ataques despiadados de los socialistas, encabezados por Sánchez, quien incluso sucumbió y tras unas elecciones fallidas debió renunciar a la secretaría del PSOE. Se pensaba entonces que el exlíder socialista estaba acabado políticamente por una ambición de poder prematura y desmesurada. Sin embargo, aprovechó un descuido del Partido Popular y consiguió dar al traste con su gobierno, encaramándose luego, aunque en minoría, en el poder español.

Sin embargo, a partir de entonces Sánchez quedó encerrado en un laberinto, buscando el momento para lanzarse a unas elecciones generales y conformar por esa vía unas mayorías que le permitieran gobernar a capricho, que parece ser lo que más le gusta, en vez de supeditarse a cumplir un verdadero programa de cambio para España. Sus críticos aducen que, en realidad, el debilitado jefe de gobierno ibérico sigue con las mismas costumbres socialistas de copar la burocracia, aumentar los impuestos y hacer demagogia.

Lo peor es que el laberinto político tiene un vórtice por donde han entrado fuertes corrientes exógenas que ponen en peligro la poca estabilidad de un gobierno con poder ya precario. Eso lo comenzó a notar Sánchez y procedió, como salvavidas, a convocar elecciones. Su cálculo inicial era que  podía superar de lejos a Podemos, atraer a los separatistas y a los mal llamados “nacionalistas regionales”, con lo cual podría ganarle a una derecha dividida en tres facciones. Todo ello le permitiría obtener una holgada victoria. Incluso fue evidente su actitud de cierta complicidad tácita con los separatistas catalanes, dando a entender que si lo apoyaban podría salvarles el pellejo en medio de los procesos judiciales en su contra.

Pero los resultados electorales no reflejaron lo que preveían las encuestas. El PP, cuya desaparición se pronosticaba, sufrió severos reveses en algunas regiones pero reflotó con fuerza en Madrid, que continúa siendo el centro desde el cual gravita la política y la economía españolas. A su turno, el acrecentado potencial electoral de Ciudadanos, junto con el emergente de Vox, mostraron que la centro derecha y la derecha mantienen la capacidad de atraer a los indecisos y sin partido.

Frente a ese panorama político imprevisto, en donde el plan de los socialistas no funcionó y quedaron en minoría para formar gobierno, se pensaba que Sánchez sabría maniobrar para salir del laberinto. Se requería una alta dosis de gran política, pero está demostrado que es, precisamente, de lo que carece. Podemos fue el gran perjudicado, con un retroceso político muy fuerte.

Pero aun así, Sánchez pretendió ganar las elecciones europeas y convertirse en el líder de una izquierda moderada continental que, a decir verdad, tiene poco que ofrecer en el mundo de hoy.

Lo cierto es que en el Parlamento ibérico Sánchez y su vicepresidenta Carmen Calvo ya perdieron las dos rondas de votación para tratar de formar gobierno. Derrotas sin excusa cuando, se supone, tienen las riendas del poder, la burocracia y el manejo del presupuesto. El lío de fondo es que el jefe de gobierno pretendió dar órdenes a Podemos, bajo la amenaza de que en otras elecciones estos se hundirían indefectiblemente. Pero los de Pablo Iglesias no creen en ese pronóstico y, por el contrario, exigen a los socialistas que les den la vicepresidencia y otros cargos en el gabinete, a lo que Sánchez no cedió.

Así las cosas, ahora ante la posibilidad de unas nuevas elecciones generales en España, ya que Sánchez no pudo formar gobierno, las encuestas dicen que Ciudadanos y los socialistas podrían crecer. Esa previsión parece animar a un debilitado Sánchez. Mas algunos analistas sostienen que podría repetirse el fenómeno de los pasados comicios y que, por el contrario, la derecha vuelva a crecer, con lo que los socialistas saldrían derrotados en las urnas. Como se dijo, el gobierno socialista llegó al poder en medio de un laberinto de circunstancias políticas del que no ha podido salir y parece estar cada día más perdido.