Redirigir mayor recaudo de tributos
Menos ‘impuestos’ sobre la nómina
Se agita el debate tardío sobre política nacional minera y petrolera, cuya falta contribuye a que se cometan garrafales errores. La mayoría de los que opinan se interesan en la fórmula para manejar las regalías de la minería. La explotación ilegal o clandestina ha enriquecido a muchos y dejado en el atraso a sus habitantes. En el Chocó, mientras se explotaba el oro, los maestros fueron ultrajados por el gobierno local pagándoles con botellas de aguardiente, para que éstos se las ofreciesen en venta a los padres de sus alumnos. Actualmente es práctica corriente que se explote con maquinaria pesada el oro en regiones selváticas, sin que las autoridades se den por enteradas.
El regreso colombiano en el siglo XXI a la condición de país minero, similar a la que tuvimos a finales del siglo XVIII en la Colonia y el XIX y parte del XX, opacado por el reinado de la exportación de café, depara múltiples problemas y retos. Lo peor sería que el debate se redujese a la rebatiña de conseguir la mejor tajada de esas multimillonarias sumas en lo nacional, regional, municipal, con el acecho, además, de los caciques políticos, bandas armadas y la guerrilla.
El problema del manejo de las regalías es asunto de Estado, que en casi todos los países mineros se maneja mal. El despilfarro va ligado a los ingresos extraordinarios y es como una maldición en los países de cultura y desarrollo desigual, no así en naciones como Noruega, en donde los recursos del crudo se manejan con sabiduría, sentido comunal y de desarrollo.
En 1936 Arturo Uslar Pietri, en Venezuela, sugirió “sembrar el petróleo”, siendo aplaudido en su país y en el exterior. Planteó algo que es elemental e irrefutable: el petróleo es un recurso no renovable, lo mismo que el oro, la plata o el carbón. Así que un día se acaba. Más cuando, en el caso colombiano, apenas tenemos reservas de petróleo para seis años y estamos exportando crudo residual, siendo casi nula la posibilidad de dar valor agregado a esa riqueza.
El petróleo se debe sembrar para evitar que al agotarse la sociedad retrograde a la miseria primitiva. Una visita a las zonas mineras que dejaron de producir o sus pozos se agotaron, muestra el abandono, las ruinas y el silencio de los cementerios. La ominosa historia del despilfarro de las regalías es degradante.
Hoy se plantea enmendar la plana, se analizan diversas iniciativas sobre el reparto, manejo y destino de las regalías, así como de los millonarios dineros que las empresas de esta rama productiva tributan al Estado. Por ejemplo, hay sobre la mesa propuestas encaminadas a que en medio del boom minero y de hidrocarburos que atraviesa el país, los mayores ingresos por impuestos que se están obteniendo sean destinados a dinamizar la economía en general. Es claro que los llamados “impuestos sobre la nómina” o las contribuciones parafiscales para financiar el SENA, el ICBF o las cajas de compensación familiar se están convirtiendo en una ‘camisa de fuerza’ que impide una mayor formalización de empleo así como generar nuevas plazas de trabajo de calidad y a largo plazo. En ese orden de ideas sería bueno estudiar la posibilidad de que esa mayor tributación del sector minero y energético le permita al propio Estado financiar directamente a las entidades mencionadas, cuya labor tiene un impacto social muy importante, y quitarle esa responsabilidad a los patronos y trabajadores, con el fin de que no sólo tengan, los primeros, mayor capacidad de ampliar sus actividades empresariales y, los segundos, la posibilidad de elevar su nivel de ingreso. Obviamente, no está claro el mecanismo específico a aplicar, toda vez que ameritaría una reforma constitucional, puesto que la Carta de 1991 dice que no pueden existir impuestos de destinación especifica.
Más allá del mecanismo al que se acuda, lo cierto es que analizar con seriedad este tipo de propuestas es enrutarse en la vía de la “siembra” en terreno fértil de los mayores ingresos al fisco por concepto de impuestos por el boom minero y energético.