¿Tremor de una guerra sanitaria? | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Febrero de 2021

* El pleito europeo por las vacunas

* Riesgo para países extracomunitarios

 

La agria controversia que se ha levantado entre la multinacional farmacéutica AstraZeneca y la Unión Europea sobre las vacunas contra el covid-19 ha llevado a Bruselas a alegar que este laboratorio incumplió el contrato que había celebrado con los 27 países del bloque multinacional para el suministro de los biológicos. La empresa productora, a su turno, arguye que no existe incumplimiento pues el texto contractual solo la obligaba a hacer su “mejor esfuerzo” para cumplir con las estipulaciones en tiempos y cantidades para la entrega. Un objetivo que han visto entorpecido, dice, por dificultades industriales en algunas de sus fábricas, principalmente la que se encuentra en Bélgica.

Lo cierto es que para este trimestre la entrega de vacunas a la Unión Europea por parte de este laboratorio se ha reducido casi en un 60% con relación al cronograma que estaba originalmente pactado. Algunos países como España y Francia tuvieron ya que reducir drásticamente el programa de inmunizaciones que habían preparado y anunciado.

En un agónico arreglo posterior, alcanzado el domingo pasado, AstraZeneca se comprometió con la UE a entregarle 9 millones de dosis adicionales en este trimestre para alcanzar un total de 40, así como a   aumentar su capacidad productiva para estar en condiciones de acelerar las demás entregas. De todas maneras, el impasse ha sido- y continúa siendo- mayúsculo.

El malestar es gigantesco en el viejo continente contra este laboratorio, al cual, entre otras cosas, lo sindican de haber privilegiado al Reino Unido en demérito de países de la Unión en la entrega de vacunas. También le recriminan haber vendido biológicos a otros clientes cuando deberían haber ido prioritariamente a las naciones de la zona comunitaria, simplemente porque hubo quienes, como Israel, les pagaron mejor las vacunas que lo estipulado en los contratos comunitarios.

Pero también hay irritación grande contra la burocracia de Bruselas, a la que se le reprocha haber negociado con ligereza e ingenuidad con estos poderosos laboratorios que, en el fondo, siempre ponen sus propios intereses por encima de cualquiera otra consideración.

Como desarrollo de lo anterior, las autoridades comunitarias tomaron la semana pasada una medida que puede llegar a tener devastadoras consecuencias para los países pobres, como Colombia, que también ha comprado cantidades importantes a laboratorios ubicados en la Unión Europea y cuyas entregas se escalonan a lo largo del 2021.

Según esta medida -que por el momento tiene vigencia hasta marzo próximo pero que podría prolongarse- cualquier exportación de vacunas producidas en factorías ubicadas en el territorio de la Unión Europea y que vaya a terceros países que no sean del bloque multinacional, deberá contar con el permiso previo de las autoridades de Bruselas.

Esto significa que la burocracia comunitaria queda constituida como árbitro inapelable para decidir a dónde se exportan vacunas, a dónde no y en qué cantidades los biológicos. Es un primer cañonazo de lo que eventualmente puede convertirse en una delicada guerra sanitaria entre los países que cuentan con factorías productoras de vacunas y los que no tienen estas facilidades. Como lo son la mayoría de las naciones pobres.

Con este telón de fondo China y Rusia, por ejemplo, están haciendo su agosto diplomático vendiéndoles vacunas a los angustiados países menos desarrollados. Argentina, Brasil, Perú, México, y Colombia desde la semana pasada, han pasado a ser clientes de esas dos potencias. Nosotros, aunque con tardanza, anunciamos que también les íbamos a comprar a los chinos una porción de nuestros requerimientos. Esto para darle así una mayor seguridad a la canasta de biológicos con la que contamos iniciar, a partir del próximo 20 de febrero, nuestra propia campaña de vacunación.

El riesgo de que se desencadene una guerra sanitaria no se puede descartar. Sobre todo, si el coronavirus se expande indiscriminadamente en los meses venideros y los confinamientos se siguen generalizando. Los países europeos donde están ubicados los laboratorios se pueden ver presionados por sus respectivas opiniones públicas a cerrar las fronteras comunitarias al resto del mundo, con las calamitosas consecuencias que ello acarrearía. Así las cosas, la decisión adoptada la semana pasada en Bruselas puede ser apenas el primer fogonazo una guerra sanitaria. Ojalá no sea así.